Ya hace más de un año y medio que soy residente de un hospital de
la ciudad de Buenos Aires y un tiempo similar que llevo desaparecido del medio
cibernético. Hoy me hago el tiempo para escribir un poquito más y por qué no
volcar acá esas hermosas experiencias que me tocan vivir día a día.
Los que me venían leyendo saben cuáles son las experiencias que más
me gusta revivir. Este blog no está hecho para contar historias conmovedoras
sino historias divertidas y bizarras asique hoy voy a hablarles de un subgrupo
dentro de los personajes pertenecientes a la fauna hospitalaria.
Y ese subgrupo es el de las enfermeras. El mundo de las enfermeras
es un mundo aparte al de los médicos. Como todo, las hay buenas y malas, laboriosas
y mediocres, sumisas y zorras. Se sabe que son un eslabon importantísimo para
la recuperación de un paciente y lo cierto es que pueden ser la mejor aliada o
la peor enemiga de un médico. Claramente voy a encarar la descripción de esas
que nos vuelven locos ya sea por su negligencia o por su mala onda.
Cada vez que uno entra a un servicio nuevo y te ven cara de
pichoncito el primer consejo que te dan los médicos viejos es:
-…Pibe, yo te recomiendo que te lleves
bien con las enfermeras. Cada vez que entres saludalas, pedile las cosas bien y
eso, sino la vas a pasar mal…-
Y ahí es cuando uno piensa que está entrando a una especie de red
macabra en donde día a día va a sufrir una suerte de hospibulling decretado por
la madama de las enfermeras y seguido por su séquito acompañante. Asique así
empezas, temiendo a tus superiores médicos y con expectativa a que maldad te
van a hacer las enfermeras.
Teniendo en cuenta que un médico que recién entra a la residencia tiene
aproximadamente 25 años de edad, que la jefa de enfermería del sector al que este
es asignado tiene unos 60, y que la edad del resto del personal va de 35 a 45
en promedio, es sabido que muchas veces no les va a gustar que un “pendejito”
les ande dando indicaciones. Mas si el pendejito recién ingresado es medio
soberbio (que los hay y mucho). Te bajan del caballo en 2 minutos.
El R1, como conté en alguna otra oportunidad, es el último escalón
del escalafón jerárquico, no solo médico sino hospitalario. Está por debajo de
cualquier otro profesional de la salud. Entonces haciendo una cuenta fácil la fórmula
del hospibulling no es muy difícil de deducir:
HOSPIBULLING = R1 x soberbia
Buena onda de la enfermera
Cuando ya va promediando medio año desde que ingresaste te
comienzan a respetar un poco más. Ya a esa altura te hiciste compinche de
algunas de ellas y supiste distinguir cual es la que labura, la vaga, la guacha
y la venenosa que lleva y trae.
Voy a intentar generalizar algunas de las características de los
personajes más representativos de este grupo, teniendo en cuenta que las
generalizaciones son siempre tendenciosas y sin intención de ofender a nadie.
Las enfermeras mas viejas son en general las mas vagas y las que
menos saben de medicina. Claro, se formaron a la antigua, en el campo de
batalla pero le escaparon bastante a los libros. Son las que comenzaron
poniendo inyecciones con jeringas de vidrio y calentando las agujas en agua
hirviendo. Sus nociones de bioseguridad son bastante pobres y todavía les
cuesta usar guantes hasta para las cosas mas asquerosas. Ellas son excelentes
para todo lo que es procedimiento manual: colocar vías, colocar sondas y ese
tipo de menesteres. También son muy buenas para cuando se acaba el horario de
visita. En ese momento es cuando una de estas enfermeras sale de su estar, con
una facturita en la mano y comienza a caminar desde el frente hasta el fondo de
la sala. En general rellenita, usando ese ambo carcomido que tiene como mínimo
25 años de vida, ya de colores desteñidos. Camina lentamente y con un bamboleo
constante va gritando sin mirar a nadie específicamente: “Se me retiran de las
habitaciones por favor que se terminó la visitaaaaaaaa”. Son buenas para retar a la gente y no temen
enfrentarse a nadie. Claro, conocen al jefe médico del servicio desde que era
R1. Una vez una de ellas me dijo:
…”Yo a Jose lo
conozco desde que era R1. No sabes que pelotudo que era…”
Hay veces, como dije antes, que estas enfermeras coinciden con el
grupo de enfermeras ignorantes. Lo que ocurre es que a la enfermera matriarca
no le importa ser ignorante. Ya esta vieja para remordimientos por lo no
aprendido. Es feliz haciendo poco y tejiendo en su estar entre medicación y medicación.
El problema reviste en las ignorantes-jóvenes.
Y acá aparece el segundo personaje. Las enfermeras ignorantes-jóvenes
se caracterizan porque se preocupan mucho por el paciente pero no tienen idea
de lo que están haciendo. Son duras y siempre lo van a ser. Vienen corriendo
desesperadas y te dicen:
-Doctor, el paciente de cama 12 tiene 90 de frecuencia cardíaca…
-Esta bien Mirta, es normal ese valor.
-Ah, bueno. Le avisaba por las dudas.
Tienen buenas intenciones y seban buenos mates.
El otro polo son las enfermeras-médicas. No hay muchas de estas
pero se caracterizan porque quisieron estudiar medicina, por alguna razón no pudieron
y terminaron siendo enfermeras. Cambiar pañales es la labor que más odian porque
sienten que se rebajan. Miran a las médicas residentes como de costado, con
envidia. No disfrutan de realizar su trabajo. Algunas de ellas más leídas,
quieren sorprender con algún diagnóstico y si se les cruzó alguien a quien no
quieren van a trabajar hasta hacerle pisar el palito con algo. Quieren más a
los médicos hombres que a las mujeres.
El problema pasa cuando toman desiciones sobre el paciente que no
les corresponden:
- Doctor, al paciente de la 8 le saque el suero porque no tenía
ninguna medicación.
-Si, tenía suero!
Otro subgrupo son las enfermeras vagas. Estas enfermeras le
escapan al trabajo a más no poder. Prolongan su desayuno por siglos al punto
que casi lo solapan al almuerzo. Se
toman su tiempo para todo y comienzan a quejarse si el paciente tiene indicada
mucha medicación. Algunas indicaciones son el equivalente a clavarles un puñal
en el corazón:
-Que les indiquen
hacer nebulizaciones
-Que les indiquen
rotar decúbitos (girar a los pacientes que no pueden hacerlo por si mismos)
-Que el paciente
tenga indicadas más de 2 medicaciones endovenosas por turno
-Que tengan que hacer curaciones
Para todo se quejan y tratan de inducir al médico para que
simplifique las cosas. Te proponen:
-Doctor, ¿No sería mejor que en vez de dos antibióticos le pongamos
uno?... pobrecito ese señor se va a intoxicar sino!
-Me parece que a la señora de cama 14 le van a tener que poner una
sonda ehh, orina demasiado. (ah, me olvidaba.. cambiar pañales les “da paja”)
Quieren hacerte desistir de trabajar con el paciente. Vendrían a
ser como el demonio sobre tu oreja izquierda que te susurra: “dale, dejalo...anda a dormir”.
-Amelia, el paciente de la 10 tiene fiebre… ¿Le darías un
ibuprofeno?
-Ibuprofeno no hay doctor ehh, está en falta.
-Qué raro… Bueno, paracetamol entonces
- A ver...(mientras busca en su cartera para no levantarse a
buscar en los estantes de la enfermería), yo tenía uno por acá. Sabe que se acabó
hoy.
-Bueno, entonces ponele pañitos fríos toda la noche…
-Ah, acá apareció un ibuprofeno!
Esta es la mejor frase que escuche de una de estos personajes, por
lo que la voy a resaltar en negrita.
“…No le digas a los
pacientes con que los medicas sino después me reclaman cuando no les llevo las
cosas…”
Estas enfermeras tienden a ser bastante obesas lo que favorece más
su lento caminar. Hacen la recorrida por las camas una vez sola y solo vuelven
a alguna habitación por un mal mayor. Si llega a haber una situación de
urgencia, es casi imposible contar con ellas. No se las puede sacar de su
rutina:
Medico: -PARO!! PARO!!!! Traigan el carro de PARO a la 12!!!!
Enfermera desde otra habitación: -Doctorr, yo estoy haciendo la
higiene de los pacientes, ahora no puedo!
En fin, esto fue solo una introducción. Imagínense las historias
de este estilo que acumulé en el año y medio que llevo en el hospital.
Pero también tengo que decir que por cada enfermera vaga hay 10
que laburan y le ponen mucha onda a la recuperación del paciente. Y esas sí que
son la mano derecha de los médicos. Asique mis felicitaciones a todas ellas y
en especial a Alicia y Pato, lejos las mejores que conocí.