Llega el primer día de IAR (internado anual
rotatorio) y me entero que comienzo rotando en el servicio de ginecología y
obstetricia de mi hospital. En el IAR, los alumnos de Medicina que ya
terminamos de cursar todas las materias de la carrera intentamos aplicar los
conocimientos teóricos adquiridos durante todos estos años, ayudados por
médicos superiores de cada área, en las especialidades denominadas “básicas”
(Clínica Médica, Cirugía, Pediatría y la susodicha GyO).
Llego al hospital y voy al piso de Maternidad.
Lo primero que me encuentro es una cantidad impresionante de grafitis en las
paredes. Estas inscripciones invaden desde el hall de recepción hasta la última
habitación del piso pasando por todas y cada una de ellas. Son mensajes de
bienvenida a los niños que nacen en el nosocomio, entonces es común ver escrito
con fibron rojo sobre el mármol blanco veteado (si señores, los hospitales de
antes eran señores hospitales): “…Vienvenido Brandon Elián Gamorro, te keremos
tus avuelos”. En fin, al principio es chocante pero lamentablemente uno se va
acostumbrando a este tipo de cuestiones.
Desconociendo cuales serían las actividades
que me tocaría desarrollar, simplemente me dirijo con mis otros compañeros al
servicio y pregunto por algún médico disponible. Nos recibe muy cálidamente una
profesional ya entrada en años que nos comienza a interrogar. De ahora en más
la llamaré Doctora C.
La Doctora C es muy delgada, casi raquítica. Su
pelo cobrizo finamente planchado a la cara, sus ojos que detrás de unas gafas
importantes nos estudiaban de arriba abajo y una sonrisa que rápidamente noté
fingida fue lo primero que me alertó que algo malo estaba por ocurrir. Nos hace
pasar a un despacho y nos comienza a hacer preguntas para “conocernos mejor”.
Doc C: -Y cuéntenme, ¿Qué especialidad quieren seguir?
Rotante
1: -Anestesiología
Doc C: - ¿Tu papá es anestesista?
Rotante
1: -No
Doc C: - Ahh, entonces ¿Tu tío es anestesista?
Rotante
1: -No
Doc C: -(impacientándose de no encontrar a ningún familiar que sea
anestesista). Esta bien, entonces ¿Tenes algún primo o hermano anestesista?
Rotante
1: -No tengo a ningún familiar anestesista (y nos mira
de reojo pensando, ¿Qué le pasa?)
Doc C: -Ahh bue, esta bien… (Mientras hace una mueca de desaprobación y sigue
preguntando al de al lado)
Nunca entendí por qué había que tener un
familiar anestesista para ser anestesista. O sea, ¿Y como surgió el primer
anestesista del mundo? Ahora resulta que si no presentas un certificado de
familia no te dejan entrar, por favor!!
Luego de hacernos preguntas generales que
fueron seguidas de entreceño fruncido y muecas varias nos invita a sentarnos:
-
Y cuéntenme, ¿De donde son?
Ustedes no hicieron la materia acá, ¿No es cierto?
-
No, la hicimos en Sarasa
-
Ahhh, en Sarasa (dice asintiendo
mientras mira a otro colega con cara de “pobres pibes” y esboza una sonrisa
socarrona), Bue, vamos a ver que aprendieron en Sarasa…
Ahí es cuando comenzó algo que no esperaba que
ocurriera el primer día. Un interrogatorio digno de examen seguido de una cara
de desaprobación tras otra. Finalmente, no dice: “Chicos, están muy flojos,
vayan a leer y después vengan que les sigo preguntando”. Resultado: 1 hora leyendo
en lo que se supone que debería ser un ámbito de prácticas.
Más tarde asistimos al pase de sala de
pacientes. Allí, las Médicas Residentes comentan una por una las pacientes
internadas y su situación clínica. En el medio de dicho pase, entra a la
habitación la que de ahora en más voy a denominar la doctora Z.
La doctora Z es la Jefa del servicio de
Obstetricia. Está entrada en años y entrada en kilos. Viste solo de casaca; sus
labios rosados con color por fuera de sus límites y sus uñas verdes son una
combinación llamativa que parecen haber sido obra de un paciente psiquiátrico.
Su actitud demuestra cierto grado de cansancio con la vida. Arrastra sus pasos
y sus palabras casi pareciendo adormecida. Pero la muy turra esta más despierta
que cualquiera esperando la situación perfecta para largar el comentario más
inapropiado o simplemente para sacar de quicio
a los demás. Y como sabe que a quien saca de quicio es un subordinado que se la
tiene que aguantar, se regocija el doble.
Doc Z: -Y decime (dirigiéndose a una residente), ¿Por qué a esta paciente le
ponen Hierro?
Residente: - Porque la paciente está anémica y bla bla…
Doc Z: - No, no no…. Acá dice Hierro y el hierro no existe.
Residente: - Bueno, en realidad le damos Sulfato Ferroso…
Doc Z: -Ahhhh, viste que no le das hierro. ¿Sino que tengo que pensar? ¿Qué
le hacen chupar un clavo oxidado a la paciente?
Residente: - ¿?
Lo que podría ser un comentario gracioso ella
lo transforma en una cagada a pedos de mala manera. La mirada sobradora devora
por completo a la residente y la deja con una simple respuesta posible:
“…Diculpe Doctora, ya lo cambio”, mientras en realidad está pensando “la
próxima vez te enveneno el café por hija de puta”.
Nadie quiere a la doctora Z y como su
autoridad es impuesta nadie le tiene respeto tampoco. Porque es verdadero líder
quien sabe conducir a un grupo con aceptación de sus integrantes y respeto
innato, per se. Este sapo viejo y arrogante, en cambio, es solo un intento de
lo que seguramente quiso alguna vez ser y no pudo.
Ahora se viene un mes aguantando a estos
personajes y seguramente viviendo un montón de historias interesantes para
contar.
Definitivamente los Ginecoobstetras van a ser
los mayores inspiradores de mi “musa” escritora. ¡Aunque sea, gracias por eso!