domingo, 29 de abril de 2012

DUERMETE MI NIÑO…


Hoy les voy a contar algo sobre la anestesiología. Especialidad últimamente megadifundida entre los alumnos de medicina atraídos por la buena vida que les vaticina si se adentran en ella, tiene como especímenes a varios personajes que voy a usar de modelo para describir el prototipo de este especialista.

Hay dos tipos de anestesistas. Los que se metieron a la profesión por la plata y los que lo hicieron por amor al arte (y que de paso les deja guita). Son personalidades completamente diferentes. Mientras que los segundos son personas del corriente, sin un prototipo definido, los primeros son como calcados unos de otros. Y en esos mismos me voy a enfocar hoy.

Los anestesistas de este grupo son todos cancheros. El grado de cancherismo está asociado a dos variables: a la edad y al grado jerárquico alcanzado, siendo inversamente proporcional a la primera y directamente a la segunda. Esto es, cuanto más jóvenes logren ser jefes, peor será. Están caracterizados dentro de la fauna médica como los que mejor vida llevan y no tienen problema en echárselo en cara a los demás. Aparecen en el hospital con un auto último modelo (el mejor de todo el personal, seguramente) y todo el tiempo muestran su celular recién adquirido. Son los únicos que llevan la notebook o el iPad a la guardia y suelen utilizarlos para mostrar las fotos de sus viajes al exterior. Cuando hablan de dinero lo minimizan, para ellos nada es caro:

        “… Si llegas a ir a Londres, no podes obviar Picadilly Circus, es fenomenal. Aparte es reee barato. Yo estuve ahí en julio… a ver… no, espera, fue en abril. En julio estuve en Roma, que tonto!...”

Y uno se los queda mirando como diciendo, porqué no te volves a Villa Tessei de donde sos, perejil. Las cucarachas resucitadas son así. Tienen esa cosa de chetismo fingido que no se lo cree nadie.

Ese alarde que hacen del dinero lo usan esencialmente para mostrarse. Les encanta que los demás sepan que son exitosos, alimenta su ego. De hecho, muy pocos médicos de otras especialidades tienen tanto ego como los anestesistas (casi empatados con los cirujanos). La guita los hace sentir más seguros de sí mismos y los sube a una plataforma invisible desde donde les hablan a los demás. Ellos están siempre ahí arriba, sobre su podio tapizado por la cara de Franklin.

Y es su ego el que los hace intolerantes. Como ellos son los mejores y todo esta en segundo lugar viven desmereciendo al resto:
     
-           “…El otro día operamos a una goorda horrible, que hija de puta, no se puede ser tan fea en la vida…”
-          “…No sabes el putaso de novela que vino ayer…”
-          “…Ay, en el hospital tengo que atender a cada uno, son más ignorantes!!...”

Dentro de lo que aman esta la guita y dentro de lo que odian, están los pacientes. Los principales motores que incentivan a una persona a convertirse en anestesista son dos: hacerse rico y  no tener la necesidad de hablar con ningún enfermo. Odian el contacto con el paciente. Tratan de evitarlos hasta último momento y solo se limitan a preguntar las dos o tres cosas estrictamente necesarias para poder hacer su trabajo correctamente. 

1)      ¿Sos alérgico a algo?
2)      ¿Te operaron alguna vez?
3)      ¿Que medicación tomas?

No quieren que el paciente se explaye y pretenden que solo se limite a responder lo preguntado con monosílabos.

Los que trabajan en hospitales públicos (generalmente porque aspiran a ser jefes para que les de currículum) no soportan el contacto con los “negros”. De hecho, compensan esta situación trabajando además en una clínica top como Arcos o Trinidad.

En lo que respecta a su trabajo, tampoco la pasan mal. Si bien cuando se complica un procedimiento anestésico bailan bastante, en general, su  rutina en el quirófano se limita a sentarse y mirar películas en su notebook o a piropear a la instrumentadora. Basta solo con mirar el monitor cada tanto para ver si el cristiano que yace en la camilla cuasi muerto sigue todavía vivo, y la labor estará cumplida.

Se llevan bien con el resto de los médicos que tienen especialidades quirúrgicas. Entre sus “mejores amigos” de la fauna están los cirujanos generales y los traumatólogos. Odian a los clínicos y están todo el tiempo desmereciendo su trabajo:

      - “… Yo no entiendo como pueden estar todo el día atendiendo viejos…”
      - “…Dejate de joder, van de aca para allá buscando el cultivo del pis, de  la caca…”

Además los tildan de ignorantes, dicen que no saben nada.  

Pero no es la residencia la que los transforma. Ellos ya son así desde sus inicios como estudiantes. Son los típicos buenos alumnos, promedio 9.20 que asumen que eso es “normal” y esperable para cualquiera. En el fondo saben que no es así, pero con esta actitud desmerecen a los demás. Es común escucharlos decir:

-          “Ay, quien puede ser tan tonto de aplazar. Tampoco es que una ciencia, no?”

Y el que aplazó se lo quiere comer crudo. Estas buenas calificaciones son las que les permiten ingresar a esta especialidad tan bien regulada, con tan pocos puestos y tan competitiva por las razones que ya se imaginarán. El transcurrir por la residencia los pone a punto caramelo, los termina de “madurar” y los larga a la vida a que demuestren a los “otros” lo que es ser exitoso.

En fin, arrogantes, superficiales y poco médicos en el sentido profundo de la palabra no hacen más que generarme rechazo. Pero hay que aceptar que son un mal necesario, de los cuernos y del cuchillo no se salva nadie!

jueves, 26 de abril de 2012

UNA RUTINA DILUIDA


Siguiendo con la temática del natatorio quiero contarles como es un día mío dentro de ese lugar.
Ya una cuadra antes de llegar empiezo a molestarme. Les soy sincero, estoy un poco podrido de hacer esto. Agradezco el trabajo, que me permite estudiar y que en verdad no es para nada difícil, pero la monotonía del mismo se me hace a veces insoportable. La sistemática de ver cabezas, axilas, manos y pies para alguien que es casi médico y en donde la mayor expectativa es encontrar un hongo o un piojo no me agrada demasiado. Pero bueno, es lo que hay.

Atravieso esas puertas vidriadas del frente y saludo a la recepcionista y demás empleados. Lo primero que hago es firmar el cuaderno con las horas que voy a estar ahí ya que si me olvido de eso es como si no hubiera ido. Pido la llave del consultorio, entro y me acomodo. A partir de acá los minutos empiezan a correr lentamente. Tengo sentimientos encontrados, por un lado quiero que venga gente, pero por otro lado no quiero ver a nadie. La mayoría de las veces me pongo a leer para las materias que estoy cursando en ese momento pero otras veces también estoy cansado de eso, y es ahí cuando las agujas no avanzan más.

Parece increíble pero cuanto más al pedo estoy menos trabajo hay. Ahora sí, cuando estoy a dos días de rendir un final, con los huevos en la garganta y estudiando a dos manos, parece que todos se acuerdan que se tienen que revisar. Y no solo se revisan, sino que me dan charla. Además, ahora no se les ocurrió mejor idea que poner una balanza asique tengo que pesar a todo el mundo. Eso no es nada, sino que además tengo que escuchar las quejas y la indignación de la gente con el resultado, como si yo tuviera la culpa:

Clienta: - ¿Me podrías pesar?
YO: -Si, por supuesto (no ves que me muero de ganas!)
Clienta: - ¿Y… en cuanto estoy? (con cara como si fuera a recibir un regalo de cumpleaños)
YO: - 82 kilos
Clienta: - Ehhhhh, ahhh nooo, no puede ser!! Si encima que no estoy comiendo nada ahora empecé Acuagym!! ¿Vos estas seguro que esa balanza esta calibrada?
YO: Sí señora, anda bien
Clienta: No, es imposible… al final me voy a tener que ir a una farmacia (y se va indignada)

Ahora, ¿Vos te crees que con 2 clases de Acuagym vas a bajar 40 años de morfarte lo que venga?

Y como les digo, siempre me terminan dando charla cuando más ocupado estoy, como con esta señora de 60 y pico que no tuvo mejor idea que contarme la historia médica de cada integrante de su familia:

Señora: - … y mi nieta tuvo una enfermedad de chica y por eso ahora tiene la presión alta… ay, ¿Cuál es? (mirándome como esperando una respuesta)
YO: - …
Señora: - Pucha, no me acuerdo… es una que antes había mucho, yo la tuve, ¿No sabes cual te digo? Que antes había, después no hubo más y ahora volvió por culpa de todos los africanos estos que están viniendo…
YO: ¿?

Señora: - …Y tengo otro nieto que nació seismecino, pero es un roble te digo, todavía ni formado estaba, ni la colita tenia (esto juro que no lo entendí) y ni siquiera estuvo en incubadora, a la semana ya estaba pesando 3 kilos…
YO: - Ahh, mire que bien…

Pero no solo los clientes de la pileta me interrumpen, que en definitiva es para lo que estoy, sino también los otros empleados del natatorio que, aprovechando sus momentos de descanso deciden darme charla obviando por completo mi cara de histérico mientras trato de leer las 150 hojas que me faltan leer para rendir al otro día. Los que más me charlan son las vestuaristas y el personal de mantenimiento.

Amanda es la vestuarista de la tarde. Es una mujer buena, pero quejosa. Su agobio se transmite a todo y todos. Está cansada de limpiar y fregar todo el día y no recibir la retribución que merece, es entendible. Pero todo lo sufre, todo es una carga, todo le hace mal y todo le cuesta el doble que al resto de los mortales. Y para el colmo de los colmos tiene mala suerte.

Entra Amanda a su horario y me saluda.

Amanda: - Ay… ¿Cómo andas?  Yo no doy más, estoy destruida. Ya no se más que hacer, no se puede vivir más así.
YO: - ¿Qué te pasa?
Amanda: - ¿Qué me pasa? ¿Qué NO me pasa? Hace tres días que no tengo ni luz ni teléfono. Y como me robaron el celular estoy totalmente incomunicada. Perdí la comida del freezer, que encima no se si me quemó.
YO: - Uhhh (sin saber que decir)
Amanda: - Además tengo a los del fondo que estuvieron toda la noche haciendo ruido y no pude dormir nada, estoy toda ojerosa. ¿Es justo que ni siquiera pueda vivir tranquila en mi propia casa? 
YO: - Y, no... (con menos para decir)
Amanda: - Es que necesito un hombre...
YO: - ... (sin palabras)

Cada vez que Amanda se va a hacer su recorrida por los vestuarios hago una inspiración profunda. Juro que me deja sin energías.

El encargado de mantenimiento es otro personaje. Cincuentón, recientemente viudo, redescubre una vida juvenil junto a su nueva mujer 10 años más joven. No tiene mejor idea que contarme sus “hazañas” sexuales

José: - No sabé como me tiene la negrita, uff (y se hace una seña como secándose la cabeza), me tiene loco!!
YO: - Ahhh, si? Que bueno… (sin sacar la vista del libro)
José: - Si, y yo estoy hecho un toro viteh. Por eso ahora me tomo un speed así le doy matraca a la noche

Que mierda me importa si le das matraca o no le das matraca a tu mujer, ¿¿porqué tengo que escuchar esto?? Dios, ¿Qué hice de malo para merecerlo?


No podía faltar el guardavidas. Este es otro al que le gusta hablar en el momento menos oportuno. Quizás la diferencia con los demás radica en que este no viene a contarte cosas de su vida privada como José ni a descargar sus emociones asumiéndote como un psicólogo barato como Amanda. Tampoco le van las banalidades; al tipo le va lo profundo, los temas grosos, lo importante. Es de esas personas que a todo quiere sacarle el "jugo". Te ve totalmente concentrado con la mirada clavada fija en el libro y comenta:


         - "... Que increíble Favaloro ehhh..."


¿Qué se supone que esperas que conteste a eso? ¿Crees que voy a abrir un debate sobre la vida de Favaloro en este momento? O lo que es peor:

         - "--- Che, ¿Y que opinas de este tema de YPF?"

El colmo de todo es que cuando uno necesita a estos personajes para pasar el tiempo (llámase en Verano cuando no hay nada para leer) parece que se esfuman y desaparecen!

Para terminar les cuento algo del dueño. Este es un cuarentón petiso y cheronca. Viene bronceado, con pantalón y medias deportivas, aunque últimamente le pinta más el traje. Entra caminando con la espalda ancha, marcando territorio e implícitamente diciendo “Todo esto es mío”. Pero es el ser más tacaño que conocí en mi vida. Por suerte no tengo mucho más contacto que un hola o un chau con este personaje del cual todavía estoy esperando que coloque el ventilador que prometió en el consultorio. Capaz para el verano que viene lo hace.

Me quedan un par de meses y dejaré para siempre este lugar, espero, por algo mejor. Veremos…

MALDITA BUROCRACIA

Justo cuando pensaba que saldría invicto de tener que lidiar con la maldita burocracia universitaria Argentina, cuando tenía la casi certeza que iba a ser uno de los pocos alumnos exentos de problemas administrativos durante estos años me encuentro con lo contrario. Siempre hay una primera vez para todo, dicen, y hoy me tocó a mi.

Resulta que recibo un mail avisándome que debo apersonarme a la secretaría de la materia Ginecología debido a que hubo un "pequeño" inconveniente con las notas. Les cuento que cuando un alumno lee "problema con las notas" automáticamente se le cruzan por la mente millones de cosas. En este caso, pasaron por mi cabeza recuerdos de las tardes que pasé estudiando eso que ya rendí, pensé que me saqué de encima y que ahora está en "veremos" hasta lo feliz que fui en el momento que me enteré que se había terminado, intercalado ahora con un sentimiento de ira y una especie de ideación homicida para el responsable de lo que acontece.

Indagando un poco más me entero que el problemita con las notas es que la secretaria las perdió. ¡¡Pero, que bueno!! Perdón los secretarios de UDH, no se cuales son sus actividades pero, ¿Tanto problema es cuidar una hojita con 20 notas? ¿Como se les puede perder?
Para solucionar el problema hay dos opciones: la primera, escanear la hoja de la libreta y enviarla a la dirección de mail de ellos o la segunda, y lamentablemente la más segura, apersonarse y ver en vivo y en directo como la oligofrénica de turno escribe la nota y GUARDA la hoja en un lugar seguro para que no se le pierda de nuevo. Obviamente uno no está tranquilo hasta que la calificación aparece en internet, lo que significa que está pasada al acta de la facultad y salvo que se prenda fuego (o algún otro idiota la pierda) estará a salvo y el inconveniente por fin solucionado.

Asi que veré como sigue esto y a ver si lo que parece un problema sencillo de solucionar termina siendo un dolor de cabeza.

Ahh, me olvidaba... me rechazan el mail porque tienen la casilla llena. Asique o no tienen ganas de laburar o de verdad confirmo mi teoría que elijen gente estúpida a propósito.

Perdón por el exabrupto pero necesitaba descargarme!