viernes, 14 de diciembre de 2012

Y SE ACERCA EL PRINCIPIO DEL FIN


Poco a poco, día a día, voy saliendo del limbo en el cual estoy hace ya más de 6 meses. Ese limbo que les contaba alguna vez que se llama IAR (internado anual rotatorio) y que le da a uno el atributo particular de ser médico y a la vez no serlo. Esta situación nos genera a los que la vivimos sentimientos extraños. Por un lado la felicidad de haber terminado de cursar las materias, pero por otro una sensación de no ser nada. ¿Qué sos?, te preguntan, ¿estudiante… médico? Y uno siento que no es nada. Le terminas diciendo a la gente que sos un “rotante”, solo para que te queden mirando con cara desencajada sin entender muy bien que significa ese término y se dejen de joder. En el peor de los casos te preguntan que significa ser rotante y ahí ya sabes que te vas a pasar los próximos 10 o 15 minutos tratando de explicar una situación que ya es inexplicable de por sí. Cuando terminas, ves en la cara de tu interlocutor la expresión de la nada misma y tenes la seguridad que no entendió un pomo de todo lo que le dijiste.

Pero no todas son pálidas, también tiene su lado positivo. Los amigos y familiares ya te dicen “doctor”  lo que te da un poco menos de culpas que antes y además te saludan para el 3 de diciembre. Milagrosa y súbitamente empiezan a respetar más tus opiniones médicas. Parece que después de dar  tu último final atravesases una línea que demarca el límite médico-estudiante y que hace que todo el conocimiento te caiga de golpe. La realidad es que uno no es médico todavía, no tiene matrícula y no puede trabajar de eso. Y aquí viene la otra ventaja: cuando algún aprovechador u oportunista te viene a pedir certificados para faltar al laburo le decís  “Que cagada che… te lo haría pero no tengo matrícula”. Y ahí salen rajando, espantados como si hubieran visto a la abuela en pleno acto amoroso con el verdulero del barrio.

Por otro lado y con la excusa, valedera por cierto, de estar en el limbo, podemos zafar de tomar conductas que todavía no nos competen o escapar de situaciones que no podríamos resolver (y que probablemente jamás podremos resolver ni aún con el título en mano).
Muchas veces, estas situaciones tienen que ver con enfrentarnos a pacientes a los que nunca nos vamos a enfrentar teniendo en cuenta la especialidad que tenemos planeado seguir. En mi caso particular son los seres humanos en formación o pacientes pediátricos. Y es que si le preguntas a cualquier médico de adultos que hacer con un chico, va a empezar a transpirar y te va a decir que le pregunta a un pediatra. Los chicos, cuanto más lejos mejor, no los quieren tocar ni con un palo. Y a mi me pasa exactamente lo mismo. Dejame con los adultos y a los chicos si están afuera del consultorio, mejor. Para su atención existen los pediatras, que son médicos especializados en el diagnóstico y tratamiento de pequeños seres.

¿A que viene todo esto? A que ahora que estoy transitando mi salida del limbo, empiezo a tener consultas indeseables. Consultas no urgentes impulsadas por la vagancia del consultante en cuestión que encuentra más fácil venir a molestarme a mi casa que ir a una clínica/sanatorio/salita/hospital. En su mayoría vecinos de los cuales ni siquiera recuerdo haberlos saludado alguna vez o aunque sea tener registradas sus caras. Vienen acompañados de sus pequeñas criaturas quienes en realidad son las verdaderas consultantes encubiertas:

-          Sabes que venía porque me parece que a la nena el pediatra la medicó mal. Tiene esta sinosite que no se le va maaa.

Y ahí es cuando me saco. O sea, no me importa si tu hija tiene sinusitis y no me parece copado que me la traigas a las 10 de la noche para que la vea y además evalúe si el pediatra la medicó bien o la medicó mal. Si estas disconforme, ¿Porqué no consultas con otro? ¿Cual es el sentido de desconfiar en un especialista y después terminar llevando a tu hija a un médico sin especialidad? Eso no es preocupación por tu descendiente, es no tener ganas de desplazarte 20 cuadras al hospital más cercano y esperar a que te atiendan  y preferir caminar una y que yo te reciba con los brazos abiertos. Lástima que elegiste a la persona equivocada.

Sé que cuando el año que viene por fin tenga mi matrícula y sea médico con todas las letras estas situaciones van a incrementar su frecuencia. Por eso el trabajo de campo ya lo hago desde ahora: No estoy nunca. Si el doctor nunca está, no quedará otra que ir al hospital. 

sábado, 8 de diciembre de 2012

LA GENTE Y SUS HISTORIAS


Que los pacientes vengan al consultorio con un diagnóstico de lo que les pasa y un plan terapéutico es cada día más común. Vienen como a comentarte que te parece, como buscando una segunda opinión de lo que ya ellos asumen como correcto. En general llegan al diagnóstico googleando los síntomas y casi siempre de todas las opciones eligen la más grave y/o la que necesite más recursos técnicos para poder ser diagnosticada. Si tienen dolor de cabeza ya quieren que les hagas una resonancia de cerebro por si están teniendo un tumor y si se sienten cansados hace un tiempo lo primero que sospechan es que tienen cáncer. Siempre piensan lo peor, es obvio. Es entonces cuando el médico tiene que luchar para sacarles de la cabeza que eso que leyeron o bien no es del todo correcto o bien no se ajusta al cuadro clínico por el que están atravesando.

Otras veces, no solo se autodiagnostican, sino que también diagnostican a sus familiares.

-          Usted señora lo que tiene es artrosis
-          Ahh, claro, ya me parecía… los años no vienen solos
-          Y claro…
-          Igual la gente joven tiene también ehhh. Mi nietito de 8 años, tiene artrosi en la pierna y en la espalda. Pasa que la madre fregó pisos durante todo el embarazo vio, y eso no le hizo bien al chico, ya nació con los huesos afectados
-          Y si, puede ser…
-          Y además pobrecito nació con asma porque el parto se le atrasó. Tenía que nacer un 22 y se lo corrieron para el 24. Nació pasadito…
-          ¿?

Vaya a saber uno de donde saca la gente las explicaciones de lo que le pasa. Dudo que esta octogenaria haya buscado en Wikipedia la causa de la posible “artrosis” del nieto. Acá no queda otra que asentir y dejar pasar. No te podes poner a explicar la fisiopatología del asma para que entienda que haber nacido “pasadito” no te predispone a tener broncoespasmo. Yo soy de los que piensa que hay que explicarle a la gente lo que tiene, lo que se le va a hacer, los pros y contras de los tratamientos. Pero algunos pretenden recibir una clase de medicina, para eso señores esta la facultad que gracias a Dios es gratuita y recibe a todos sin distinción.

Y que la gente sea ignorante en temas médicos no es un problema, al contrario, es algo totalmente esperable y lógico. Ya dije antes que los médicos somos ignorantes en todos los campos menos en medicina (en el mejor de los casos). El problema está cuando te discuten y se enojan cuando no les pedís o recetas lo que ellos quieren.

Luego de googlear sus síntomas y llegar al diagnóstico, buscan el tratamiento. Llegan a la consulta y directamente te dicen: “vengo para que me des el antibiótico”.
                                  
-          A ver, contame… ¿Qué te pasa?
-          Me duele la garganta desde ayer, no puedo tragar. Estoy toda congestionada, me caen mocos blancos por la nariz y tuve un poco de fiebre.
-          A ver, déjame mirarte… - (Luego del examen físico) - Mirá, por lo que me contas y el examen físico, es viral, asique no justifica dar antibióticos.
-          Ahhh buenooo, ustedes justifican todo con los virus! Que fácil ehh, ¿Acaso no saben recetar? A mi hermano le pasó lo mismo la semana pasada, empezó a tomar amoxicilina y al otro día estaba bien.
-          Bueno, pero no tenía que tomarla asique no te voy a dar antibióticos.
-          ¡Haceme la receta porque yo pago la prepaga para que vos trabajes!
-          No te voy a dar el antibiótico, si queres anda directamente a la farmacia y cómpralo. Acá tenes mi nombre, anda a quejarte a la dirección.

Muchos pretenden que el médico los diagnostique y trate correctamente a pesar de no conocer nada de sus antecedentes médicos. Pretenden orientarnos con sus historias confusas.

-          Contame, ¿Por qué traes a tu hija?
-          Dotora, le cuento (y empieza la historia de su vida…). Ella esta embarazada y me mandó la ostetra para controlarla con usted. La traigo porque ella tuvo 4 paros cardíacos cuando era bebita, porque nació prematura vió…
-          Aja… pero ahora ya es grandecita, ¿Qué la trae por acá?
-          Bueno, ella estuvo en tratamiento hasta los 10 años con un montón de cosas que ya no me acuerdo. Eran de esos que se aspiran y tomaba unas pastillitas redonditas blancas también. Ahh y usaba oxígeno en casa y todo ehh!
-          (Menos mal que me aclaraste, estoy fenómeno ahora) - ¿Y ahora que tiene?
-          Que ya no usa ninguna medicación
-          ¿Pero se siente bien?
-          Sii, esta bastante mejorcita por suerte
-          ¿Y para que la trae?
-          Porque me mando la ostetra
-          (Porqué mierda estudié medicina) - ¿Pero que es lo que tuvo ella?
-          4 paros cardíacos dotora, no le digo
-          (Que difícil, mátenme) – Claro, pero eso no me sirve, no es común que si necesitó tanta medicación ahora sin tomar nada este tan bien.
-          Que, ¿No me cree que estuvo grave?
-          (Lo único que falta que me cague a trompadas ahora) – Si que le creo señora, solo que no me cierra el caso. Yo necesitaría algún resumen de la historia clínica de ella.
-          Ahhhh, ¿Usted habla de la hipocrises?
-          Si, de la epicrisis
-          No, no tengo eso

Y tenes que ponerte a hacer adivinología. Tratar de pensar y pensar que puede ser que esa nena haya tenido durante 10 años, tan severo como para hacer que requiriera oxigenoterapia domiciliaria y que ahora milagrosamente se “curo” de forma espontanea. La gente se enoja, pero el médico por más que sepa no es brujo.

Hay que aprender a adaptarse a todo. Desde intentar adivinar si el origen del dolor abdominal que hoy aqueja a nuestro paciente se originó en un pedo mal atravesado hace diez días a entender lo que el mismo nos quiere decir para poder hacer una historia clínica como la gente. Y créanme que eso no es poco. Lamentablemente el nivel educativo de nuestro país esta cada vez peor, aunque la tasa de alfabetización muestre lo contrario. Nos encontramos con personas que no saben ni cuantos años tienen, ni cual es su domicilio, y mucho menos su número de documento. Preguntarles por qué vienen a la consulta y tratar de interpretar sus síntomas para llegar a un diagnóstico lo más acertado posible pasa a ser una tarea digna de la mejor escena de Misión Imposible. Como frutilla del postre, estas situaciones se dan muy frecuentemente a las 3 de la mañana y después de 18 horas de guardia.

Otras veces nos agarran con pocas luces y no llegamos a entender su jerga.

-          Doctora, vengo porque me llora el nene
-          Y bueno señor, lo tiene que llevar a pediatría, yo soy médica clínica
-          Nooo, vengo porque tengo una gilada en la poronga!

Si señores, esto es real.

En fin, como cualquier profesión, el médico se debe enfrentar y adaptar a una nueva generación de personas con mayores dificultades para comunicarse, más agresiva y muchas veces llenas de preconceptos de su enfermedad inculcados por la vecina del barrio o por San Google. Pero seguimos eligiendo esta profesión a pesar de todo eso. En definitiva, lo lindo de medicina es el desafío constante.

domingo, 11 de noviembre de 2012

INSTRUYENDO MI IGNORANCIA


Llega un momento de la vida en que te recibís y te pones a estudiar para el examen de residencia. Ahí mismo te das cuenta que no solo sos un analfabeto de la medicina sino que tampoco tenes cultura general porque los últimos 8 años te la pasaste leyendo libros médicos. No es una sensación copada.

Te das cuenta de esto cuando hablas con alguien de tu misma edad pero recibido de otra carrera. Un abogado o un economista pueden tranquilamente destacarse en una sobremesa charlando de la situación social, política y económica del país. En cambio, le preguntas a un médico de la inflación y lo único que te puede llegar a decir es que hace que las cosas estén cada vez más caras. Fuera de eso, hace agua. Es que las demás carreras ya de por sí te dan cultura general. Ahora, ¿Que cultura general te da Medicina? Nada, absolutamente. Con lo único que te podes "lucir" es explicando que es una hemorroide o para que sirve el pulmosan, y hasta por ahí nomas.
Si pudiéramos ser mosca e infiltrarnos en ese almuerzo imaginario entre abogado, economista y médico veríamos que este último permanece como observador no participante, simplemente asintiendo a lo que dicen los otros dos y con suerte comprendiendo el 20 o 30%. Es que el proceso de convertirnos en médicos, no solo evita que nos cultivemos sino que aniquila gran parte de nuestra materia gris.

Por eso los médicos tienen amigos médicos. Entre ellos se entienden y aunque no quieran, las conversaciones siempre derivan en algo hospitalario/técnico que es el terreno sobre el cual se sienten cómodos y seguros, que solo ellos comprenden y que de ninguna manera podrían compartir con profesionales de otras áreas. Hasta los chistes tienen jerga propia:

- Che Raúl, ¿Viste como le dicen a la Dra. Pascuarelli?
- ¿Como Jose?
- Virus polio
- ¿Por qué?
- Porque ataca a los pendejos

Y así ríen a carcajadas mientras el resto de la gente normal los mira sin llegar a entender bien la situación.

Es natural entonces, que la pareja de un médico sea también médico. Es que les molesta tener que explicar cosas técnicas que para ellos son obvias y que no hacen más que entorpecer la conversación. Les pongo el ejemplo de una charla de novios:

-          ¿Y como te fue en la guardia mi amor?
-          Bien, pero re cansada. Estuve toda la noche con un TEC que cayó a las 3 de la mañana. La TAC salió recién a la 8 y tenía un Glasgow de 4/15 y una anisocoria mortal, en cualquier momento se nos enclavaba mal.
-          Ahhhhh, mira vos… (?)

Viéndolo del otro lado, creo que para el no médico tampoco es grato escuchar un conjunto de siglas tras otro sin saber bien que significado tienen. A veces creo que nuestros familiares nos preguntan como nos fue de puro compromiso. Uno ve como sus miradas se van perdiendo a medida que avanza la conversación (o monólogo nuestro) hasta que finalmente nos cortan de golpe con cosas como: "Ay mirá, parece que Juanita Viale se peleó con el marido!". Ahí nos damos cuenta que ya no nos quieren escuchar más. Pero por otro lado, es común que a la gente le llame la atención cuando se cuentan anécdotas de guardia o historias por el estilo y trate de interiorizarse preguntando cosas como ¿Y qué es la artritis reumatoide? Nada (o casi nada) saca más de quicio a un médico que tener que explicar que es, como se diagnostica o como se trata una enfermedad.

A su vez, a los médicos no les gusta cuando la conversación toma un tono demasiado filosófico. Simplemente no se sienten cómodos, no saben que decir.

-          ¿Y vos a que te dedicabas?
-          Yo soy antropólogo, me ocupo del estudio de las incertidumbres de índole ontológica, centrando más que nada mi atención en el hombre y tomando en cuenta una variedad de aspectos de la existencia humana, pasada y presente, combinando estos materiales diversos en un abordaje íntegro del problema de la existencia humana. ¿Y vos que haces?
-          Soy médica.

Y en ese mismo momento piensa 1000 y una maneras relativamente convincentes de abortar la cita. ¿Cómo empezar una relación con alguien si ni siquiera pudiste entender a que se dedica?

Otro aspecto de las deformidades que se adquieren a lo largo de la carrera y que nos van haciendo ignorantes tiene que ver con la escritura. Mientras un licenciado en letras acrecienta su vocabulario, perfecciona su lenguaje y mejora su sintaxis a medida que avanza en su carrera, el aspirante a galeno aprende a resumir. Olvida varias de las palabras que traía de la escuela (incluso como escribirlas correctamente) y adquiere un nuevo y descomunal vocabulario técnico. Deforma su caligrafía y usa muchísimas abreviaturas:

Paciente con HTA, DBT, TBQ, EPOC, ICC sufre un IAM. Se solicita RX TX. (léase: paciente con hipertensión, diabetes, tabaquista, enfermedad pulmonar obstructiva crónica e insuficiencia cardíaca congestiva sufre un infarto agudo de miocardio. Se solicita radiografía de tórax).

Los acentos dejan de existir, al igual que el punto y coma, y en los peores casos también se extinguen los puntos y las comas. El médico solo sabe escribir historias clínicas y llega un punto de su vida en que la irreversibilidad se apodera de sí y hace que incluso algo tan simple como redactar una carta se convierta en una tarea imposible y que el intento termine en un cúmulo de frases inconexas y sin sentido. Así de mal nos hace esta carrera.

Con el correr de los años, el cerebro del galeno ya maduro se va atrofiando. Le resulta una tarea difícil leer novelas de Borges o Cortázar y se inclina por los libros de autoayuda tipo Stamateas o Paulo Coelho. Lo mismo ocurre con los films, desiste de ver historias con tramas muy profundas y prefiere las de acción o las comedias románticas vacías si de una mujer se trata.

Y cuando uno hace memoria piensa…mierda que leí en mi vida. La cantidad de libros, papers y apuntes que pasaron por estos ojos es descomunal. Los cadáveres de los  resaltadores, biromes y cuadernos gastados que me miran desde el costado de mi habitación solo me recuerdan que por cada tecnicismo ganado, una pizca de cultura fue resignada. Es que el conocimiento no es infinito y si aprendo como tratar una neumonía me olvido la capital de Honduras. Habrá que aceptar lo que nos tocó y resignarnos a que no nacimos para ser eruditos.

Entonces lo acepto y lo digo con orgullo: Soy un médico ignorante… ¿Y qué?


Dedicado a una amiga que me inspiró... para vos LFB

martes, 14 de agosto de 2012

MEDICINA TELEVISADA



¿Cuál es la razón que lleva a un médico a televisarse? ¿Lo hace por la plata?¿Lo hace para cumplir con un deseo interno y altruista de beneficiar a la gente transmitiendo su conocimiento a través de un medio masivo? ¿O simplemente lo hace por el hecho de dar respuesta a un deseo frustrado de ser artista o farandulero?

Las respuestas a estos interrogantes son de lo más variadas y encajan con cada uno los prototipos que hay de este tipo de profesionales. A saber:

El médico cerebrito/cientificista: Es el típico que no se da cuenta que esta en un programa de televisión y piensa que esta en la facultad dando una clase. Despliega un arsenal impresionante de material “didáctico”: maquetas de órganos, frutas de colores para enseñarnos que tenemos que comer y, en los canales mas top, proyecciones que con el solo toque de su dedo cambian mostrándonos toda la información necesaria. Tratan de explicar todo en un lenguaje entendible pero cada tanto se mandan un término médico, como si les costara bajar al intelecto de los mortales ¿Será que realmente quieren instruir a la población o son profesores universitarios frustrados?

El médico todólogo: Este opina de todos los temas. No importa si en realidad es ginecólogo (y la tengo con los ginecólogos), te va a explicar desde como se opera un apéndice hasta como se trata la esquizofrenia. Los que estamos en el tema, nos damos cuenta que tienen un libretito armado y que acaban de repasar los que tienen que decir detrás de cámara. Algún que otro desprevenido ha quedado en evidencia de su desconocimiento cuando el desacatado del periodista se sale del guion. Por ejemplo:

-Ahora nos va a hablar el Doctor X sobre como alimentarnos mejor…
- Bla bla bla,
-Muy bien, gracias Doctor. Y ya que estamos, ahora que esta en auge, ¿Qué diferencia hay entre la Influenza A y la Influenza B?

Y el Doctor X se quiere literalmente cortar los genitales en cámara en ese momento. Pero los médicos tienen una suerte de chamuyo innato que los hace zafar de las situaciones más inverosímiles. Y obviamente, saldrá airoso diciendo cualquier gansada que solo un colega que esté en el tema va a ser capaz de reconocer como tal.


El médico especialista: Este es todo lo contrario al todólogo. Son profesionales requeridos por algún noticiero o programa de televisión para hablar sobre un tema particular que concierne a la especialidad que ejercen. Por lo general, son tipos con cargos altos dentro del servicio de su hospital y la información que brindan es bastante certera. Son los más sensatos.

El médico de las catástrofes/accidentados: Estos aparecen solo cuando algún famoso se accidenta. Son los que siguen la evolución médica/mediática de la persona en cuestión, aunque no tengan la más mínima idea del estado clínico real del susodicho. Responden a preguntas tales como:

            -¿Y se puede vivir sin el bazo? o
            -¿Cómo se vive después de un ACV?

Estas preguntas son siempre formuladas con cara de preocupación fingida por el farandulero entrevistador, pero que en realidad en el fondo desea que las respuestas sean lo más negativas posibles para generar el mayor impacto televisivo. Cuanto más grave la patología mejor, aporta más amarillismo. El médico, haciéndole gamba a ese pedido va a responder en un tono solemne:

            -“Realmente el bazo es un órgano que si bien no es vital, realiza funciones muy importantes en el organismo”, dicho con una expresión compungida y que denota la tristeza aparente que siente porque el famoso perdió su órgano. La frase final siempre debe ser: Ahora, el pronóstico es reservado,
            - Las secuelas pueden ser variadas. Realmente sería hacer futurología, el pronóstico es reservado.

Con lo del pronóstico reservado se lavan las manos y de paso aportan a la causa de generar expectativa con el morbo de la enfermedad ajena.

El médico del puterio: Este no se ocupa de pacientes críticos ni opina sobre temas médicos. Tampoco da clase a la audiencia. Está detrás de cámara, aparece cada tanto cuando “jode” con el conductor y su función es atender a quienes pudieran sufrir una descompensación en plena acción. Se lo ve con su estetoscopio y su tensiómetro listo para ser usado en caso de un desmayo súbito o de un traumatismo. Si esto llegase a ocurrir, el doctor se aprontará rápidamente a socorrer a la víctima y su labor quedará retratada en la pantalla para siempre. No importa si el famoso se esquinza o se fractura, él siempre le tomará la presión y le auscultará los pulmones. A veces le pueden pedir consejos sobre como curar un callo o una hemorroide.

El médico propagandero: Este se dedica a promocionar medicamentos. Aparece en las propagandas resaltando los beneficios de usar una crema antihongos o de tomar un antirreumático. Sus frases siempre terminan en: “Porque YO se lo recomiendo”. Y yo me pregunto, ¿Quién es EL? ¿Tan importante es una persona para que tooodos salgamos corriendo a comprar un medicamento? O te dicen, “Les recomiendo Analgesic Ultra Max D 3 (todavía no se por qué hay que usar este tipo de nombres) porque está demostrado que su absorción es completa y es el más eficaz”. Ahora pregunto, ¿Y quien demuestra eso? ¿Hay estudios que lo avalan? Deberían penar este tipo de propagandas por brindar información falsa.

Y otra cosa que me molesta es cuando los mismos conductores de  los programas de la tarde promocionan algún medicamento. Generalmente jarabes para la tos, antidiarreicos o analgésicos. Al final dicen: “Pregúntele a su farmacéutico de confianza”. ¿Al farmacéutico? ¿Y qué sabe un farmacéutico de medicina? Después vienen a que los atendamos nosotros cuando no cagan hace 5 días por las pastillas que SU farmacéutico de confianza les vendió.

El médico que rellena: Los médicos que rellenan son siempre panelistas de algún programa. Son como los abogados que rellenan pero del rubro de la salud. Son una variante de los cerebritos/cientificistas pero de menor monta. Intentan dar clase a la gente pero con menos recursos didácticos y sobre temas menos difíciles. Digamos que apuntan a la clase más baja e ignorante que no va a entender el pseudolenguaje médico que usan los otros. Estos no dan una charla sobre como se produce un infarto utilizando un corazón de mentira y explicando arteria por arteria, sino que se dedican a responder interrogantes del estilo: “¿Se puede quedar embarazada en la primer relación sexual?” o “¿Cómo evitamos el golpe de calor?”. Los sacas de esto y hacen agua. Seguramente pidan menos presupuesto que los otros.

El médico de las estrellas: Por último esta el dandi. Así como dentro del hospital hay especialistas que están forrados y que miran a los demás desde un podio invisible, en la tele pasa exactamente lo mismo. A este no le interesa explicarle nada a nadie ni hacer propagandas de cremitas o remedios varios. Este ya tiene su cartera de clientes top y en todo caso, va a los programas a promocionarse a sí mismo o a las terapias que promueve. Generalmente son cirujanos plásticos o traumatólogos. Dan asco.

Otra forma que tenemos de ver esta “medicina televisada” y que no está relacionada con los profesionales que salen a hablar en los medios, se basa en los programas que quieren exponernos la “realidad”. Están de moda estas especies de realities donde el camarógrafo es uno más que se incluye y nos muestra como vive el médico las horas de encierro en una guardia. Si bien algunos de ellos, en mayor o menor medida se acercan a la realidad, muchos otros no son más que una pantalla de lo que no sucede. Todos terminan con un mensaje de paz y no de crítica. Te muestran que la vida es una mierda y que casi no hay descanso, pero al final de todo la moraleja es que se es feliz a pesar de eso. Contrarestan  una imagen de hospital público semidestruido con 10 de un hospital en excelente estado y con tecnología de última generación. De esta forma, parecen que quisieran compensar lo que falta en uno con el “exceso” del otro.

Es impresionante ver a los R1 (de especialidades como clínica médica, cirugía, pediatría o tocogineco) felices con su vida de médicos. “Si bien el trabajo es duro, no dormimos hace 2 días y nos retan un poco, estamos contentos” dicen con cara de felicidad. La realidad que yo conozco de un R1 es la de un persona que casi no tiene tiempo de comer ni de dormir, que es “penada” por sus errores con más trabajo (guardias castigo) y que prácticamente carece de vida extrahospitalaria. Una cosa es que se acepte esa idea y se crea necesaria para formar un buen profesional (cosa que no concuerdo) y otra muy distinta es estar contento de haber almorzado una medialuna a las 6 de la tarde y de haber podido ir a hacer pis aunque sea una vez. Y ni hablar de bañarse en los baños del hospital. Ojalá no te vomite o te cague un paciente porque te la regalo para encontrar un sanitario como la gente.

Estaría bueno que estos programas mostraran la verdadera realidad médica argentina e hicieran una crítica al sistema. Creo que eso nos ayudaría a cambiar para mejor. Mientras sigamos haciendo oídos sordos y ojos ciegos a eso que nos pasa todos los días, nunca lograremos un cambio.

Yo me quejo, pero seguramente cuando tenga cincuenta termine cayendo en alguna de las categorías de médicos faranduleros. Por ahora mientras me sigo formando, lucho porque el tiempo me degrade poco. 

viernes, 10 de agosto de 2012

EL ULTIMO BASTIÓN DE VAGINAS


Como les contaba en un post anterior, mi rotación por el servicio de obstetricia llegó a su fin y trajo consigo la grata noticia de nunca mas tener que ver siquiera la cara de la jefe del mismo ni la del resto de la troupe de conchólogos profesionales que la acompañan. Pero de lo que no me libré aún es de tener que atender féminas o, en todo caso mirar mientras las atienden. Y, claro, para que cierre como corresponde, faltaba la frutilla del postre. Ahora me toca rotar en Ginecología.

Reiteradas veces he hecho entradas acerca de los ginecólogos. Como son, como piensan y lo que opino de los que me ha tocado conocer. Y como ya saben, donde hay un ginecólogo yo ya me mal predispongo. No sé porque, evidentemente lo debería tratar con mi psicólogo, pero no me huelen bien. Sobretodo los entrados en años, es gente que no me cae.

Con este preconcepto particular que tengo sobre ellos y viniendo de una experiencia bastante traumática del mes anterior, atravesé la puerta de gineco de mala gana. Pero tengo que admitir que el servicio de mi hospital es muy relajado en el trato con los rotantes. Se respira un aire de tranquilidad que contrasta completamente con la tensión que se vivía un piso más abajo y que hacía que el aire se cortara con tijera. En los pases de sala hay mate (hasta el mismo jefe nos seba, cosa que no creo que se vuelva a repetir nunca en ningún lado de ahora hasta que me jubile), los médicos se encuentran abiertos a recibir preguntas y explicar y por ende nosotros a sacarnos todas las dudas que tengamos. En definitiva, se va a trabajar contento y con buena onda.

Pero como no podía ser de otra manera, siempre hay “personajes” dignos de ser comentados.

El jefe del servicio es un sesentón canoso y naturalmente, como todos los jefes, con años de experiencia. Se lo nota un hombre dedicado con los pacientes y aparenta buena persona; es de esos tipos que no tienen intención de joder a nadie. Pero hay una característica de su persona que hace que los pases de sala a su cargo sean muy graciosos, y es su despiste. En otras palabras, es un viejito copado pero que cuelga. 

Jefe: - ¿Le diste el alta a Florez?
R1: - No Doctor, esa paciente ingresó ayer
Jefe : - Pero, ¿No es la del aborto?
R1: - No, esa es Gutierrez. Esta es la del cáncer de ovario
Jefe: - Ahhh, esta bien. ¿Y como fue la cirugía? ¿Se recupera bien?
R1: - … es que la vamos a operar mañana
Jefe: - Pero como, no entiendo… ¿No la operaron ayer?
R1: Hoy venimos lento – No, ayer operamos a Rojas de un mioma uterino
Jefe: - Ahh, cierto, tenes razón, Rojas. Bueno… - Se queda pensando
R1:
Jefe: - ¿Cuál era la del aborto?
  
Pero también en mi hospital encontré Doctoras como Torosentado (quizás la recuerden de la entrada GINECOLOGOS, GINECOLOGOS). Casualmente (o causalmente, nunca lo sabré), las profesionales más amargadas y conflictivas son siempre mujeres. No conozco el porqué de esta cuestión ni tampoco tengo nada en contra del género, todo lo contrario, pero es una observación casi constante. Las peores de todas son las que están cerca de alcanzar su jubilación. De estas, casi ninguna zafa.

Un día tuve la “dicha” de asistir al consultorio de PAP y colposcopia. Al mismo van tanto pacientes para el control normal que toda mujer debe hacerse, como otras que son seguidas por alguna patología en particular.
El consultorio es una habitación con 2 camas ginecológicas separadas por una mampara cuya función es evitar el contacto visual entre las dos pacientes que van a ser revisadas simultáneamente (por dos médicos distintos, por ahora) y de esa manera darles un poco de privacidad. Uno de los médicos es un residente y el otro es uno ya experimentado que es el que guía al primero y le aclara las dudas. Por lo que pude observar, la mencionada mampara es el único detalle que intenta preservar la intimidad de las mismas.
Y es que yo me imagino la situación de estar acostado con las piernas abiertas y con alguien metiéndome un plástico para abrirme todavía un poco mas, mirando mis profundidades y obteniendo muestras de las mismas y realmente no es algo muy lindo que digamos. Por ende, lo que más querría es que eso se haga en un ambiente que preserve la poca dignidad que a uno le queda después de este acto médico.

Pero en el hospital esto no ocurre. Una larga fila de mujeres aguardan ser revisadas y el consultorio funciona como una máquina de hacer chorizos. La puerta se abre con una frecuencia de no más de 7 minutos y ya desde el vamos nos recibe una enfermera de 60 años, portando su ambo verde fluorescente cual empleada pública de Gasalla y pintarrajeada a mas no poder. Mira a la interminable fila con gesto de desaprobación e invita a pasar a la siguiente paciente:

-          La que sigueeeeeeeee!!!

Siempre es de la misma manera. Seguido esto, la paciente ingresa cual vaca al matadero para salir 7 minutos después y dar lugar a la próxima.
Una vez dentro del consultorio, la misma enfermera repite mecánicamente una instrucción que viene impartiendo desde hace como mínimo 40 años:

-          Sacate la bombachita y sentate en la camilla... y con la colita bien afuera ehhh

Acto seguido y con solo un “hola” de por medio, la médica que realizará el examen le encaja el espéculo. Todavía no entiendo como hacen, pero en no más de 5 minutos ven y obtienen todo lo que necesitan. Eso, sumado a los 2 minutos que tarda la paciente en vestirse y desvestirse suman los 7 que debe durar el examen.

Cuando por alguna que otra razón el examen se dilata más de lo debido, la médica más vieja acelera el trámite como sea, como en la siguiente situación:

Residente de segundo año intentando colocar el espéculo en una paciente muy pero muy nerviosa. Estaba tan nerviosa y contracturada que era casi imposible empezar con el examen. Primer intento, rompe un espéculo de plástico. Segundo intento con cambio de tamaño y también lo rompe. Naturalmente, la manera de solucionar esta situación es darle a la paciente el tiempo que necesite para tranquilizarse o hacerla salir del consultorio y llamarla nuevamente más tarde. La residente, ya un poco inquieta y viéndose la que se le venía si fallaba una vez más, decide intentar con un espéculo de metal. Justo en ese momento, asoma por el costado de la mampara separadora la cara de la conchóloga madura que dice:

-          Mirá que hay muchas pacientes afuera ehh. A ver si aceleramos un poquito...

Obviamente este comentario puso aún más tensa a la paciente. Si antes rompía espéculos de plástico yo creo que ahora le ponías una manzana y sacabas sidra. Resultado, tampoco se pudo con el de metal y la paciente tuvo que volver otro día.

Y es que muchas veces el paciente se despersonaliza ante el médico y pasa a ser solo una enfermedad. No se cual es la causa de que esta situación ocurra, pero lo cierto es que pasa. Entonces escuchamos:

-          ¿Ya revisaste a la mama de la cama 4?
-          Che, vos que la viste, ¿Está mejor el prolapso de cama 7?
-          Preparate que hay un útero en quirófano para raspar

Y uno se imagina un útero, solito, en el medio de la camilla esperando ser raspado. No nos acostumbramos a llamar a los pacientes ni por su nombre ni, aunque sea, por la palabra paciente.

Y no todo se lo van a llevar los médicos, no no no. Como siempre hay una enfermera que nos saca de quicio. Mientras estan las dedicadas y que realmente son de una ayuda impresionante, también están las otras, esas que nacieron para joder. Parece que hicieran horas extras de hijoputez.

TOTA ronda lo 50 y pico, es rubia (mal teñida, por supuesto) y muy demostrativa, tanto que ya es bizarra. Camina por los pasillos de la sala de internación arrastrando el carrito lleno de los suministros médicos que necesita para sus quehaceres y gritando:

-          Se me corren del pasillo por favooorrrr

Tota cree que porque trabaja en el hospital hace 30 años puede hacer lo que quiere. ¿Por qué debería seguir la indicación de una pendeja de 25 que recién entró hace dos meses? La respuesta, Tota, es que la pendeja es médica y vos sos enfermera. Y con esto no desmerezco para nada a las enfermeras. Pero a gente como Tota le cuesta aceptar que gran parte (o casi todo) su trabajo diario se basa en cumplir las indicaciones médicas. Entonces, Tota hace lo que se le canta. Si el médico indica un antibiótico por vena y ella no lo encuentra, se lo da por vía oral y no avisa. Si esta cansada de sacar sangre y el médico necesita una muestra le dice: ¿Y porqué no se la sacas vó?  Cree que le hace un favor cuando en realidad solo cumple con su trabajo.
Y por sobre todas las cosas es maleducada. A esta altura solo queda esperar su jubilación. 

En una semanita termino con esto y ya le dejo de sacar el cuero a los ginecos. Despues, sigue cirugía y ahí, nos vamos a divertir.

jueves, 26 de julio de 2012

PERO VOS, ¿QUE SOS?


Desde que me “recibí” y entré en el limbo en donde uno es médico pero no lo es la gente no para de molestarme pidiéndome favores.

Antes que nada quiero aclarar a que me refiero con esto del limbo. Todo comienza el día en que uno da su última materia y recibe los huevazos. El último huevo que impacta nuestra cara, el último granito de yerba que se deposita en nuestro pelo para formar parte de la masa indivisible de asquerosidades que nos cubren y la última gota de vino tinto barato que nos moja es lo que nos da la bienvenida a la nada misma. A partir de ese momento ingresamos en algo que no podemos hacer entender a la gente bien que es. Ya aprobamos todas las materias y por ende no somos más estudiantes de medicina, pero tampoco somos médicos porque no tenemos matrícula. Y es que lo que nos separa del tan ansiado sello son 8 meses más de prácticas hospitalarias obligatorias; o sea, el bendito IAR (internado anual rotatorio).

Esto que parece tan fácil de entender, aparentemente no lo es; o a lo sumo no lo es para la manga de pelotudos que son los que me piden favores:

-          Chee, te reee felicito, me enteré que te recibiste!!!
-          Ehh… gracias - ¿y esta quien mierda era?
-          Sabes que me pidieron un certificado para hacer deporte…
-          Ahh, que bien…
-          Si… - mira como esperando algo
-          Mirá que yo no tengo matrícula todavía
-          Queda desencajada  - No, no hay drama, igual no lo decía por vos… Bueno, te voy dejando que se me hace tarde.

También creen que yo trabajo en el lugar donde hago mi IAR. Si supieran que en realidad casi nadie me registra ahí, se darían cuenta que no puedo conseguirles lo que pretenden que les consiga.

-          Ay, vos estas haciendo las prácticas en Sarasa, no?
-          Seee – Esta viene de mangazo seguro
-          Sabes que la Encrinóloga (asumo que es endocrinóloga) me mando hacer unos estudios de la tiroides
-          Mirá que bueno…
-          ¿No me podes sacar turno?
-          ¿?

Como vas al hospital todos los días también te piden que les des medicamentos gratis. Primero, si consigo medicamentos me los quedo yo. Segundo, no soy tu mula para llevarte cosas gratis. Tercero, compratelos vos (tampoco te voy a hacer receta porque NO TENGO MATRICULA TODAVIA!!).

También es común que crean que ahora que sos médico sabes absolutamente todo. Es como si el día en que te recibiste hubiera sido un punto de inflexión en donde a partir de ahí o te bajó un aura de conocimiento o fuiste poseído por el alma de Hipócrates. No sé que piensan, pero suponen que pasaste de saber nada a ser un experto en cualquier problema que ellos pudieran tener: desde un pedo atravesado hasta un tumor cerebral.

-          Che, sabes que a mi hermano pobre, le detectaron un problemita en la cabeza. Lo está viendo el neurólogo.
-          Uhh, que cagada… (pobre tu  hermano, pero la verdad me importa tres huevos)
-          Mirá, te traje la tomografía a ver que opinas

Te traje la tomografía a ver que opinas?? O sea, a quien le entra en la cabeza que un pobre recién recibido puede opinar sobre un diagnóstico o tratamiento que en este caso debe instaurar un neurólogo? Quizás el paciente tenía un problemita ahí arriba pero que a su hermana no le subía agua al tanque tampoco, no me hace falta ser neurólgo para darme cuenta.

También creen que los podes diagnosticar sin siquiera revisarlos, sin pedirles estudios complementarios, sin nada. Esto no lo puedo hacer ni yo ni lo puede hacer un médico con 30 años de experiencia. Vienen y te dicen:

-          Ay, sabes que hace 4 meses que cuando voy a hacer caca me duele el oído, ¿que puede ser?

Ahí es cuando tratas de pensar donde corno encajan esos síntomas extraños en algo que alguna vez hayas leído. Pensas y pensas,  y no aparece nada. Si estas un poco perseguido te desesperas porque sentís que no sabes y que los 7 años en la facultad fueron al pedo. Además, tenes que darle una respuesta que calme un poco la ansiedad. Porque créanme que aunque haga 4 meses que le duele el oído cuando caga va a querer saber el por qué en el momento en que te lo pregunta.  Ahí es cuando te dan ganas de decirle, “es porque tiene mierda en la cabeza señor, y el acto defecatorio la moviliza y le produce la otalgia”, pero te contenes. En el mejor de los casos le terminas diciendo que para saber eso hay que hacer estudios y que tiene que ir al especialista (que elija si empieza por el otorrino o por el proctólogo).

Otros  asumen que como sos una persona joven y ya estas recibido, entonces no tenes quilombos. Me pasa en el natatorio que gente del personal entra al consultorio y me dice: “Vos si que no tenes problema ehhh!!”. ¿Y que carajo sabes si tengo o no tengo problemas?

O te miran de reojo y en la cara les podes leer: “Que pendejo hdp, ya debe estar forrado”.  Piensan que como ya te recibiste debes estar levantándola en pala.
¿A vos te parece que si estuviera forrado seguiría trabajando en la pileta de mierda esta donde me pagan dos mangos con cincuenta la hora?

Y volviendo a lo del principio, no entienden como es eso de estar recibido pero no. Después de haberles explicado con lujo de detalles y estar casi seguros que entendieron todo, te preguntan: “pero entonces, ¿sos o no sos médico?”. O sea, no me importa lo que creas que soy, lo único que me importa es que te quede claro que no me podes pedir nada todavía. En definitiva, eso es lo único que quieren saber.

Si esto es lo que vivo aun siendo un “profesional” no matriculado, no me quiero imaginar lo que voy a tener que pasar cuando sea médico con sello en mano.

ADIOS OBSTETRICIA


En un post anterior dije que los ginecoobstetras iban a ser la mayor musa inspiradora del contenido de este blog, y no me equivoqué. Definitivamente lo que viví dentro del servicio de maternidad fue bastante… “jugoso” por decirlo de alguna manera. Como era de esperar, ni la Doctora C ni la Doctora Z saciaron sus ansias de vernos sufrir. Por el contrario lo que les contaba antes fue solo el comienzo, la punta del Iceberg.

Pocas veces en toda mi carrera conocí gente tan arpía. Si, esa creo que es la mejor palabra para definirlas, en especial a C. Porqué esta es la típica mina que de frente es tu “amiga”, que pretende oficiar de confidente y que cuando menos te lo esperas te clava el puñal. Tiene la costumbre de criticar a sus colegas y le encanta el chusmerío barato intrahospitalario; es como una Viviana Canosa degradada en vejez que disfruta del cuchicheo y de armar conventillo. De hecho, no puede estar más de diez minutos seguidos sin tirar comentarios del estilo:

-          Ay chicas, vieron, el infectólogo joven que vino hoy, es el Brad Pitt del hospital!! Ojito con lo que hacen - Mientras mira a las residentes con una risa pseudocómplice pero falsa como billete de 25 pesos. En el fondo, sabe que está de vuelta, pero desearía tener 30 años menos para coquetearlo y no quedar tan mal.

Otras veces despotrica contra sus colegas y habla como si ella fuera premio Nobel de Medicina.

Por supuesto, su trato hacia nosotros, los rotantes, continuó siendo ambiguo. Por momentos se mostraba como una mujer accesible y por otros nos ponía en situaciones totalmente incómodas. En definitiva, actitudes dignas del diagnóstico psiquiátrico al que llegamos con los otros rotantes: Ciclotimia.  Disfrutaba vernos sufrir y como le encantaba tener el control no toleraba si algo se escapaba de sus planes. Si ella nos daba una orden, no había motivos para salirse de sus planes, por más mínimo que fuera el desvío.

C: - ¿Cómo puede ser que si yo dije que fueras al consultorio vos fuiste a la guardia? ACA LA QUE MANDA SOY YO!!!!!

Creo que ese intento de demostrar autoridad cuando en realidad no tiene ningún cargo jerárquico (es médica de planta como cualquier otro), no hace más que reafirmar mi convicción que lo que en realidad la aqueja es un gran complejo de inferioridad.

Es de esperar, entonces, que la mejor estrategia para llevarse bien con una persona de estas características es obviamente seguirle el juego. ¿Y que hubiera representado esto? Nutrirla con chismes, por ejemplo. Obviamente no podíamos caer tan bajo, de manera que no accedimos a eso aunque nos hubiera allanado el camino. Por el contrario, indignados con su actitud bipolar, no parabamos de criticarla cuando ella no estaba alrededor nuestro, o por lo menos, creíamos que no estaba alrededor nuestro. Y si, tanto va el pájaro a la fuente que al final que se rompe, como dice el dicho. Tanto hablábamos mal de ella que un buen día nos oyó.

Salíamos del hospital, totalmente indignados con su actitud:

-          Es una bipolar de mierda, quien se cree que es!! De repente es tu mejor amiga y de repente te odia, esta reeee loca la mina esta!!

Seguido esto, y como si algo invisible nos llamara, los 5 rotantes giramos nuestra cabeza casi al unísono para dar con la imagen de un ser esquelético cuya vista estaba fija en nosotros, situado en una esquina y fumando un cigarrillo. No era otra cosa que la doctora C.

-          Vayan chicos, háganme el favor…

Esas palabras fueron indicio que había escuchado. Y a partir de ahí supimos que se nos vendría lo peor. Atravesando la mitad de la rotación y con tu encargada que acaba de escuchar que le dijiste que es una loca de mierda, estábamos en el horno.
Tal cual como algunos lo supusimos, al otro día nos junta para hablarnos. Y demostrando su bipolaridad nos dice:

-          En tono amigable - Bueno chicoooos, ayer escuché que en la puerta del hospital estaban hablando mal de alguien….. DE QUIEN ERA??

El cambio de tono fue casi instantáneo. Su cara se transformó. Obviamente negamos que estuviéramos hablando de su persona, y dijimos que era cosa nuestra.

-          Vuelve al tono amigable – Es que si estaban hablando de mi, a mi me gustaría saberlo, para que solucionemos las cosas…

Paradójicamente su actitud lejos de exacerbarse se atenuó y a partir de allí nos comenzó a molestar cada vez menos. Evidentemente, el haber escuchado que la criticaban de esa forma la tomó de sorpresa y le movió una fibra interna. O al menos eso quiero pensar.

Creo que la Doctora C tiene el mérito de haber entrado al podio de los seres mas indeseables da la fauna médica conocidos por mí hasta ahora en mi corta vida académica. Gracias a Dios y luego del incidente que les contaba más arriba, esta bicha tomó sus vacaciones y dejó nuestra última semana de rotación a cargo de la Doctora Z. Y no es que Z sea precisamente un dulce de leche, pero por lo menos llegaba a las 10 y hacía que nuestras primeras 2 horas de la mañana transcurrieran en un ambiente distendido. Y en esa última semana que tuve un contacto más cercano con ella, descubrí en su mirada un pasado sufrido (confirmado luego por Facebook… si, si, nadie zafa de las redes sociales). Intentaba ver más allá de esa coraza auto impuesta y encontré lo que me pareció una mujer amargada, desdichada e infeliz. Y ahora entiendo, no cabe otra posibilidad que estar disconforme con la propia vida para reaccionar de la forma que reacciona con el resto. El inconformismo con uno mismo hace que no toleremos a los demás.

Por suerte mi rotación en ese servicio ya terminó y jamas volveré a pisar esos suelos ni mirar esas caras. Pero sí hay algo que les tengo que agradecer tanto a la doctora C como a la doctora Z y es: Gracias por ser mis referentes para saber en lo que no debo convertirme en un futuro! 

miércoles, 27 de junio de 2012

BIENVENIDO IAR!


Llega el primer día de IAR (internado anual rotatorio) y me entero que comienzo rotando en el servicio de ginecología y obstetricia de mi hospital. En el IAR, los alumnos de Medicina que ya terminamos de cursar todas las materias de la carrera intentamos aplicar los conocimientos teóricos adquiridos durante todos estos años, ayudados por médicos superiores de cada área, en las especialidades denominadas “básicas” (Clínica Médica, Cirugía, Pediatría y la susodicha GyO).

Llego al hospital y voy al piso de Maternidad. Lo primero que me encuentro es una cantidad impresionante de grafitis en las paredes. Estas inscripciones invaden desde el hall de recepción hasta la última habitación del piso pasando por todas y cada una de ellas. Son mensajes de bienvenida a los niños que nacen en el nosocomio, entonces es común ver escrito con fibron rojo sobre el mármol blanco veteado (si señores, los hospitales de antes eran señores hospitales): “…Vienvenido Brandon Elián Gamorro, te keremos tus avuelos”. En fin, al principio es chocante pero lamentablemente uno se va acostumbrando a este tipo de cuestiones.

Desconociendo cuales serían las actividades que me tocaría desarrollar, simplemente me dirijo con mis otros compañeros al servicio y pregunto por algún médico disponible. Nos recibe muy cálidamente una profesional ya entrada en años que nos comienza a interrogar. De ahora en más la llamaré Doctora C.
La Doctora C es muy delgada, casi raquítica. Su pelo cobrizo finamente planchado a la cara, sus ojos que detrás de unas gafas importantes nos estudiaban de arriba abajo y una sonrisa que rápidamente noté fingida fue lo primero que me alertó que algo malo estaba por ocurrir. Nos hace pasar a un despacho y nos comienza a hacer preguntas para “conocernos mejor”.

Doc C: -Y cuéntenme, ¿Qué especialidad quieren seguir?
Rotante 1: -Anestesiología
Doc C: - ¿Tu papá es anestesista?
Rotante 1: -No
Doc C: - Ahh, entonces ¿Tu tío es anestesista?
Rotante 1: -No
Doc C: -(impacientándose de no encontrar a ningún familiar que sea anestesista). Esta bien, entonces ¿Tenes algún primo o hermano anestesista?
Rotante 1: -No tengo a ningún familiar anestesista (y nos mira de reojo pensando, ¿Qué le pasa?)
Doc C: -Ahh bue, esta bien… (Mientras hace una mueca de desaprobación y sigue preguntando al de al lado)

Nunca entendí por qué había que tener un familiar anestesista para ser anestesista. O sea, ¿Y como surgió el primer anestesista del mundo? Ahora resulta que si no presentas un certificado de familia no te dejan entrar, por favor!!

Luego de hacernos preguntas generales que fueron seguidas de entreceño fruncido y muecas varias nos invita a sentarnos:

-          Y cuéntenme, ¿De donde son? Ustedes no hicieron la materia acá, ¿No es cierto?
-          No, la hicimos en Sarasa
-          Ahhh, en Sarasa (dice asintiendo mientras mira a otro colega con cara de “pobres pibes” y esboza una sonrisa socarrona), Bue, vamos a ver que aprendieron en Sarasa…

Ahí es cuando comenzó algo que no esperaba que ocurriera el primer día. Un interrogatorio digno de examen seguido de una cara de desaprobación tras otra. Finalmente, no dice: “Chicos, están muy flojos, vayan a leer y después vengan que les sigo preguntando”. Resultado: 1 hora leyendo en lo que se supone que debería ser un ámbito de prácticas.

Más tarde asistimos al pase de sala de pacientes. Allí, las Médicas Residentes comentan una por una las pacientes internadas y su situación clínica. En el medio de dicho pase, entra a la habitación la que de ahora en más voy a denominar la doctora Z.
La doctora Z es la Jefa del servicio de Obstetricia. Está entrada en años y entrada en kilos. Viste solo de casaca; sus labios rosados con color por fuera de sus límites y sus uñas verdes son una combinación llamativa que parecen haber sido obra de un paciente psiquiátrico. Su actitud demuestra cierto grado de cansancio con la vida. Arrastra sus pasos y sus palabras casi pareciendo adormecida. Pero la muy turra esta más despierta que cualquiera esperando la situación perfecta para largar el comentario más inapropiado o  simplemente para sacar de quicio a los demás. Y como sabe que a quien saca de quicio es un subordinado que se la tiene que aguantar, se regocija el doble.

Doc Z: -Y decime (dirigiéndose a una residente), ¿Por qué a esta paciente le ponen Hierro?
Residente: - Porque la paciente está anémica y bla bla…
Doc Z: - No, no no…. Acá dice Hierro y el hierro no existe.
Residente: - Bueno, en realidad le damos Sulfato Ferroso…
Doc Z: -Ahhhh, viste que no le das hierro. ¿Sino que tengo que pensar? ¿Qué le hacen chupar un clavo oxidado a la paciente?
Residente: - ¿?

Lo que podría ser un comentario gracioso ella lo transforma en una cagada a pedos de mala manera. La mirada sobradora devora por completo a la residente y la deja con una simple respuesta posible: “…Diculpe Doctora, ya lo cambio”, mientras en realidad está pensando “la próxima vez te enveneno el café por hija de puta”.

Nadie quiere a la doctora Z y como su autoridad es impuesta nadie le tiene respeto tampoco. Porque es verdadero líder quien sabe conducir a un grupo con aceptación de sus integrantes y respeto innato, per se. Este sapo viejo y arrogante, en cambio, es solo un intento de lo que seguramente quiso alguna vez ser y no pudo.

Ahora se viene un mes aguantando a estos personajes y seguramente viviendo un montón de historias interesantes para contar.
Definitivamente los Ginecoobstetras van a ser los mayores inspiradores de mi “musa” escritora. ¡Aunque sea, gracias por eso! 

SEGUIMOS CON LA MALDITA BUROCRACIA


Les cuento como siguió la historia en la secretaría de Ginecología donde habían perdido la hoja con las notas. Finalmente, la opción que pensé más correcta para solucionar el problema fue la de apersonarme a la misma y ver como la empleada tomaba nota de mi calificación para pasarla a una planilla nueva. Si bien el tener que desplazarme más de 10 km especialmente para eso no me causó ninguna gracia y distó mucho de ser tan sencillo como enviar cómodamente un e-mail desde mi propia casa, decidí que era lo más correcto dado el evidente bajo nivel de intelecto de la persona destinataria del correo electrónico. Además, ya me habían rebotado el mail cuatro veces por tener la casilla llena.

En fin, llego y le paso mi nota. A los 5 días recibo un llamado de una compañera que me comenta que voy a tener que volver porque las notas se perdieron otra vez. Ya se que parece algo inventado pero juro que es real. ¿Cómo una persona puede ser tan idiota de perder no solo una vez, sino dos veces un papel con más de 10 calificaciones?
Asíque tuve que repetir la misma secuencia de ir hasta el lugar, volver a verle la cara de marmota a la secretaria (y contenerme de no pegarle) y pasarle de nuevo mi calificación.

Hasta ahora no hay novedades en la página de Internet.

Que país!!

jueves, 21 de junio de 2012

AYUDANTES QUE NO AYUDAN

Hoy les voy a escribir acerca de unos personajes particulares: Los ayudantes de anatomía. Primero que todo, les tengo que contar un poco que significa la palabra “ayudante” en el contexto de una carrera universitaria, en este caso Medicina. Los ayudantes son alumnos de años más avanzados de la carrera que ingresan dentro de una cátedra (anatomía, histología, fisiología) para dar clases prácticas a otros alumnos. La idea es orientarlos y ayudarlos a comprender los distintos temas de la cursada. Además, pueden tomarles evaluaciones parciales y calificarlos.


Así como los cirujanos se destacan del resto de los integrantes de la fauna médica por su personalidad tan característica, los ayudantes de anatomía se destacan del resto de los ayudantes “comunes” por la misma cuestión. ¿Y como no lo van a hacer si la mayoría son pichones de cirujanos? Son la semilla de lo que años después germinará como un carnicero matriculado hecho y derecho.

Los ayudantes de anatomía tienen varias cosas a favor. Por un lado, su materia está en el primer año de la carrera. Esto implica que durante un año entero van a tener en frente a una criatura indefensa con nulo conocimiento de lo que es la carrera (y la vida en muchos casos) y con muy poca capacidad de refutar cualquier cosa que ellos digan. Por otro lado, al ser su primer contacto con la facultad, los alumnos los tomaran como referencia e inconscientemente los idolatrarán, alimentando aún más su ego y terminando de cerrar el círculo vicioso. Durante sus primeros años como ayudantes, pasaran de ser simples humanos a ser seres superiores. Se convertirán en una especie de pseudo Dioses y terminaran de completar su divinidad cuando su sello diga “MEDICO CIRUJANO”.

Los ayudantes de anatomía no asumen como única función la de explicar los temas de la materia que les incumbe, por el contrario, ellos piensan que el recién llegado necesita ser disciplinado. Son muy comunes los sermones impartidos al alumnado que recién pisa el suelo de Fmed y los esbozos de risas socarronas que emiten por detrás.

“…Acá se ingresa a las 6 de la tarde. Ni cinco minutos mas, ni cinco minutos menos…”

Mientras miran fijo a los ojos despavoridos de los pibes puestos en fila, con el ceño fruncido y regocijándose en sus adentros.

En el momento del examen, ingresan a los alumnos en un aula para la ocasión. Generalmente hecha de cemento y pintada de gris oscuro y con el 50% de los tubos de luz rotos, queda con una tenue iluminación que favorece el clima de miedo generalizado que se respira. Uno espera ahí sentadito a que lo llamen como si estuviera esperando un verdugo para que lo decapite. En un momento, entra un ayudante con una hoja y nombra dos o tres alumnos. Se escucha un murmullo generalizado seguido por un “SILENCIO”, eco de la voz del patriarca mayor (o jefe del turno). Los recién llamados se dirigen al aula del examen, en donde se centrará la masacre, escoltados por el verdugo. El ciclo se repite una y otra vez hasta que el que es llamado es uno. Ahí se vive la propia experiencia y luego de esto, se le permite salir al pasillo donde se encuentra con un panorama similar al de una posguerra. Hay quienes lloran de felicidad, es el llanto que expresa que la guerra ha terminado, y hay otros que lloran de tristeza, como los que lloran por los familiares perdidos. Grupos de chicos consolando a un caído o varios caídos que buscan consuelo entre ellos mismos. Esto que les cuento se vive únicamente en Anatomía.

Y los ayudantes disfrutan ese momento. Salen del aula a buscarse un café y pispean de reojo. Se miran entre ellos y en su cara transmiten…”Que tontos, les fue mal”.

Si bien hay muchos ayudantes (algunos amigos personales) que escapan a esta regla general, mi parecer es que la combinación de estudiante recién salido del CBC con ayudante con un “poder” más allá del que le corresponde no lleva a buen puerto. No hay nada más indignante que te desapruebe un alumno de segundo año estando vos en primero, y que encima quiera darte clases de medicina (no anatomía, medicina) creyéndose algo que no es.  

En fin, es al primer mal de los tantos, la primera piedra en el camino que el aspirante a galeno debe enfrentarse en el largo trecho que lo separa de esa ansiada hoja que dice “Medico”.

Dale poder a las cucarachas y destruirán el mundo. Asíque, ojo con los ayudantes de anatomía… ESTAN AVISADOS!