martes, 14 de agosto de 2012

MEDICINA TELEVISADA



¿Cuál es la razón que lleva a un médico a televisarse? ¿Lo hace por la plata?¿Lo hace para cumplir con un deseo interno y altruista de beneficiar a la gente transmitiendo su conocimiento a través de un medio masivo? ¿O simplemente lo hace por el hecho de dar respuesta a un deseo frustrado de ser artista o farandulero?

Las respuestas a estos interrogantes son de lo más variadas y encajan con cada uno los prototipos que hay de este tipo de profesionales. A saber:

El médico cerebrito/cientificista: Es el típico que no se da cuenta que esta en un programa de televisión y piensa que esta en la facultad dando una clase. Despliega un arsenal impresionante de material “didáctico”: maquetas de órganos, frutas de colores para enseñarnos que tenemos que comer y, en los canales mas top, proyecciones que con el solo toque de su dedo cambian mostrándonos toda la información necesaria. Tratan de explicar todo en un lenguaje entendible pero cada tanto se mandan un término médico, como si les costara bajar al intelecto de los mortales ¿Será que realmente quieren instruir a la población o son profesores universitarios frustrados?

El médico todólogo: Este opina de todos los temas. No importa si en realidad es ginecólogo (y la tengo con los ginecólogos), te va a explicar desde como se opera un apéndice hasta como se trata la esquizofrenia. Los que estamos en el tema, nos damos cuenta que tienen un libretito armado y que acaban de repasar los que tienen que decir detrás de cámara. Algún que otro desprevenido ha quedado en evidencia de su desconocimiento cuando el desacatado del periodista se sale del guion. Por ejemplo:

-Ahora nos va a hablar el Doctor X sobre como alimentarnos mejor…
- Bla bla bla,
-Muy bien, gracias Doctor. Y ya que estamos, ahora que esta en auge, ¿Qué diferencia hay entre la Influenza A y la Influenza B?

Y el Doctor X se quiere literalmente cortar los genitales en cámara en ese momento. Pero los médicos tienen una suerte de chamuyo innato que los hace zafar de las situaciones más inverosímiles. Y obviamente, saldrá airoso diciendo cualquier gansada que solo un colega que esté en el tema va a ser capaz de reconocer como tal.


El médico especialista: Este es todo lo contrario al todólogo. Son profesionales requeridos por algún noticiero o programa de televisión para hablar sobre un tema particular que concierne a la especialidad que ejercen. Por lo general, son tipos con cargos altos dentro del servicio de su hospital y la información que brindan es bastante certera. Son los más sensatos.

El médico de las catástrofes/accidentados: Estos aparecen solo cuando algún famoso se accidenta. Son los que siguen la evolución médica/mediática de la persona en cuestión, aunque no tengan la más mínima idea del estado clínico real del susodicho. Responden a preguntas tales como:

            -¿Y se puede vivir sin el bazo? o
            -¿Cómo se vive después de un ACV?

Estas preguntas son siempre formuladas con cara de preocupación fingida por el farandulero entrevistador, pero que en realidad en el fondo desea que las respuestas sean lo más negativas posibles para generar el mayor impacto televisivo. Cuanto más grave la patología mejor, aporta más amarillismo. El médico, haciéndole gamba a ese pedido va a responder en un tono solemne:

            -“Realmente el bazo es un órgano que si bien no es vital, realiza funciones muy importantes en el organismo”, dicho con una expresión compungida y que denota la tristeza aparente que siente porque el famoso perdió su órgano. La frase final siempre debe ser: Ahora, el pronóstico es reservado,
            - Las secuelas pueden ser variadas. Realmente sería hacer futurología, el pronóstico es reservado.

Con lo del pronóstico reservado se lavan las manos y de paso aportan a la causa de generar expectativa con el morbo de la enfermedad ajena.

El médico del puterio: Este no se ocupa de pacientes críticos ni opina sobre temas médicos. Tampoco da clase a la audiencia. Está detrás de cámara, aparece cada tanto cuando “jode” con el conductor y su función es atender a quienes pudieran sufrir una descompensación en plena acción. Se lo ve con su estetoscopio y su tensiómetro listo para ser usado en caso de un desmayo súbito o de un traumatismo. Si esto llegase a ocurrir, el doctor se aprontará rápidamente a socorrer a la víctima y su labor quedará retratada en la pantalla para siempre. No importa si el famoso se esquinza o se fractura, él siempre le tomará la presión y le auscultará los pulmones. A veces le pueden pedir consejos sobre como curar un callo o una hemorroide.

El médico propagandero: Este se dedica a promocionar medicamentos. Aparece en las propagandas resaltando los beneficios de usar una crema antihongos o de tomar un antirreumático. Sus frases siempre terminan en: “Porque YO se lo recomiendo”. Y yo me pregunto, ¿Quién es EL? ¿Tan importante es una persona para que tooodos salgamos corriendo a comprar un medicamento? O te dicen, “Les recomiendo Analgesic Ultra Max D 3 (todavía no se por qué hay que usar este tipo de nombres) porque está demostrado que su absorción es completa y es el más eficaz”. Ahora pregunto, ¿Y quien demuestra eso? ¿Hay estudios que lo avalan? Deberían penar este tipo de propagandas por brindar información falsa.

Y otra cosa que me molesta es cuando los mismos conductores de  los programas de la tarde promocionan algún medicamento. Generalmente jarabes para la tos, antidiarreicos o analgésicos. Al final dicen: “Pregúntele a su farmacéutico de confianza”. ¿Al farmacéutico? ¿Y qué sabe un farmacéutico de medicina? Después vienen a que los atendamos nosotros cuando no cagan hace 5 días por las pastillas que SU farmacéutico de confianza les vendió.

El médico que rellena: Los médicos que rellenan son siempre panelistas de algún programa. Son como los abogados que rellenan pero del rubro de la salud. Son una variante de los cerebritos/cientificistas pero de menor monta. Intentan dar clase a la gente pero con menos recursos didácticos y sobre temas menos difíciles. Digamos que apuntan a la clase más baja e ignorante que no va a entender el pseudolenguaje médico que usan los otros. Estos no dan una charla sobre como se produce un infarto utilizando un corazón de mentira y explicando arteria por arteria, sino que se dedican a responder interrogantes del estilo: “¿Se puede quedar embarazada en la primer relación sexual?” o “¿Cómo evitamos el golpe de calor?”. Los sacas de esto y hacen agua. Seguramente pidan menos presupuesto que los otros.

El médico de las estrellas: Por último esta el dandi. Así como dentro del hospital hay especialistas que están forrados y que miran a los demás desde un podio invisible, en la tele pasa exactamente lo mismo. A este no le interesa explicarle nada a nadie ni hacer propagandas de cremitas o remedios varios. Este ya tiene su cartera de clientes top y en todo caso, va a los programas a promocionarse a sí mismo o a las terapias que promueve. Generalmente son cirujanos plásticos o traumatólogos. Dan asco.

Otra forma que tenemos de ver esta “medicina televisada” y que no está relacionada con los profesionales que salen a hablar en los medios, se basa en los programas que quieren exponernos la “realidad”. Están de moda estas especies de realities donde el camarógrafo es uno más que se incluye y nos muestra como vive el médico las horas de encierro en una guardia. Si bien algunos de ellos, en mayor o menor medida se acercan a la realidad, muchos otros no son más que una pantalla de lo que no sucede. Todos terminan con un mensaje de paz y no de crítica. Te muestran que la vida es una mierda y que casi no hay descanso, pero al final de todo la moraleja es que se es feliz a pesar de eso. Contrarestan  una imagen de hospital público semidestruido con 10 de un hospital en excelente estado y con tecnología de última generación. De esta forma, parecen que quisieran compensar lo que falta en uno con el “exceso” del otro.

Es impresionante ver a los R1 (de especialidades como clínica médica, cirugía, pediatría o tocogineco) felices con su vida de médicos. “Si bien el trabajo es duro, no dormimos hace 2 días y nos retan un poco, estamos contentos” dicen con cara de felicidad. La realidad que yo conozco de un R1 es la de un persona que casi no tiene tiempo de comer ni de dormir, que es “penada” por sus errores con más trabajo (guardias castigo) y que prácticamente carece de vida extrahospitalaria. Una cosa es que se acepte esa idea y se crea necesaria para formar un buen profesional (cosa que no concuerdo) y otra muy distinta es estar contento de haber almorzado una medialuna a las 6 de la tarde y de haber podido ir a hacer pis aunque sea una vez. Y ni hablar de bañarse en los baños del hospital. Ojalá no te vomite o te cague un paciente porque te la regalo para encontrar un sanitario como la gente.

Estaría bueno que estos programas mostraran la verdadera realidad médica argentina e hicieran una crítica al sistema. Creo que eso nos ayudaría a cambiar para mejor. Mientras sigamos haciendo oídos sordos y ojos ciegos a eso que nos pasa todos los días, nunca lograremos un cambio.

Yo me quejo, pero seguramente cuando tenga cincuenta termine cayendo en alguna de las categorías de médicos faranduleros. Por ahora mientras me sigo formando, lucho porque el tiempo me degrade poco. 

viernes, 10 de agosto de 2012

EL ULTIMO BASTIÓN DE VAGINAS


Como les contaba en un post anterior, mi rotación por el servicio de obstetricia llegó a su fin y trajo consigo la grata noticia de nunca mas tener que ver siquiera la cara de la jefe del mismo ni la del resto de la troupe de conchólogos profesionales que la acompañan. Pero de lo que no me libré aún es de tener que atender féminas o, en todo caso mirar mientras las atienden. Y, claro, para que cierre como corresponde, faltaba la frutilla del postre. Ahora me toca rotar en Ginecología.

Reiteradas veces he hecho entradas acerca de los ginecólogos. Como son, como piensan y lo que opino de los que me ha tocado conocer. Y como ya saben, donde hay un ginecólogo yo ya me mal predispongo. No sé porque, evidentemente lo debería tratar con mi psicólogo, pero no me huelen bien. Sobretodo los entrados en años, es gente que no me cae.

Con este preconcepto particular que tengo sobre ellos y viniendo de una experiencia bastante traumática del mes anterior, atravesé la puerta de gineco de mala gana. Pero tengo que admitir que el servicio de mi hospital es muy relajado en el trato con los rotantes. Se respira un aire de tranquilidad que contrasta completamente con la tensión que se vivía un piso más abajo y que hacía que el aire se cortara con tijera. En los pases de sala hay mate (hasta el mismo jefe nos seba, cosa que no creo que se vuelva a repetir nunca en ningún lado de ahora hasta que me jubile), los médicos se encuentran abiertos a recibir preguntas y explicar y por ende nosotros a sacarnos todas las dudas que tengamos. En definitiva, se va a trabajar contento y con buena onda.

Pero como no podía ser de otra manera, siempre hay “personajes” dignos de ser comentados.

El jefe del servicio es un sesentón canoso y naturalmente, como todos los jefes, con años de experiencia. Se lo nota un hombre dedicado con los pacientes y aparenta buena persona; es de esos tipos que no tienen intención de joder a nadie. Pero hay una característica de su persona que hace que los pases de sala a su cargo sean muy graciosos, y es su despiste. En otras palabras, es un viejito copado pero que cuelga. 

Jefe: - ¿Le diste el alta a Florez?
R1: - No Doctor, esa paciente ingresó ayer
Jefe : - Pero, ¿No es la del aborto?
R1: - No, esa es Gutierrez. Esta es la del cáncer de ovario
Jefe: - Ahhh, esta bien. ¿Y como fue la cirugía? ¿Se recupera bien?
R1: - … es que la vamos a operar mañana
Jefe: - Pero como, no entiendo… ¿No la operaron ayer?
R1: Hoy venimos lento – No, ayer operamos a Rojas de un mioma uterino
Jefe: - Ahh, cierto, tenes razón, Rojas. Bueno… - Se queda pensando
R1:
Jefe: - ¿Cuál era la del aborto?
  
Pero también en mi hospital encontré Doctoras como Torosentado (quizás la recuerden de la entrada GINECOLOGOS, GINECOLOGOS). Casualmente (o causalmente, nunca lo sabré), las profesionales más amargadas y conflictivas son siempre mujeres. No conozco el porqué de esta cuestión ni tampoco tengo nada en contra del género, todo lo contrario, pero es una observación casi constante. Las peores de todas son las que están cerca de alcanzar su jubilación. De estas, casi ninguna zafa.

Un día tuve la “dicha” de asistir al consultorio de PAP y colposcopia. Al mismo van tanto pacientes para el control normal que toda mujer debe hacerse, como otras que son seguidas por alguna patología en particular.
El consultorio es una habitación con 2 camas ginecológicas separadas por una mampara cuya función es evitar el contacto visual entre las dos pacientes que van a ser revisadas simultáneamente (por dos médicos distintos, por ahora) y de esa manera darles un poco de privacidad. Uno de los médicos es un residente y el otro es uno ya experimentado que es el que guía al primero y le aclara las dudas. Por lo que pude observar, la mencionada mampara es el único detalle que intenta preservar la intimidad de las mismas.
Y es que yo me imagino la situación de estar acostado con las piernas abiertas y con alguien metiéndome un plástico para abrirme todavía un poco mas, mirando mis profundidades y obteniendo muestras de las mismas y realmente no es algo muy lindo que digamos. Por ende, lo que más querría es que eso se haga en un ambiente que preserve la poca dignidad que a uno le queda después de este acto médico.

Pero en el hospital esto no ocurre. Una larga fila de mujeres aguardan ser revisadas y el consultorio funciona como una máquina de hacer chorizos. La puerta se abre con una frecuencia de no más de 7 minutos y ya desde el vamos nos recibe una enfermera de 60 años, portando su ambo verde fluorescente cual empleada pública de Gasalla y pintarrajeada a mas no poder. Mira a la interminable fila con gesto de desaprobación e invita a pasar a la siguiente paciente:

-          La que sigueeeeeeeee!!!

Siempre es de la misma manera. Seguido esto, la paciente ingresa cual vaca al matadero para salir 7 minutos después y dar lugar a la próxima.
Una vez dentro del consultorio, la misma enfermera repite mecánicamente una instrucción que viene impartiendo desde hace como mínimo 40 años:

-          Sacate la bombachita y sentate en la camilla... y con la colita bien afuera ehhh

Acto seguido y con solo un “hola” de por medio, la médica que realizará el examen le encaja el espéculo. Todavía no entiendo como hacen, pero en no más de 5 minutos ven y obtienen todo lo que necesitan. Eso, sumado a los 2 minutos que tarda la paciente en vestirse y desvestirse suman los 7 que debe durar el examen.

Cuando por alguna que otra razón el examen se dilata más de lo debido, la médica más vieja acelera el trámite como sea, como en la siguiente situación:

Residente de segundo año intentando colocar el espéculo en una paciente muy pero muy nerviosa. Estaba tan nerviosa y contracturada que era casi imposible empezar con el examen. Primer intento, rompe un espéculo de plástico. Segundo intento con cambio de tamaño y también lo rompe. Naturalmente, la manera de solucionar esta situación es darle a la paciente el tiempo que necesite para tranquilizarse o hacerla salir del consultorio y llamarla nuevamente más tarde. La residente, ya un poco inquieta y viéndose la que se le venía si fallaba una vez más, decide intentar con un espéculo de metal. Justo en ese momento, asoma por el costado de la mampara separadora la cara de la conchóloga madura que dice:

-          Mirá que hay muchas pacientes afuera ehh. A ver si aceleramos un poquito...

Obviamente este comentario puso aún más tensa a la paciente. Si antes rompía espéculos de plástico yo creo que ahora le ponías una manzana y sacabas sidra. Resultado, tampoco se pudo con el de metal y la paciente tuvo que volver otro día.

Y es que muchas veces el paciente se despersonaliza ante el médico y pasa a ser solo una enfermedad. No se cual es la causa de que esta situación ocurra, pero lo cierto es que pasa. Entonces escuchamos:

-          ¿Ya revisaste a la mama de la cama 4?
-          Che, vos que la viste, ¿Está mejor el prolapso de cama 7?
-          Preparate que hay un útero en quirófano para raspar

Y uno se imagina un útero, solito, en el medio de la camilla esperando ser raspado. No nos acostumbramos a llamar a los pacientes ni por su nombre ni, aunque sea, por la palabra paciente.

Y no todo se lo van a llevar los médicos, no no no. Como siempre hay una enfermera que nos saca de quicio. Mientras estan las dedicadas y que realmente son de una ayuda impresionante, también están las otras, esas que nacieron para joder. Parece que hicieran horas extras de hijoputez.

TOTA ronda lo 50 y pico, es rubia (mal teñida, por supuesto) y muy demostrativa, tanto que ya es bizarra. Camina por los pasillos de la sala de internación arrastrando el carrito lleno de los suministros médicos que necesita para sus quehaceres y gritando:

-          Se me corren del pasillo por favooorrrr

Tota cree que porque trabaja en el hospital hace 30 años puede hacer lo que quiere. ¿Por qué debería seguir la indicación de una pendeja de 25 que recién entró hace dos meses? La respuesta, Tota, es que la pendeja es médica y vos sos enfermera. Y con esto no desmerezco para nada a las enfermeras. Pero a gente como Tota le cuesta aceptar que gran parte (o casi todo) su trabajo diario se basa en cumplir las indicaciones médicas. Entonces, Tota hace lo que se le canta. Si el médico indica un antibiótico por vena y ella no lo encuentra, se lo da por vía oral y no avisa. Si esta cansada de sacar sangre y el médico necesita una muestra le dice: ¿Y porqué no se la sacas vó?  Cree que le hace un favor cuando en realidad solo cumple con su trabajo.
Y por sobre todas las cosas es maleducada. A esta altura solo queda esperar su jubilación. 

En una semanita termino con esto y ya le dejo de sacar el cuero a los ginecos. Despues, sigue cirugía y ahí, nos vamos a divertir.