No crean que con “objetos extraños” me voy a
referir a los 1000 y un elementos que un paciente puede traer introducido en el
extremo distal de su aparato digestivo. No, no y no. Es un tema muy trillado,
aunque divertido pero que en este momento voy a mantener al margen.
Con objetos extraños, me refiero a cosas que
el paciente trae consigo y que realmente no son necesarias ni hacen a la
consulta. ¿A que me refiero con esto? Por ejemplo: no hace falta que un
paciente me muestre un moco verde incrustado en su pañuelo para saber que es
verde. Señor, con que me diga que es verde ya está, le juro que le creo!
Otra cosa que viene a la consulta junto con la
gente misma son sus supersticiones. En verdad, todos las tenemos… todos
acudimos a lo mágico. Hay quienes rezan, hay quienes se hacen curar el ojeado o
el empacho (me incluyo), hay quienes usan una cintita roja en la muñeca para la
envidia y muchas cosas más. Todo es respetable, pero algunas cosas no son aptas
para traer al consultorio. Les
ejemplifico: no es grato que al descubrir la camisa de un paciente para revisar
su abdomen, nos encontremos con una hoja de palam palam atravesada y adherida
con vaya a saber que ungüento casero. Que crea que le va a hacer bien, perfecto,
pero por favor deje la hojita en su casa!
Otra cosa que no es bien recibida a la
consulta son los niños, salvo que estos sean el motivo de consulta. De no ser
así entonces, niños, abstenerse, nunca serán bien recibidos por un médico NO
pediatra. Porque es así, la medicina se divide en dos. Así como la veterinaria
se divide en pequeños y grandes animales, la medicina humana se divide en
pediatras y NO pediatras. Y créanme, los No pediatras no soportan a los chicos!
Es realmente molesto tener que revisar a un paciente mientras un proyecto de
humano de medio metro de altura revolotea por toda la habitación y grita
mientras nosotros tratamos de escuchar algo con el estetoscopio, y ni te cuento
si le estamos intentando medir la presión con el tensiómetro de la guardia, se
convierte en toda una odisea.
¿Y que pasa con las vestimentas atípicas?
También, en algún punto, las podríamos calificar como objetos extraños. Son
objetos que no encajan con el cuerpo correspondiente. Por supuesto no estoy acá
para juzgar los gustos o el estilo de los pacientes, no soy quien para hacerlo.
Pero es muy impresionante ver a un señor sesentón usando una malla enteriza de
mujer en un lindo floreado verde, porque “es lo único que me contiene ahí abajo
vió, sinó me hago encima doctor”. O peor aún, una mujer en sus 30 y pico,
entrada en kilos con un tremendo absceso listo para ser drenado en su muslo y
portando una bombacha con la inscripción: “no me gusta lo pequeño”. ¿Es
necesario? No lo sé, pero definitivamente nos alegró el día.
Puedo sumar algunos objetos: Una ristra de ajos que acompañó a un paciente los diez días de internación, Pacientes de 45 años que consultan con pantuflas de conejitos... y si, no nos fijamos ni en el depilado, ni en la vestimenta ni en la mugre.... Salvo que encontremos el Matto Grosso debajo de una bombacha, una inscripcion graciosa, o papas dentro de las medias de tanta tierra que hay... pero es lógico, somos humanos y son cosas que es imposible dejarlas pasar
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