El tiempo pasa y ya van varios meses en los que no escribo
en este blog. Siempre que quiero retomarlo dejo todo por la mitad y no subo
nada pero finalmente hoy decido sumar una entradita más.
Cursando mi segundo año de residencia me tocó realizar una
rotación de unos meses por la terapia intensiva de un hospital muy conocido de
la Ciudad de Buenos Aires.
Es ahí donde conocí como es la personalidad de un médico
terapista. Hasta ese momento no había tenido oportunidad de interacción alguna.
Es que los terapistas viven recluidos en su servicio y hacen la mayor parte de
su trabajo ahí metidos. Muchos de los estudios que requieren los pacientes se
realizan ahí mismo, los análisis de sangre los mandan al laboratorio a través
de una bala neumática y solo salen de su encierro hospitalario por causas de
fuerza mayor como ir a comprar comida. En parte porque no lo necesitan y en
parte porque ellos no quieren salir. Son felices dentro de su madriguera haciendo
sus actividades diarias bajo el sonido incansable de los monitores y
respiradores.
Al terapista no le van las vueltas. Es de buscar la solución
de los problemas en el momento en que los problemas se presentan; no es de dilatar la cosa. Claramente y en muchos
de los casos, los pacientes se encuentran en situaciones que deben ser
resueltas en la inmediatez. Saben que tienen todos los medios diagnósticos y terapéuticos
a su alcance y no hay ningún servicio que pueda acceder a algo que ellos no
puedan. Si en terapia intensiva no está, es porque no existe en el hospital en
cuestión.
El punto es que les encanta ese poder que tienen sobre el
nosocomio. Saben que si piden una tomografía ellos tienen prioridad sobre
cualquier otro. Que si levantan el teléfono y llaman a pindorcho para que venga
a evaluar a un paciente, pindorcho viene y lo evalúa. Sería lo contrario a los
clínicos. Ellos interconsultan a medio hospital, corren de acá para allá y rara
vez alguien les da bola. Y es acá que aparece el primer conflicto
interespecialidad (ya ahondaremos en este tema).
Otra característica es que como todo bicho de unidad cerrada
y crítica, lo que más les gusta del paciente es que este sea incapaz de hablar.
Si el paciente ya se despertó, entonces estaría en condiciones de pasar a otra
unidad. No soportan las demandas del tipo: “me duele la pierna” o “tengo sed”. Son felices si hay que hacer algún procedimiento sobre el
paciente y se pelean para ver a quien le toca
-Ya te dije que este catéter me
toca a mí. Vos le pusiste al 12 ayer!
Compiten para ver quien tiene más procedimientos hechos y
quien más destreza tiene lleva un punto a favor con respecto al resto. Es común
que alguno medio bicho intente robarle a otro la colocación de una vía u otro
tipo de esos menesteres sanguinarios. Y ya que hablamos de este tema, acoto que
robarle una traqueotomía a otro residente sería uno de los peores delitos en la
UTI.
Y esto se aúna en el hecho que la UTIpeople (llámese así a
nuestros queridos terapistas) son de los seres más particulares de la fauna
médica. Pero no hay un solo prototipo por eso quiero compartir con ustedes los
que yo logré identificar dentro de este importante bicherío médico.
-El Tera-King/Tera-Queen: Todos los terapistas tienen
una grandilocuencia especial y se creen
pertenecer al estrato más alto de la sociedad nosocomial. Vendrían a ser la
nobleza, junto a los cirujanos, claro está. Pero el Tera-Monarca es el más capo
de los capos. En el servicio muchos lo aman y muchos otros lo envidian. Puede
coincidir con que sea el jefe de la unidad o en su defecto alguno de los
médicos de planta que tiene más años de experiencia. Su conocimiento de la
especialidad es absoluto y es capaz de resolver en una mañana problemas médicos
que otros estuvieron pensando durante días.
Y acá aparecen dos vertientes: el
humilde y el creído. Del humilde no hay mucho para decir, solo que es realmente
amado por todos. Todos queremos ser como el algún día. El creído, en cambio, es
consciente que es un bocho y que nadie sabe más que él. Pero en vez de enseñar
y transmitir su conocimiento disfruta haciendo quedar mal a los demás.
Generalmente se abusa de los residentes recién ingresados o incluso se desquita
cuando toma examen a los estudiantes de medicina.
-El terapista promedio: acá podríamos englobar a la
mayor parte de la fauna intensivista. Todos ellos comparten algunos rasgos
comunes: no se pueden quedar quietos, les encanta ser invasivos sobre el
paciente y cuanto más catéteres tenga para poder meterle y sacarle cosas de su
cuerpo y efectuar distintas mediciones y cuentitas, más felices van a ser. Otra
característica es que odian a los médicos clínicos.
-Los pichones de especialista: son los residentes. Cumplen
con varias de las características que tienen los anteriores, pero a menor
escala. A diferencia de los demás residentes que recién empiezan, que son
miedosos y cautos al tomar conductas, ellos se mandan a hacer las cosas de
entrada. Ya de chiquitos les gusta toquetear el respirador aunque no sepan bien
que están haciendo.
-El que se equivocó de especialidad: Ya se lo nota incómodo cuando empieza la
recorrida. Entra a la habitación y tiene rechazo al monitor y al ruidito que este
emite. En general coincide con que le da pena que el paciente no responda, no
puede manejar el estrés de transmitir las malas noticias a los familiares y en
el camino de todo ese sufrimiento pierde objetividad. Es muy empático y se
frustra todo el tiempo. No es querido por sus compañeros porque lo tildan de
“clínico”. Representa un muy bajo porcentaje del espectro terapil y es excluido
del grupo. Tarde o temprano deja la actividad o se dedica a trabajos
administrativos.
-El mermo: Este es otro que es dejado de lado por sus
compañeros. Es el típico inútil. Es inútil para llevar a cabo los procedimientos
pero no porque le de impresión lo que hace (como puede pasar con el que se equivocó
de especialidad) sino porque tiene mano de manteca. Se le resbalan las cosas,
se olvido lo que tiene que hacer, es descuidado. En fin, es un peligro
importante.
-El psiquiátrico: Siempre hay uno de estos en todas
las especialidades. En el peor de los casos hay más de uno.. . y ahí agarrate! Algunos
tienen una enfermedad psiquiátrica realmente establecida pero siguen
ejerciendo. Es una incógnita para todos si esa enfermedad es preexistente y fue
agravada por los años de ejercicio médico o si directamente aconteció en el
transcurso de su desarrollo. Son las criaturas más difíciles de manejar.
La unidad de terapia intensiva engloba a todos estos seres y
hace que el ambiente muchas veces sea denso…muy denso. A mí me tocó rotar como
residente y volver posteriormente como interconsultor de la especialidad que
elegí y en ambas ocasiones lo noté.
Pero por algo serán como serán, y como siempre digo… Todos
somos un mal necesario!