Admito que me adentré en el mundo de la ginecología de mala gana, pensando que iba a ser una tortura el mes que debería pasar estudiando algo que presumía no me iba a gustar. Por el contrario debo decir que me equivoqué y encontré muy interesante conocer eso de lo cual poco y nada sabía. Lo que definitivamente no disfruté fue tener que lidiar con los ginecólogos… o ginecólogas en mi caso (absolutamente todas mujeres).
Ya hay que partir de la base que las mujeres
son complicadas. Que me perdonen las que leen el blog, pero deben admitir que
hay mucho más “puterío” donde hay mujeres que en donde hay hombres. Al tipo, si
no le caes tiene dos opciones: o no te habla más o te pone una buena piña y san
se acabó. La mujer no. La mujer habla por atrás, busca aliadas que también estén
en contra de la otra para sacarle el cuero, y lo peor es que se hace problema…
se estresa. Partiendo de esto, no hay nada peor que tener que tratar con
ginecólogas mujeres de más de 60 y en un servicio donde solo hay féminas.
Imposible!
Dicen que la mujer ginecóloga es en general
menos delicada que los hombres; que te atienden más así nomás. Supongo yo que
resguardadas en la presunta excusa de “yo tengo una igual que vos ahí abajo
también” se sienten omnipotentes de tratar al órgano sexual como si fuera
cualquier cosa.
La doctora Torosentado es el prototipo de esto
que les cuento. Rondando sus 60 y pico, absolutamente podrida de ver vaginas y
deseando que la jubilen de una vez para poder ir a hacer macramé no anda con
rodeos a la hora de atender. Desde que ingresa al consultorio hasta que se va
no se para nunca de la silla que está detrás de su escritorio. Cuando se va un
paciente le dice que llame al siguiente, y si no lo hace se queja mucho. Le
molesta todo: si faltan órdenes de laboratorio, si no le trajeron la historia
clínica, si le trajeron muchas historias clínicas. Esta fastidiada. Y su
fastidio lo transmite al paciente como si este tuviera la culpa.
Paciente: -Hola Dra, traigo el resultado de la mamografía que me hice el mes
pasado para que me la vea
Doctora: -A ver, deme (de mala gana) – ¿Y el Pap lo tiene?
Paciente: -No, nunca me dieron el papelito
Doctora: (Se indigna) -Eso es IMPOSIBLE señora, este hospital tiene un orden
que sigue. Usted no me va a venir a decir que no le dieron papel, lo tuvo que
haber perdido señora.
Paciente: -No, yo creo que no me lo dieron. ¿No me podría hacer otro?
Doctora: -Ahhhhhh vé (asintiendo con una mueca de fastidio), ahora “cree” que
lo perdió… por favor, que gente Dios mío. Y si, ahora le voy a tener que hacer
otro… más vale que este no lo pierda ehh!!
Y así atiende paciente por paciente. En
general evita revisarlos salvo que sea estrictamente necesario y se irrita a
sobremanera cuando lo tiene que hacer. Sumado a su fastidio tiene una cuota de
soberbia que es un rasgo de su personalidad y hace creerle que es la dueña de
la verdad.
Estando en el consultorio con un médico, es
común que los alumnos puedan hacerle preguntas al paciente en referencia a su
patología: “¿Y como es el dolor?, ¿Hace cuanto vomita?”. De muy mala manera, me enteré que a ella no le agradan
estas intromisiones (hubiera estado bueno que me lo hiciera saber de antemano).
Luego que la paciente comentara más o menos
por que consultaba, la doctora se pone a pasar datos a la historia clínica.
Paciente: - …Ahh, y además me duelen los ovarios a veces…
Doctora: -Espera, espera que estoy pasando a la historia clínica tus cosas… no
me hables mientras hago esto que si me confundo no lo puedo borrar después!!
Yo: (Aprovechando que la doctora no iba a preguntar nada, veo el bache
para meterme) –Y decime, ¿Hace cuanto es ese dolor que tenes?
Doctora: (Le gana de mano a la paciente, levanta la mirada y por arriba de sus
lentes me apunta fijo) – Mirá que la que pregunta acá soy yo ehh…
Me quedé callado por el resto de la consulta,
pero la maldije durante todo el mes.
Hay otras que son ciclotímicas. Las conoces el
primer día y son un amor, casi te las queres llevar a tu casa. Entras en
confianza, te sentís libre de preguntar y debatir en la clase hasta que un día,
como si un ser misterioso la poseyera y despertara en su cuerpo, se convierte
en otra persona. Todo lo toma a mal, piensa que la estas atacando con tus
preguntas (que solo son dudas) y se irrita (parece que este es un factor común
a todas).
Un alumno deja de escribir para contestar un
mensaje de texto…
Doctora: -Ehh vos, escuchame… si no te interesa lo que estoy diciendo te podes
ir, mirá que no me ofendo…
Alumno: - No doctora, estoy prestando atención, solo estaba contestando un
mensaje
Doctora: -Bue, yo te digo nomás
Las que llegan al grado máximo tolerable antes
de recibir parte psiquiátrico cometen actos realmente insólitos.
Llega una parturienta para parir su quinto
hijo por cesárea.
Ginecóloga: -Escuchá, ¿Querés que te liguemos las trompas en el mismo acto
quirúrgico?
Paciente: -No sé que es eso doctora
Ginecóloga: -No es nada, es para que no tengas más hijos… ¿Queres o no queres?
Paciente: -Es que lo tendría que consultar con mi marido
Ginecóloga: -¿Con tu marido?!! Pero si es tu cuerpo, ¿Cómo lo vas a consultar con
tu marido? Por favor…
Paciente: (Asustada por el tono de la doctora) - No, no quiero que lo haga
Ginecóloga: (Amenazante) -Bueno, está bien, no te lo hago, pero a la próxima que
quedes embarazada más vale no vengas a tenerlo acá porque YO no te atiendo.
Y una cosa que no
aguanto de algunos de estos especialistas en su poca capacidad de ver más allá
de un Pap. Para ellos la mujer es una vagina (con sus compañeros internos) y un
par de tetas. No pueden pensar en nada más lejano de ese universo. Es verdad
que los especialistas tienden a centrarse en su campo y perder la perspectiva
general. Es algo más que esperable y sobre todo cuanto más años llevan ejerciendo
su especialidad, pero a veces es demasiado.
Estando en la
guardia, solicitan una interconsulta con clínica para una paciente en gesta de
3 meses.
Paciente: -Me manda la doctora
que me hizo el chequeo por el bebé porque me duele la garganta
Yo: (No puede ser, por favor que
no sea una faringitis) – A ver, abrí la boca
Ni bien abre la boca,
tremenda placa de pus con un cartel pegado de “faringitis purulenta” me saluda.
Obviamente, le escribí un papelito que decía “Diagnóstico: Faringitis
exudativa” y le dije, volvé arriba y decile que en la guardia te dimos esto así
te medica.
¿Tantos años de
estudio y se olvidaron de diagnosticar algo tan sencillo?
En fin, compadezco a las
mujeres por tener que dejarse tocar por algunos de estos especímenes de la
naturaleza y agradezco a Dios haberme hecho hombre… No porque los urólogos sean
la panacea, pero por lo menos y con suerte hasta los 60 no los tendré que
consultar.
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