Si, ya sé. Parece que todos y cada uno de los personajes que componen el
ámbito médico salieron de un mundo surrealista, que fueron creados en la mente
de un imaginario de historias absurdas. Pero créanme que si bien algunos de
ellos serían dignos de protagonizar una película de humor bizarro son más
reales que las manos que escriben este texto y forman parte de la fauna médica
Argentina. Hoy van a adentrarse conmigo en el mundo de la Dra Blanco.
Como no podía ser de otro modo, lo primero es la caracterización. La Dra
Blanco está a punto de jubilarse lo cual no es un detalle menor. Calculo que en
su inconsciente se resumen todos los años computados al servicio de la salud y
se convierten en la excusa perfecta que denota su comportamiento.
Aparece puntual a la hora que corresponde en un auto completamente
destartalado. Y es que si bien el hábito no hace al monje, en este caso el 100% de
las personas a las cuales se les preguntara jurarían que la Dra Blanco no es
médica... y casi, casi que no se equivocarían. Se apersona en horario portando
su chaqueta amarilla; solo chaqueta, la parte de abajo es siempre de civil probablemente
debido al sobrepeso que no le permite ponerse el resto del equipo
correspondiente. He de decir que la Dra hace honor a su apellido, y esto es en
relación a su piel: blanca, pálida, gélida, impoluta. Lamentablemente no
podemos decir lo mismo de su higiene lo cual es un problema si tenemos en
cuenta su especialidad: Cirugía.
Los colegas de la guardia anterior pretenden infructuosamente pasarle
los pacientes quirúrgicos, pero ella desoye todos y cada uno de sus comentarios
y solo se limita a firmar la hoja de llegada; luego su actividad es variable: desde
simplemente sentarse a mirar tele hasta dedicarse a comer y comer. Si realiza
esto último es digna de ser observada: cualquier cosa que indefectiblemente
quede sobre la mesa terminará en su estómago. Esto tiene un agravante y es que
la doctora es diabética. No solo que parece no ser consciente que el pan, las
gaseosas, galletitas, pizza, y demases alimentos cargados de azúcar deberían
estar excluidos de su dieta sino que intimida con su mirada a quien sea que
esté comiendo haciéndolo sentir esa incómoda sensación de estar siendo
observado todo el tiempo. Con su atenta mirada la Dra Blanco espera que caiga una migaja, una
aceituna, un pedazo de mozzarella, algo, para decir:
-¿Esto no lo comés?
y llevárselo a la boca. Durante una época por la mañana se medía la
glucemia para ver cuantos churros podía comer. Después el destino le marcó un
camino distinto: durante una guardia hizo un síncope, se desmayó (eso sí, con
un paquete de habanitos de chocolate en la mano que sostenía firmemente) y
prometió cuidarse a partir de ese momento. Ya no era cosa de comer porquerías, así
que tranquilamente se la podía ver en la habitación ingiriendo postrecitos ser
en su ropa interior roja. Y es que todos los de la guardia conocemos sus
calzones porque no tiene ningún escrúpulo en mostrarlos, y para colmo, de todos
los años que la conozco, siempre usó el mismo conjuntito.
Tampoco tiene ningún miramiento a la hora de hacer sus necesidades, por
el contrario como en todo, la Dra Blanco en esto también deja su sello
particular. Les parecerá asqueroso, pero es necesario al menos esperar media
hora para poder ingresar al baño utilizado por esta persona. El olor espanta
a cualquier nariz que por esos lares asome, y es que, caramba, ¿Qué pretenden
que salga con todo aquello que come? Para que se den una idea de lo que estoy
hablando, en época de escasez de papel higiénico en los baños de la guardia la
gente previsora lleva el propio, los incautos tal vez usan gasas. Pero la
doctora va más allá. No es cosa de gastar plata en papel sanitario, y por
supuesto, las gasas son un recurso hospitalario muy preciado... ¿Qué usamos para
limpiarnos entonces? y... cualquier cosa a mano está bien. Historias clínicas,
por ejemplo.
Me preguntan: ¿Qué hace la doctora en la guardia? La verdad es que no lo
sé. ¿Resolver patologías? mmm.... no sé si es por lo desactualizada, pero para
ella ningún paciente es quirúrgico. ¿Opera, quizás? Va a quirófano, pero se
acuesta a dormir en la cama de las instrumentadoras. ¿Sutura? No, eso ya no es
trabajo para ella. ¿Da una mano con las diversas problemáticas que surgen?
Siempre que hay lio, ella seguramente no está. Claro que menos va a estar, ya
que durante la guardia se escapa y hace consultorio en su casa. ¿Pero no puede
poner otro día de consultorio? claro que puede, pero como ella misma dice: “¿Para
que voy a cambiar de día si en la guardia no tengo nada para hacer?...”
Y así pasa sus días, importunando al resto de sus compañeros sin aportar
nada a cambio. Siquiera deja dormir, ya que con su enorme vientre genera unos
ronquidos audibles a varios metros de distancia que se suman a la enorme cantidad de
flatulencias que se oyen y se huelen... y cómo se oyen y huelen!
Podríamos decir de la doctora que hay muchas cosas que no hace: que no
se higieniza como debiera, que no cuida su salud, que no trabaja y que parece
no importarle lo que los demás opinen o puedan decir de ella, pero hay una cosa
que sí hace y muy bien: es la mayor generadora de anécdotas e historias que
conozco y que de a poco voy a ir compartiendo con ustedes.
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