miércoles, 27 de junio de 2012

BIENVENIDO IAR!


Llega el primer día de IAR (internado anual rotatorio) y me entero que comienzo rotando en el servicio de ginecología y obstetricia de mi hospital. En el IAR, los alumnos de Medicina que ya terminamos de cursar todas las materias de la carrera intentamos aplicar los conocimientos teóricos adquiridos durante todos estos años, ayudados por médicos superiores de cada área, en las especialidades denominadas “básicas” (Clínica Médica, Cirugía, Pediatría y la susodicha GyO).

Llego al hospital y voy al piso de Maternidad. Lo primero que me encuentro es una cantidad impresionante de grafitis en las paredes. Estas inscripciones invaden desde el hall de recepción hasta la última habitación del piso pasando por todas y cada una de ellas. Son mensajes de bienvenida a los niños que nacen en el nosocomio, entonces es común ver escrito con fibron rojo sobre el mármol blanco veteado (si señores, los hospitales de antes eran señores hospitales): “…Vienvenido Brandon Elián Gamorro, te keremos tus avuelos”. En fin, al principio es chocante pero lamentablemente uno se va acostumbrando a este tipo de cuestiones.

Desconociendo cuales serían las actividades que me tocaría desarrollar, simplemente me dirijo con mis otros compañeros al servicio y pregunto por algún médico disponible. Nos recibe muy cálidamente una profesional ya entrada en años que nos comienza a interrogar. De ahora en más la llamaré Doctora C.
La Doctora C es muy delgada, casi raquítica. Su pelo cobrizo finamente planchado a la cara, sus ojos que detrás de unas gafas importantes nos estudiaban de arriba abajo y una sonrisa que rápidamente noté fingida fue lo primero que me alertó que algo malo estaba por ocurrir. Nos hace pasar a un despacho y nos comienza a hacer preguntas para “conocernos mejor”.

Doc C: -Y cuéntenme, ¿Qué especialidad quieren seguir?
Rotante 1: -Anestesiología
Doc C: - ¿Tu papá es anestesista?
Rotante 1: -No
Doc C: - Ahh, entonces ¿Tu tío es anestesista?
Rotante 1: -No
Doc C: -(impacientándose de no encontrar a ningún familiar que sea anestesista). Esta bien, entonces ¿Tenes algún primo o hermano anestesista?
Rotante 1: -No tengo a ningún familiar anestesista (y nos mira de reojo pensando, ¿Qué le pasa?)
Doc C: -Ahh bue, esta bien… (Mientras hace una mueca de desaprobación y sigue preguntando al de al lado)

Nunca entendí por qué había que tener un familiar anestesista para ser anestesista. O sea, ¿Y como surgió el primer anestesista del mundo? Ahora resulta que si no presentas un certificado de familia no te dejan entrar, por favor!!

Luego de hacernos preguntas generales que fueron seguidas de entreceño fruncido y muecas varias nos invita a sentarnos:

-          Y cuéntenme, ¿De donde son? Ustedes no hicieron la materia acá, ¿No es cierto?
-          No, la hicimos en Sarasa
-          Ahhh, en Sarasa (dice asintiendo mientras mira a otro colega con cara de “pobres pibes” y esboza una sonrisa socarrona), Bue, vamos a ver que aprendieron en Sarasa…

Ahí es cuando comenzó algo que no esperaba que ocurriera el primer día. Un interrogatorio digno de examen seguido de una cara de desaprobación tras otra. Finalmente, no dice: “Chicos, están muy flojos, vayan a leer y después vengan que les sigo preguntando”. Resultado: 1 hora leyendo en lo que se supone que debería ser un ámbito de prácticas.

Más tarde asistimos al pase de sala de pacientes. Allí, las Médicas Residentes comentan una por una las pacientes internadas y su situación clínica. En el medio de dicho pase, entra a la habitación la que de ahora en más voy a denominar la doctora Z.
La doctora Z es la Jefa del servicio de Obstetricia. Está entrada en años y entrada en kilos. Viste solo de casaca; sus labios rosados con color por fuera de sus límites y sus uñas verdes son una combinación llamativa que parecen haber sido obra de un paciente psiquiátrico. Su actitud demuestra cierto grado de cansancio con la vida. Arrastra sus pasos y sus palabras casi pareciendo adormecida. Pero la muy turra esta más despierta que cualquiera esperando la situación perfecta para largar el comentario más inapropiado o  simplemente para sacar de quicio a los demás. Y como sabe que a quien saca de quicio es un subordinado que se la tiene que aguantar, se regocija el doble.

Doc Z: -Y decime (dirigiéndose a una residente), ¿Por qué a esta paciente le ponen Hierro?
Residente: - Porque la paciente está anémica y bla bla…
Doc Z: - No, no no…. Acá dice Hierro y el hierro no existe.
Residente: - Bueno, en realidad le damos Sulfato Ferroso…
Doc Z: -Ahhhh, viste que no le das hierro. ¿Sino que tengo que pensar? ¿Qué le hacen chupar un clavo oxidado a la paciente?
Residente: - ¿?

Lo que podría ser un comentario gracioso ella lo transforma en una cagada a pedos de mala manera. La mirada sobradora devora por completo a la residente y la deja con una simple respuesta posible: “…Diculpe Doctora, ya lo cambio”, mientras en realidad está pensando “la próxima vez te enveneno el café por hija de puta”.

Nadie quiere a la doctora Z y como su autoridad es impuesta nadie le tiene respeto tampoco. Porque es verdadero líder quien sabe conducir a un grupo con aceptación de sus integrantes y respeto innato, per se. Este sapo viejo y arrogante, en cambio, es solo un intento de lo que seguramente quiso alguna vez ser y no pudo.

Ahora se viene un mes aguantando a estos personajes y seguramente viviendo un montón de historias interesantes para contar.
Definitivamente los Ginecoobstetras van a ser los mayores inspiradores de mi “musa” escritora. ¡Aunque sea, gracias por eso! 

SEGUIMOS CON LA MALDITA BUROCRACIA


Les cuento como siguió la historia en la secretaría de Ginecología donde habían perdido la hoja con las notas. Finalmente, la opción que pensé más correcta para solucionar el problema fue la de apersonarme a la misma y ver como la empleada tomaba nota de mi calificación para pasarla a una planilla nueva. Si bien el tener que desplazarme más de 10 km especialmente para eso no me causó ninguna gracia y distó mucho de ser tan sencillo como enviar cómodamente un e-mail desde mi propia casa, decidí que era lo más correcto dado el evidente bajo nivel de intelecto de la persona destinataria del correo electrónico. Además, ya me habían rebotado el mail cuatro veces por tener la casilla llena.

En fin, llego y le paso mi nota. A los 5 días recibo un llamado de una compañera que me comenta que voy a tener que volver porque las notas se perdieron otra vez. Ya se que parece algo inventado pero juro que es real. ¿Cómo una persona puede ser tan idiota de perder no solo una vez, sino dos veces un papel con más de 10 calificaciones?
Asíque tuve que repetir la misma secuencia de ir hasta el lugar, volver a verle la cara de marmota a la secretaria (y contenerme de no pegarle) y pasarle de nuevo mi calificación.

Hasta ahora no hay novedades en la página de Internet.

Que país!!

jueves, 21 de junio de 2012

AYUDANTES QUE NO AYUDAN

Hoy les voy a escribir acerca de unos personajes particulares: Los ayudantes de anatomía. Primero que todo, les tengo que contar un poco que significa la palabra “ayudante” en el contexto de una carrera universitaria, en este caso Medicina. Los ayudantes son alumnos de años más avanzados de la carrera que ingresan dentro de una cátedra (anatomía, histología, fisiología) para dar clases prácticas a otros alumnos. La idea es orientarlos y ayudarlos a comprender los distintos temas de la cursada. Además, pueden tomarles evaluaciones parciales y calificarlos.


Así como los cirujanos se destacan del resto de los integrantes de la fauna médica por su personalidad tan característica, los ayudantes de anatomía se destacan del resto de los ayudantes “comunes” por la misma cuestión. ¿Y como no lo van a hacer si la mayoría son pichones de cirujanos? Son la semilla de lo que años después germinará como un carnicero matriculado hecho y derecho.

Los ayudantes de anatomía tienen varias cosas a favor. Por un lado, su materia está en el primer año de la carrera. Esto implica que durante un año entero van a tener en frente a una criatura indefensa con nulo conocimiento de lo que es la carrera (y la vida en muchos casos) y con muy poca capacidad de refutar cualquier cosa que ellos digan. Por otro lado, al ser su primer contacto con la facultad, los alumnos los tomaran como referencia e inconscientemente los idolatrarán, alimentando aún más su ego y terminando de cerrar el círculo vicioso. Durante sus primeros años como ayudantes, pasaran de ser simples humanos a ser seres superiores. Se convertirán en una especie de pseudo Dioses y terminaran de completar su divinidad cuando su sello diga “MEDICO CIRUJANO”.

Los ayudantes de anatomía no asumen como única función la de explicar los temas de la materia que les incumbe, por el contrario, ellos piensan que el recién llegado necesita ser disciplinado. Son muy comunes los sermones impartidos al alumnado que recién pisa el suelo de Fmed y los esbozos de risas socarronas que emiten por detrás.

“…Acá se ingresa a las 6 de la tarde. Ni cinco minutos mas, ni cinco minutos menos…”

Mientras miran fijo a los ojos despavoridos de los pibes puestos en fila, con el ceño fruncido y regocijándose en sus adentros.

En el momento del examen, ingresan a los alumnos en un aula para la ocasión. Generalmente hecha de cemento y pintada de gris oscuro y con el 50% de los tubos de luz rotos, queda con una tenue iluminación que favorece el clima de miedo generalizado que se respira. Uno espera ahí sentadito a que lo llamen como si estuviera esperando un verdugo para que lo decapite. En un momento, entra un ayudante con una hoja y nombra dos o tres alumnos. Se escucha un murmullo generalizado seguido por un “SILENCIO”, eco de la voz del patriarca mayor (o jefe del turno). Los recién llamados se dirigen al aula del examen, en donde se centrará la masacre, escoltados por el verdugo. El ciclo se repite una y otra vez hasta que el que es llamado es uno. Ahí se vive la propia experiencia y luego de esto, se le permite salir al pasillo donde se encuentra con un panorama similar al de una posguerra. Hay quienes lloran de felicidad, es el llanto que expresa que la guerra ha terminado, y hay otros que lloran de tristeza, como los que lloran por los familiares perdidos. Grupos de chicos consolando a un caído o varios caídos que buscan consuelo entre ellos mismos. Esto que les cuento se vive únicamente en Anatomía.

Y los ayudantes disfrutan ese momento. Salen del aula a buscarse un café y pispean de reojo. Se miran entre ellos y en su cara transmiten…”Que tontos, les fue mal”.

Si bien hay muchos ayudantes (algunos amigos personales) que escapan a esta regla general, mi parecer es que la combinación de estudiante recién salido del CBC con ayudante con un “poder” más allá del que le corresponde no lleva a buen puerto. No hay nada más indignante que te desapruebe un alumno de segundo año estando vos en primero, y que encima quiera darte clases de medicina (no anatomía, medicina) creyéndose algo que no es.  

En fin, es al primer mal de los tantos, la primera piedra en el camino que el aspirante a galeno debe enfrentarse en el largo trecho que lo separa de esa ansiada hoja que dice “Medico”.

Dale poder a las cucarachas y destruirán el mundo. Asíque, ojo con los ayudantes de anatomía… ESTAN AVISADOS!

MEDICINA, COMO EN MIS TIEMPOS…¡NO HAY!



Si será una frase repetida por tantos médicos de generaciones pasadas; que ya nada es lo que era. Y me arriesgo a decir que esta afirmación es compartida por varios otros, no médicos. Aseguran que todo pasado fue mejor y que lo que viene nos lleva inexorablemente a la nada.

Mucha gente, dentro de la cual me incluyo, tuvo la suerte de disfrutar en su infancia a sus abuelos. Yo recuerdo que me pasaba horas y horas, tardes enteras, escuchando anécdotas que el mío me contaba. La de él, era una más de las tantas historias de inmigrantes que vinieron sin absolutamente nada y como pudieron construyeron su presente y su futuro en este país. Educaron a sus hijos y disfrutaron de sus nietos. Con esa vida tan llena de experiencias las horas parecían esfumarse en las tardes de invierno, cuando me sentaba con el cerca de la estufa y lo escuchaba hablar. Mi abuelo fue como mi superhéroe de la infancia, esa persona a la cuál te queres parecer.

¿Pero por qué digo todo esto? ¿Qué tiene que ver con la medicina?  El punto de conexión está en las historias. Así como mi abuelo me contaba de su pasado, muchos de esos viejos médicos que me crucé a lo largo de la carrera también compartieron sus historias, médicas en este caso valga la redundancia, conmigo y mis compañeros.

Y es que cuando uno espera por el profesor para tener su clase y ve entrar a un persona por arriba de 70 y pico sabe que pueden pasar varias cosas. Por un lado, tiene casi la certeza que lo que va a acontecer va a estar lejos de ser una clase de medicina ortodoxa. Nada va a tener que ver con lo que está escrito en los libros y probablemente esté más llena de historias que de contenidos teóricos. Por otro lado, a la vieja generación no le agradan mucho los nuevos recursos didácticos como las presentaciones de power point. A ellos dejalos con el pizarrón y la tiza o en su defecto el proyector de filminas.

Es increíble ver como se acuerdan fielmente lo que vivieron y lo expresan con una claridad más que envidiable. Vienen con su pila de placas radiográficas (amarillentas por el correr de los años) y las filminas transparentes. Proyectan electrocardiogramas viejísimos y nos cuentan la historia y el contexto en el cual fueron tomados:

       “…Recuerdo que este electrocardiograma lo tomé de una paciente que estaba internada en la cama 2 de la sala 5 de mujeres. Era el 22 de abril de 1948 y yo era jefe del servicio en ese entonces…”

Y ahí es cuando uno toma dimensión de los años de la persona que tiene en frente. En general (aunque hay excepciones) tienden a ser más comprensivos con los alumnos. Su objetivo no es perjudicar a nadie, sino solo transmitir su conocimiento y experiencia adquirida a través de tantos años de ejercicio de su profesión.
Me ha pasado durante un examen no poder responder ni el 25 por ciento de lo preguntado e igualmente obtener una buena calificación. ¿Y como iba a poder responder algo si todo estaba referido a como se ejercía la profesión hacía 30 años atrás? Pero es en esos exámenes cuando uno aprende todavía más.

Los médicos de antes usan poco los estudios complementarios. Piden una radiografía cuando no queda absolutamente otra opción y tienen una capacidad de diagnosticar a los pacientes con el examen físico que es admirable. Prestan atención a todo, y hasta el más mínimo detalle lo aprovechan para llegar a un resultado.

Pero no todo es color de rosa. Algunos de estos viejitos distan de ser los adorables ancianos descriptos anteriormente y, por el contrario, son en seres de temer.
Una de las cosas a las que cualquier estudiante tiene terror es que uno de estos tan poco simpáticos canosos les tome el examen. Uno piensa, ¿De que forma una respuesta mía puede satisfacer a una persona que viene dando clase de lo mismo desde hace 50 años?

Pero bueno, a pesar de estas poco gratas excepciones reivindico a estos seres de la tercera edad que vienen y comparten sus experiencias con nosotros. Admiro su vitalidad y agradezco lo que nos transmiten en sus charlas.

miércoles, 20 de junio de 2012


Y seguimos con más historias de esta bendita pileta que me tiene como “médico” revisor. Estoy comenzando a notar que a medida que transcurren los meses la cuestión se vuelve más tediosa. No solo porque es una actividad que en sí no soporto más sino porque como la gente me conoce (o cree que me conoce por verme casi diariamente) me entretiene (léase, molesta) con charlas que ni a ellos les interesan.
Ni hablar de los estúpidos que tienen como clientes que preguntan si se tienen que sacar una media o las dos, que lejos de causarme gracia como al principio ahora me indignan. Lo que me indigna es la idiotez humana elevada a la enésima potencia, la falta de sentido común.

CLIENTE (20 años): - ¿Y vos estudias medicina?
YO: - Si
CLIENTE: - Ahh, ¿Para ser Médico?

O tuvo un ACV en el medio de la conversación o es pelotudo todo el tiempo, no se me ocurre otra explicación para esto.

Cuando ya estoy muy saturado tengo un umbral de tolerancia más bajo, lo acepto.
Un padre trae a su niña para revisar y me dice, “…Mirá que a Guada le falta un dedito en el pie…”. Mientras pienso, pobre, tan chiquita y con un dedo menos, veo como el padre le saca la zapatilla, me mira y se ríe: “-Mentira, los tiene todos!!”
Ahhh bue, la nena tiene todos los dedos pero a vos te faltan varios jugadores. Por favor!!

De preguntas como: ¿Te tengo que mostrar los dos pies? ¿Para que me miras la cabeza? ¿Me tengo que sacar las zapatillas? (después de pedirle que me muestren los pies) estoy hasta el orto; recibo por lo menos 10 por semana. Toda de gente mayor, obviamente excluyo a los chicos porque un poco de tolerancia me queda…por ahora.

Hay gente que no se si es irrespetuosa por irrespetuosa en sí misma o por tonta. Llegan y te apoyan la pata chorreando agua en la silla alfombrada. Flaco, secate el piecito antes de entrar a revisarte!

Después están los negadores, los que te cuestionan lo que estas viendo con tus propios ojos:

YO: - Mire señora que ahí tiene un hongo, ¿Hace cuanto lo tiene?
CLIENTE: - Nooo, eso no es un hongo, es un callo
YO: - Señora, los callos no salen entre medio de los dedos ni son rojos, es un hongo
CLIENTE: - Ah, bueno (seguramente pensando, puta madre pendejo de mierda me cagó).

Si recuerdan del post anterior, Amanda es una empleada del lugar. Amanda se cansa de su trabajo y molesta, quiere hablar. No importa que estas haciendo, no importa si tu cara dice “no soporto ver a nadie”, ella viene y te habla. Siempre está triste y quejosa asique habla de eso.
A Amanda le dijo su psicóloga que tiene que hacer actividades fuera de su trabajo para desestresarse. ¿A quien se les ocurre que puede recurrir?

YO: Leyendo para el parcial del día siguiente
AMANDA: - ¿No me buscas en la compu donde dan clases de Tai Chi Chuan?

Mi cara se puso verde al solo hecho de pensar que iba a tener que destinar mi próxima media hora tratando de encontrar lugares y horarios que la convenzan.

Otro personaje, pero que no les describí, es el de la vestuarista de la mañana: RAMONA. Desafortunadamente Ramona tiene muchos problemas de salud y pretende que yo sea el eslabón que falta en su vida para solucionarlos. Ramona consulta al hematólogo, al neumonólogo, a la ginecóloga y todos los ólogos que se les ocurran que a su vez piden interconsultas con otros colegas y solicitan muuuuchos estudios. Estudios y consultas para los que hay que sacar turno. Entenderán entonces por donde viene la cuestión. A su vez, Ramona tiene otros familiares con problemas de salud que consultan a muchos especialistas y que también requieren estudios. Conclusión: Más turnos. Si quieren conmoverme con enfermedades empezaron por el camino equivocado.

Y no solo mis oídos son receptores de pedidos de favores sino que en lo que probablemente ellos piensen sea una retribución, también son receptores de chusmerío barato. O sea que lo que termino recibiendo a cambio por favores que no cumplo son críticas hacia otros empleados. Supongo que esto es una cadena de la cual soy parte sin querer y que quien hoy acude a mí hablando mal de otro, mañana acude al mismo otro para hablar mal de mí. Hay de todo para repartir: amores no correspondidos, intereses por más “poder” dentro del lugar, odios personales. Yo, lo único que pretendo es que me dejen en paz para leer!

Haría un plan de LIBROS PARA TODOS así la gente tiene menos tiempo para pelotudeces y de paso se cultiva un poco!