viernes, 14 de diciembre de 2012

Y SE ACERCA EL PRINCIPIO DEL FIN


Poco a poco, día a día, voy saliendo del limbo en el cual estoy hace ya más de 6 meses. Ese limbo que les contaba alguna vez que se llama IAR (internado anual rotatorio) y que le da a uno el atributo particular de ser médico y a la vez no serlo. Esta situación nos genera a los que la vivimos sentimientos extraños. Por un lado la felicidad de haber terminado de cursar las materias, pero por otro una sensación de no ser nada. ¿Qué sos?, te preguntan, ¿estudiante… médico? Y uno siento que no es nada. Le terminas diciendo a la gente que sos un “rotante”, solo para que te queden mirando con cara desencajada sin entender muy bien que significa ese término y se dejen de joder. En el peor de los casos te preguntan que significa ser rotante y ahí ya sabes que te vas a pasar los próximos 10 o 15 minutos tratando de explicar una situación que ya es inexplicable de por sí. Cuando terminas, ves en la cara de tu interlocutor la expresión de la nada misma y tenes la seguridad que no entendió un pomo de todo lo que le dijiste.

Pero no todas son pálidas, también tiene su lado positivo. Los amigos y familiares ya te dicen “doctor”  lo que te da un poco menos de culpas que antes y además te saludan para el 3 de diciembre. Milagrosa y súbitamente empiezan a respetar más tus opiniones médicas. Parece que después de dar  tu último final atravesases una línea que demarca el límite médico-estudiante y que hace que todo el conocimiento te caiga de golpe. La realidad es que uno no es médico todavía, no tiene matrícula y no puede trabajar de eso. Y aquí viene la otra ventaja: cuando algún aprovechador u oportunista te viene a pedir certificados para faltar al laburo le decís  “Que cagada che… te lo haría pero no tengo matrícula”. Y ahí salen rajando, espantados como si hubieran visto a la abuela en pleno acto amoroso con el verdulero del barrio.

Por otro lado y con la excusa, valedera por cierto, de estar en el limbo, podemos zafar de tomar conductas que todavía no nos competen o escapar de situaciones que no podríamos resolver (y que probablemente jamás podremos resolver ni aún con el título en mano).
Muchas veces, estas situaciones tienen que ver con enfrentarnos a pacientes a los que nunca nos vamos a enfrentar teniendo en cuenta la especialidad que tenemos planeado seguir. En mi caso particular son los seres humanos en formación o pacientes pediátricos. Y es que si le preguntas a cualquier médico de adultos que hacer con un chico, va a empezar a transpirar y te va a decir que le pregunta a un pediatra. Los chicos, cuanto más lejos mejor, no los quieren tocar ni con un palo. Y a mi me pasa exactamente lo mismo. Dejame con los adultos y a los chicos si están afuera del consultorio, mejor. Para su atención existen los pediatras, que son médicos especializados en el diagnóstico y tratamiento de pequeños seres.

¿A que viene todo esto? A que ahora que estoy transitando mi salida del limbo, empiezo a tener consultas indeseables. Consultas no urgentes impulsadas por la vagancia del consultante en cuestión que encuentra más fácil venir a molestarme a mi casa que ir a una clínica/sanatorio/salita/hospital. En su mayoría vecinos de los cuales ni siquiera recuerdo haberlos saludado alguna vez o aunque sea tener registradas sus caras. Vienen acompañados de sus pequeñas criaturas quienes en realidad son las verdaderas consultantes encubiertas:

-          Sabes que venía porque me parece que a la nena el pediatra la medicó mal. Tiene esta sinosite que no se le va maaa.

Y ahí es cuando me saco. O sea, no me importa si tu hija tiene sinusitis y no me parece copado que me la traigas a las 10 de la noche para que la vea y además evalúe si el pediatra la medicó bien o la medicó mal. Si estas disconforme, ¿Porqué no consultas con otro? ¿Cual es el sentido de desconfiar en un especialista y después terminar llevando a tu hija a un médico sin especialidad? Eso no es preocupación por tu descendiente, es no tener ganas de desplazarte 20 cuadras al hospital más cercano y esperar a que te atiendan  y preferir caminar una y que yo te reciba con los brazos abiertos. Lástima que elegiste a la persona equivocada.

Sé que cuando el año que viene por fin tenga mi matrícula y sea médico con todas las letras estas situaciones van a incrementar su frecuencia. Por eso el trabajo de campo ya lo hago desde ahora: No estoy nunca. Si el doctor nunca está, no quedará otra que ir al hospital. 

sábado, 8 de diciembre de 2012

LA GENTE Y SUS HISTORIAS


Que los pacientes vengan al consultorio con un diagnóstico de lo que les pasa y un plan terapéutico es cada día más común. Vienen como a comentarte que te parece, como buscando una segunda opinión de lo que ya ellos asumen como correcto. En general llegan al diagnóstico googleando los síntomas y casi siempre de todas las opciones eligen la más grave y/o la que necesite más recursos técnicos para poder ser diagnosticada. Si tienen dolor de cabeza ya quieren que les hagas una resonancia de cerebro por si están teniendo un tumor y si se sienten cansados hace un tiempo lo primero que sospechan es que tienen cáncer. Siempre piensan lo peor, es obvio. Es entonces cuando el médico tiene que luchar para sacarles de la cabeza que eso que leyeron o bien no es del todo correcto o bien no se ajusta al cuadro clínico por el que están atravesando.

Otras veces, no solo se autodiagnostican, sino que también diagnostican a sus familiares.

-          Usted señora lo que tiene es artrosis
-          Ahh, claro, ya me parecía… los años no vienen solos
-          Y claro…
-          Igual la gente joven tiene también ehhh. Mi nietito de 8 años, tiene artrosi en la pierna y en la espalda. Pasa que la madre fregó pisos durante todo el embarazo vio, y eso no le hizo bien al chico, ya nació con los huesos afectados
-          Y si, puede ser…
-          Y además pobrecito nació con asma porque el parto se le atrasó. Tenía que nacer un 22 y se lo corrieron para el 24. Nació pasadito…
-          ¿?

Vaya a saber uno de donde saca la gente las explicaciones de lo que le pasa. Dudo que esta octogenaria haya buscado en Wikipedia la causa de la posible “artrosis” del nieto. Acá no queda otra que asentir y dejar pasar. No te podes poner a explicar la fisiopatología del asma para que entienda que haber nacido “pasadito” no te predispone a tener broncoespasmo. Yo soy de los que piensa que hay que explicarle a la gente lo que tiene, lo que se le va a hacer, los pros y contras de los tratamientos. Pero algunos pretenden recibir una clase de medicina, para eso señores esta la facultad que gracias a Dios es gratuita y recibe a todos sin distinción.

Y que la gente sea ignorante en temas médicos no es un problema, al contrario, es algo totalmente esperable y lógico. Ya dije antes que los médicos somos ignorantes en todos los campos menos en medicina (en el mejor de los casos). El problema está cuando te discuten y se enojan cuando no les pedís o recetas lo que ellos quieren.

Luego de googlear sus síntomas y llegar al diagnóstico, buscan el tratamiento. Llegan a la consulta y directamente te dicen: “vengo para que me des el antibiótico”.
                                  
-          A ver, contame… ¿Qué te pasa?
-          Me duele la garganta desde ayer, no puedo tragar. Estoy toda congestionada, me caen mocos blancos por la nariz y tuve un poco de fiebre.
-          A ver, déjame mirarte… - (Luego del examen físico) - Mirá, por lo que me contas y el examen físico, es viral, asique no justifica dar antibióticos.
-          Ahhh buenooo, ustedes justifican todo con los virus! Que fácil ehh, ¿Acaso no saben recetar? A mi hermano le pasó lo mismo la semana pasada, empezó a tomar amoxicilina y al otro día estaba bien.
-          Bueno, pero no tenía que tomarla asique no te voy a dar antibióticos.
-          ¡Haceme la receta porque yo pago la prepaga para que vos trabajes!
-          No te voy a dar el antibiótico, si queres anda directamente a la farmacia y cómpralo. Acá tenes mi nombre, anda a quejarte a la dirección.

Muchos pretenden que el médico los diagnostique y trate correctamente a pesar de no conocer nada de sus antecedentes médicos. Pretenden orientarnos con sus historias confusas.

-          Contame, ¿Por qué traes a tu hija?
-          Dotora, le cuento (y empieza la historia de su vida…). Ella esta embarazada y me mandó la ostetra para controlarla con usted. La traigo porque ella tuvo 4 paros cardíacos cuando era bebita, porque nació prematura vió…
-          Aja… pero ahora ya es grandecita, ¿Qué la trae por acá?
-          Bueno, ella estuvo en tratamiento hasta los 10 años con un montón de cosas que ya no me acuerdo. Eran de esos que se aspiran y tomaba unas pastillitas redonditas blancas también. Ahh y usaba oxígeno en casa y todo ehh!
-          (Menos mal que me aclaraste, estoy fenómeno ahora) - ¿Y ahora que tiene?
-          Que ya no usa ninguna medicación
-          ¿Pero se siente bien?
-          Sii, esta bastante mejorcita por suerte
-          ¿Y para que la trae?
-          Porque me mando la ostetra
-          (Porqué mierda estudié medicina) - ¿Pero que es lo que tuvo ella?
-          4 paros cardíacos dotora, no le digo
-          (Que difícil, mátenme) – Claro, pero eso no me sirve, no es común que si necesitó tanta medicación ahora sin tomar nada este tan bien.
-          Que, ¿No me cree que estuvo grave?
-          (Lo único que falta que me cague a trompadas ahora) – Si que le creo señora, solo que no me cierra el caso. Yo necesitaría algún resumen de la historia clínica de ella.
-          Ahhhh, ¿Usted habla de la hipocrises?
-          Si, de la epicrisis
-          No, no tengo eso

Y tenes que ponerte a hacer adivinología. Tratar de pensar y pensar que puede ser que esa nena haya tenido durante 10 años, tan severo como para hacer que requiriera oxigenoterapia domiciliaria y que ahora milagrosamente se “curo” de forma espontanea. La gente se enoja, pero el médico por más que sepa no es brujo.

Hay que aprender a adaptarse a todo. Desde intentar adivinar si el origen del dolor abdominal que hoy aqueja a nuestro paciente se originó en un pedo mal atravesado hace diez días a entender lo que el mismo nos quiere decir para poder hacer una historia clínica como la gente. Y créanme que eso no es poco. Lamentablemente el nivel educativo de nuestro país esta cada vez peor, aunque la tasa de alfabetización muestre lo contrario. Nos encontramos con personas que no saben ni cuantos años tienen, ni cual es su domicilio, y mucho menos su número de documento. Preguntarles por qué vienen a la consulta y tratar de interpretar sus síntomas para llegar a un diagnóstico lo más acertado posible pasa a ser una tarea digna de la mejor escena de Misión Imposible. Como frutilla del postre, estas situaciones se dan muy frecuentemente a las 3 de la mañana y después de 18 horas de guardia.

Otras veces nos agarran con pocas luces y no llegamos a entender su jerga.

-          Doctora, vengo porque me llora el nene
-          Y bueno señor, lo tiene que llevar a pediatría, yo soy médica clínica
-          Nooo, vengo porque tengo una gilada en la poronga!

Si señores, esto es real.

En fin, como cualquier profesión, el médico se debe enfrentar y adaptar a una nueva generación de personas con mayores dificultades para comunicarse, más agresiva y muchas veces llenas de preconceptos de su enfermedad inculcados por la vecina del barrio o por San Google. Pero seguimos eligiendo esta profesión a pesar de todo eso. En definitiva, lo lindo de medicina es el desafío constante.