sábado, 10 de marzo de 2012

HISTORIAS QUE CONMUEVEN


Porque no todo en la vida es color de rosa les aclaro que las líneas que siguen no serán ni graciosas ni bizarras, como lo intenta ser el 90% del contenido del Blog. Hoy les quiero hablar de algo que tuve la oportunidad de vivir y que me movilizó internamente como pocas cosas lo han hecho ahora en lo que a materia de medicina respecta. Admito que no soy una persona fácil de conmover; si bien no soy frío, es poco común que me deje llevar por mis emociones cuando de un paciente se trata. No tengo problemas en ver a una persona completamente destripada en la sala de operaciones, no suelo conmoverme cuando entra alguien fallecido a la guardia o cuando luego de 40 minutos de resucitación cardiopulmonar insatisfactoria se determina el óbito del mismo. Es, quizás, la adrenalina de la situación la que me mantiene alerta y hace “desconectar” mi mente de mis sentimientos. Es común que después de vivir este tipo de momentos siga haciendo mi rutina de trabajo y no piense en lo que pasó. Creo que también eso es una manera de mantenerme desligado y no dejar que mis emociones afloren. No quiero que confundan mi no vinculación con falta de empatía. Al contrario, trato de ponerme en el lugar del paciente y comprenderlo en lo que le acontece, solo que sus angustias no llegan a movilizarme internamente.

Pero hubo una situación que me superó, y fue el momento de rotar por los consultorios de infectología pediátrica. Y no es lo que seguramente ustedes se están imaginando; ni tiene que ver con neonatos graves que se hacen invisibles bajo las máquinas que los mantienen con vida ni niños mutilados como resultado de vaya a saber que bacteria. No, les repito, ver una persona inconsciente no me genera demasiado, ya que no la asocio a una historia real. Creo que inconscientemente no la pienso como persona sino como a un “objeto” que yace sobre una cama, y es eso lo que precisamente me permite continuar. Pero lo que me pasó esta vez fue distinto, fue enfrentarme a algo a lo que no estoy acostumbrado y es conocer la historia de niños portadores de HIV. Acompañando a la médica especialista en infectología pediátrica, para quién atender a estos pequeños representa nada más y nada menos que su vida diaria, conocí un poco como vivencian estos chicos su condición.

Todos ellos portan el virus desde su nacimiento como resultado del contagio a través de su madre en lo que médicamente se denomina transmisión vertical.  Este tipo de vía de transmisión se ve favorecida por la falta de controles durante el embarazo y que la mayor parte de las veces esta íntimamente asociado al hecho que las parturientas asisten al nosocomio en el mismo momento del parto, borrando toda posibilidad de diagnóstico de la infección y disminuyendo en gran parte la tasa de transmisión al futuro recién nacido. Hoy por hoy, y gracias al impresionante avance en el campo del HIV, es posible que una mujer seropositiva tenga un hijo completamente sano y libre de la infección; pero para ello se debe efectuar un estricto seguimiento tanto en la madre como en el bebé que genere un ámbito favorable para que esto suceda.

Volviendo al tema luego de este paréntesis, fue en esta ocasión que me enfrenté a una situación nueva que nunca había vivido. A pesar que muchas veces me tocó atender pacientes adultos portadores, el solo hecho de conocer a niños en la misma situación me produjo una sensación rara en el estómago. Y es que la vida de estos chicos es muy difícil, y esta dificultad trasciende las fronteras del propio HIV en más ocasiones de las que intuitivamente imaginaríamos. En muchos casos, la falta de educación de sus padres, las condiciones precarias en las que viven y la poca importancia que le dan a una patología que cursa gran parte de su tiempo asintomática no hace más que boicotear constantemente el tratamiento, aunque ellos no se den cuenta. Es común que suspendan tomas, que dejen la medicación por un tiempo y la retomen o que se salteen consultas. Esto no hace más que dificultar el tratamiento y finalmente terminar por disminuir su calidad de vida.

Pero si intentamos pensarlo objetivamente, y dejamos de lado lo estigmatizante que puede ser para una persona darse a conocer portadora, podríamos hacer una analogía del HIV con cualquier otra condición crónica: hipertensión y diabetes, entre tantas otras. ¿Qué diferencia podría existir entonces entre un niño de 6 años diabético insulinodependiente que tiene que adaptarse a las limitaciones que le impone su enfermedad a un niño de la misma edad seropositivo? Si una persona HIV + se trata de manera correcta, su expectativa de vida es alta. Lo más grave de esta enfermedad, a mi entender, es la discriminación y el automático apartamiento que causa al resto de la gente. Nadie deja de tomar mate con un hipertenso, pero si con un portador de HIV, aunque está probado que esta no es una vía de contagio del mismo. Y si no le cierra esta manera de pensar, lo planteo de otro modo, ¿Usted conoce el estado serológico de todas las personas con las que comparte un  mate?
Creo que estas actitudes aversivas tienen que ver con la falta de información que tiene el común de las personas acerca de este tema. Si bien es importantísimo saber de que manera nos podemos contagiar, también es importante saber de que manera no. Sino, lo único que estamos haciendo es adicionar una carga más (y bastante pesada) a quien padece esta condición.

Y tampoco seamos jueces y condenemos al portador. ¿Acaso condenamos a alguien que alguna vez se agarró sífilis o gonorrea? Más de uno de los que lee debe conocer a un tío o primo que tuvo alguna de estas u otra de las llamadas venéreas. La única diferencia entre estas enfermedades es que el que se infecto con HIV tuvo menos suerte, pero no se olviden que se transmiten de la misma forma.

Para volver al tema y terminar cerrando con los chicos, que representan la raíz central que originalmente motivó este post, les cuento que una cosa impresionante de ellos es que gracias a su ingenuidad, desconocen todo esto que les cuento. No llegan a entender que es lo que tienen ni el por qué tienen que tomar la medicación. A medida que van creciendo, es función del médico ir acercándoles la información necesaria que los haga comprender lo que les pasa y que los ayude a cuidarse y cuidar a otros. Es una retribución constante, en la que el infectólogo es su médico de cabecera y en muchos casos su amigo. En el caso particular de los chicos, a quienes conocen en el momento de su nacimiento, los ven crecer a lo largo de los años hasta convertirse en hombres y mujeres adultos. Y en ese transcurso viven junto a ellos las crisis que toda persona tiene, a las que se suma el proceso de entender y aceptar el HIV formando parte de sus vidas. Créanme que es algo muy fuerte, tanto para unos como para otros. A mí, con solo ver la punta del iceberg, me bastó. 

viernes, 9 de marzo de 2012

DOS MANERAS DE VER LO MISMO


Hoy quiero compartir con ustedes dos cartas ficticias: una escrita por una mujer de 53 años podrida completamente de los médicos y que descarga su furia en el escrito que les presento. La otra es de un médico, también maduro, que desconociendo la carta original parece refutar uno a uno los argumentos de la enojada cincuentona.
Porque la realidad depende del cristal con que la mires, para vos: ¿Quién tiene la razón?

CARTA DE LA PACIENTE:

No soy más que una paciente indignada, como tantos otros. Ya me pudrí de los médicos, y no titubeo al decir que son todos unos hijos de puta, literalmente; yo sigo insistiendo con esto aunque me digan que exagero. Estoy convencida que desde el primero hasta el último nacieron para cagarnos la vida a nosotros, los pacientes. Creo que ya desde la facultad los forman para ser desgraciados ¿Qué otra cosa podría decir? Hay hechos innegables que lo prueban.
Sino ¿Por qué nos hacen esperar tanto cada vez que vamos a consultarlos? Encima que una se siente mal (y por eso va) tiene que escuchar que siempre están ocupados, que siempre están atendiendo a otros pacientes, que siempre hay una ambulancia que oportunamente llegó a último momento y nos cagó el lugar. Claro, si nos quejamos en este punto nos tildan de malas personas que lo único que queremos es ventajear al pobre infeliz que andando en moto se partió la cabeza con el cordón de la vereda. Ellos no saben que nosotros ya nos dimos cuenta que esas son solo excusas. ¿Qué se piensan, que no sabemos que detrás de esa bendita puerta que dice “guardia” están comiendo, durmiendo, tomando mate y hasta cogiendo? ¿Qué en las ambulancias seguramente les llevan alcohol, más comida y vaya a saber qué cosas más para alimentar sus perversiones? Por favor, a mí no me engañan más.
Encima, una vez que por fin entras y les decís que te duele algo, te miran raro. Flaco, si supiera lo que tengo no te vendría a molestar, solo que ¿Sabés qué? me siento mal. ¿Yo que sé si el dolor de pecho que tengo es o no un infarto? El médico sos vos y es tu obligación aclarar esa duda que me carcome. Aunque a veces parece que yo supiera más que algunos (y eso que ni el secundario terminé); con un poco que busco en internet le rompo el culo a cualquiera.
Y como para tapar que no saben nada usan palabras difíciles de entender, cosa que después me las olvide y no pueda buscarlas para checkear la información. Cuando fui por el dolor de pecho primero me cagaron a pedos porque hacía 10 días que lo tenía. Encima que me tengo que bancar tanto tiempo el dolor me preguntan ¿Y por qué no consultó antes? ¡Es obvio por qué no consulté! ¿Quien quiere estar horas esperando que un imbécil lo atienda? Es preferible esperar que se pase solo, o ir a la farmacia y que me den algo. En la farmacia nunca te atienden mal. Volviendo al tema, me dijeron que tenía osteonosecuanto. Para mí que cuando salen con esas cosas me están metiendo fruta y lo único que quieren es dejarme callada.
Aparte les pedís por favor que te manden hacer una placa o un laboratorio y te miran como si los hubieras pisado. Cada vez que voy a la guardia siempre me dicen: ESTO NO ES PARA LA GUARDIA. Pregunto yo ¿Y qué es para la guardia? ¿Mis dolores de pecho recurrentes no merecen atención? Te digo una cosa, médico, por si me lees: acá viniste a laburar, así que tenés que ver todo lo que te llega. Si te molesto disculpame, pero ¿Sabés qué? Yo te pago el sueldo y a la mayoría le pagué la facultad con mis impuestos así que haceme el favor, dejá de rascarte el higo y laburá. Estatales de mierda tenían que ser.
Ojo que cuando vas a un lugar privado es lo mismo, te tienen esperando como ganado. Como les dije antes, creo que eso es por el entrenamiento que reciben de entrada, ya les enseñan a ser déspotas desde que arrancan. Te dicen que es para consultorio. Bárbaro, fantástico ¿Y cuando me den turno para dentro de un mes qué hago? Me voy a mi casa con el dolor y hago lo que ustedes no quieren que haga: pasar por la farmacia y comprarme algo. Después me cagan a pedos sin importar lo que compre. Aunque consiga el mismo medicamento que me puede dar otro de los de ustedes siempre va a estar mal, porque me lo da el farmacéutico. ¿Qué les pasa con los farmacéuticos?
Además, se quejan que todos les mentimos. ¡Si cada vez que les decís algo te retan como si tuvieses 5 años! Según el criterio de los médicos si te duele la panza es porque tomaste una copita de alcohol o te comiste una porción de torta. ¡Como si ellos no comieran! La otra vez una gorda infernal me dijo que tenía sobrepeso. ¿Y quién es ella para decirme que tengo que bajar unos kilos? Mami, primero mirate al espejo antes de dar indicaciones. Como la vez pasada, que a mi marido el cardiólogo fumando le dice que tiene que dejar de fumar. ¿Estoy loca o habría que matarlos a todos?
El hecho que la gente no les importa es más que obvio. No les produce nada pinchar o masacrar al que tienen adelante, al contrario es como si lo disfrutaran: “Ahh, vos querías que te atendamos, tomaaa, comete una inyección”. No importa que sea un nene, una vieja o cualquiera. Para mandarte a hacer cosas dolorosa parece que hicieron un posgrado.
Siempre tienen una excusa. Y anda a hacerles más de dos preguntas seguidas si tuviste la mala leche de quedar internado, se enojan y seguro te lo terminan cobrando de alguna manera. No se porque tienen tanto apuro cada vez que te vienen a ver, yo creo que o quieren volver al mate o nos muestran un adelanto de lo que nos darían si les pagáramos en efectivo. Pero acordate, garrapata inmunda de hospital público, que yo te pago el sueldo todos los meses.
Cuando por fin conseguís a uno que mínimamente te explique lo que te va a hacer (que creo tengo derecho a saber), lo hace como si te hablara desde arriba del obelisco. ¿Quién te crees que sos? ¿Porque tenes un título me podes tratar como si yo fuera menos? Deberían tomar un curso de humanidad antes de empezar a ejercer.
Otra cosa que odio de ellos es que se creen dioses, se creen todopoderosos. Si te curan es porque son los mejores y un poco más les tenes que besar los pies (te recuerdo que tu trabajo es curarme) y si no te curan es porque caíste dentro del porcentaje de los pacientes que no responden al tratamiento. O sea, se lavan las manos. Y claro, Dios no se equivoca.
Las enfermeras son otras. Francisca, el personaje de Gasalla es un poroto al lado de ellas. Están aliadas a los médicos y más de una los sigue de atrás como perra en celo. No se salva ni una, las más jóvenes son unas aprovechadoras y trepan más que una enredadera, y las más viejas son unas brutas ignorantes que las sacas de poner una intramuscular y hacen agua. No tienen delicadeza, no entienden que le están clavando la aguja a una persona y no a una naranja. No hay una que me caiga bien, las odio.
Pero quédense tranquilos con su despotismo, porque ¿Saben qué? dentro no mucho tiempo todos ustedes van a ser reemplazados por robots que ni te van a mirar mal, ni van a juzgarte ni se van a equivocar, porque, si señores médicos, ustedes se equivocan y mucho. Háganse cargo de lo que hacen y tengan cuidado porque, como les digo, dentro de poco van a ser obsoletos.

CARTA DEL MÉDICO:
¿Usted pensaba que los médicos solo tenemos obligaciones? Bueno, entérese que no, también tenemos derechos, como cualquier ser humano. Es un hecho más que cierto que ustedes solo conozcan lo que tenemos que hacer (o piensen que tenemos que hacer), pero no nos dan el menor crédito y lo único que quieren es que seamos esclavos suyos, que solo estemos a su pendiente.
Señor, señora, le cuento algo que quizá no sepa: su médico es humano. Probablemente alguna vez se sienta cansado o durante las 24 hs que está de guardia tenga ganas de hacer pis o caca. Seguramente se detenga para comer o tomar líquido ya que, hasta hoy en día y a pesar de los avances tecnológicos, siguen siendo necesidades fisiológicas inevitables. Le recomendaría entonces, que no usase esto último como un insulto:
-¡Seguro que no atienden porque del otro lado están morfando!
Afirmativamente, tenga la certeza que en algún momento el médico estará morfando. Si su deseo ante la falta de obtención de lo que cree que es urgente (y que seguramente no lo es ya que carece de todo criterio médico, aunque lea wikipedia) es que el doctor muera de inanición, allá usted. Los que usted no entiende es que si llega una emergencia REAL el médico cortará el almuerzo o la cena, sólo que su constipación de una semana no es suficientemente importante como para motivarlo.
Otra salvedad: los médicos también son seres imperfectos. Desde que nacen tienen dos manos, dos piernas, una boca y un cerebro y no logran duplicar ninguno de estos órganos en el transcurso de su vida. Debido a ello, están capacitados para hacer una sola tarea a la vez. Otra cosa que todavía no pudo ser solucionada por la ciencia, cuestión de fábrica ¿Vió?
Tampoco tienen la capacidad de hacer magia. No saben multiplicar camillas, como lo haría nuestro señor Jesucristo, de manera que lo único que pueden hacer es limitarse a atender en las que tienen (todavía no está bien visto acostar a dos pacientes en la misma, solo dennos tiempo). Imagínese que si no tienen la destreza para hacer aparecer una camilla, menos podrán hacer aparecer un tomógrafo; entonces, si en la guardia donde usted se fue a atender no hay tomógrafo, por más que insista, patalee y haga berrinche,  no hay manera que el médico le saque uno de abajo del guardapolvo o que lo mande a construir mientras tanto.
El médico no es todólogo. Por algo existen las especializaciones, como un intento de dividir el estudio de algo tan complejo como es el cuerpo humano y que como resultado de esto se formen profesionales que sepan atender de la manera más correcta las distintas patologías. Créame que si le opera la mano un cirujano de mano, es por su propio bien y no porque tiene ganas de joderle la vida. Entonces le pido por favor que no insista para que atienda a su niño de 6 años por una fractura de muñeca si yo no soy ni traumatólogo ni pediatra (ni traumatólogo pediátrico). ¿O acaso se le ocurriría pedirle a un abogado penalista que la divorcie de su marido?
A su vez, tampoco soy el secretario del especialista que necesita. Si usted no encuentra al profesional que busca no venga a decírmelo a mí que no tengo nada que ver. Créame que lejos estoy de salir en la búsqueda desesperada de quien usted requiera. Le sugiero que intente por otro lado.
Pasando a otro tema, el médico puede negarse a atenderlos. Ya estoy imaginando los ojos abiertos como huevo frito y la mirada desencajada pensando, “No puede ser! Si juraron por Hipócrates!!” mientras leen estas líneas. Siempre y cuando pueda dar un justificativo adecuado para ello, puede no hacerlo Y ESTO NO ES ABANDONO DE PERSONA. Abandonar una persona es dejarla morir a sus suerte y  también le cabe esta figura legal a quien atropella y huye dejando al injuriado mal herido o al remisero o taxista que no quiere subir a una persona ensangrentada para que no le manche el auto dejándola morir. Hay abandono de persona si el médico no atiende a alguien cuya vida corre riesgo. Pero si la persona amedrenta al médico, lo agrede o simplemente le produce tal rechazo que le es imposible atenderlo, tiene el derecho de derivarlo a otro profesional.
Los médicos no son Superman. Esto es, no tienen por qué arriesgar su vida para salvar la ajena. O mejor dicho, no están obligados a hacerlo. Para eso existen los bomberos, los policías, los rescatistas y otros piscópatas. No puede pretender que su médico se meta en un edificio prendido fuego a buscar a un herido, que atienda en la calle a alguien completamente ensangrentado sin guantes o que le haga respiración boca a boca a una persona si de la misma le sale sangre. ¿Usted no tiene miedo de contagiarse HIV o alguna hepatitis? El médico también.
Tampoco tiene la obligación de curarlo. Su tarea es desplegar todos los recursos necesarios y más idóneos disponibles para hacerlo, pero no puede asegurarle una cura. Es más, me atrevo a ir más allá y decir que quien hace esto es un chanta. Es fácil echarle la culpa al médico cuando el tratamiento falla, pero sepa que la medicina no es una ciencia exacta, que no es matemática. El trabajar con personas y no con objetos hace que en medicina 2 + 2 sea 5. Entonces, no culpen siempre a quien es más fácil culpar y hagan un poco de autocrítica. ¿Qué culpa tiene el médico si te agarraste una faringitis de la ostia porque en la anterior dejaste el antibiótico a los 3 días cuando te dijo expresamente que lo tomaras por 7 aunque te sintieras bien? Ahora bien, ¿Su médico puede equivocarse? Por supuesto que puede. Como ya dije antes, es humano. Pero que un tratamiento no funcione no siempre es sinónimo de error ajeno. Si lo que estuvo tomando no lo curó, chárlelo nuevamente con el profesional y si usted considera que el mismo es un imbécil no lo dude y haga una consulta con otro. ¿Qué le hace pensar que si puede haber abogados o ingenieros estúpidos o ineptos no puede haber médicos con las mismas características? Pero ojo, no porque otro profesional le diga que el tratamiento que hizo estuvo mal significa que así sea. Siempre hay gente dispuesta a hablar mal de otros colegas sin importar la razón.
Por último, quiero hablar de las obligaciones. El médico tiene la obligación de intentar curar, sin distinción de raza, sexo, edad o pensamiento de cualquier tipo (aunque en algunos casos quisiera matar en vez de curar, en general se contiene). Si no puede hacerlo debería intentar mitigar el dolor. Y si no hay nada para hacer, debe acompañar hasta donde el enfermo lo solicite. No debe prometer una cura, porque sería en muchos casos generar falsas esperanzas. Debe respetar ante todo la vida de su paciente, y guardar bajo secreto la información que éste le brinde. Y por sobre todas las cosas debe amar a su profesión por que únicamente de esto mismo depende el éxito que en ella tenga, llamándose como tal al ejercicio cabal del mismo, mas allá que simultáneamente sea su medio de subsistencia.

jueves, 8 de marzo de 2012

LA DOCTORA MARIA JUANA




La Dra. Juana es uno de los principales exponentes de la nueva generación de “Fasos”. Es una médica joven, recibida hace muy poco tiempo. Rubia, de pelo bien lacio y coqueta, muy coqueta. Siempre maquillada, con sus chatitas va caminando por los pasillos de la guardia cual modelo. Impresionantemente pasadas 24 hs seguirá impoluta, como si el trajín vivido durante ese tiempo no surtiera ningún efecto en su porte. Su ambo inmutable, sin ninguna arruga y con los colores tan vívidos como un día atrás.  

Juana llega a la guardia con un bolso bien grande, de preferencia cuero negro. En su interior, el 70% del espacio es ocupado por productos de belleza e higiene personal: Cremas, delineador, maquillaje, alicate y tijeras. El ambo de repuesto, infaltable. 

María Juana está siempre malhumorada. Pocas cosas la hacen sonreír: La hora de tomar mate y chusmear con otros colegas, el pase de los pacientes a la guardia que sigue o el momento en que es visitada por la promotora de Avon que cita religiosamente todas las semanas para reabastecer su bolso de los productos que la ayudan a darle su esplendor diario.
Pero lo que más alegría le da es sentirse mirada y deseada. A la doctora  Juana le encanta seducir. Lo hace pensando que es sutil, sin saber que todo el personal ya le sacó la ficha y se ríen a sus espaldas.

Odia a los pacientes que tiene que atender en el hospital. Dice que no le gusta el ambiente, que son todos “negros”. No se siente cómoda donde hay sangre y le escapa a todo lo que sea infeccioso.

Juana también le escapa a las emergencias. Desde chico, las madres enseñan a sus hijos que no es conveniente meterse en líos: “Pepito, donde veas que hay problemas, andá para el otro lado”. Y Juana, teniendo siempre presente este concepto, lo sigue al pie de la letra. Si llega una ambulancia y la sala de emergencias se plaga de personal, ella se va a atender al consultorio; si un paciente se pone “medio feo” busca la manera de pasárselo a un colega o incluso a un practicante, y así se las va arreglando. Siempre que las papas queman, María Juana no está. 

Pero cuando las emergencias por fin la encuentran sin escapatoria, se siente acorralada y no sabe que hacer. Busca ayuda, sin importar de quien venga.

Es que las situaciones de emergencia no son su ámbito, ¿Ante quién podría desplegar su belleza maquillada si todos están trabajando y el paciente está inconsciente? Entonces ahí es cuando se embatata y comete errores, a veces, importantes.

En una oportunidad, entro al shock room para hacerle el examen físico a un paciente ingresado hacía 1 hora por deterioro del sensorio; el mismo estaba bajo ARM (asistencia respiratoria mecánica). Empiezo a observar todo y veo que el tubo endotraqueal era más largo de lo que debería. Cuando intento tomarlo me quedo con el mismo en las manos, a todo esto el paciente hacía unos movimientos extraños y el saturómetro marcaba 85% (no oxigenaba muy bien que digamos). Miro la guía de suero y noto que de un lado tenia medicación anticonvulsivante (había ingresado con convulsiones) y del otro el suero con la medicación sedante. ¿Qué anda mal? Resulta que esta última estaba desconectada. El paciente se “despertó” y empezó a competir con la máquina a ver quien respiraba más. Resulta que Juanita le había dicho a la enfermera que primero pase todo el anticonvulsivante y recién después ponga el otro suero. Pequeño error conceptual.

Pero hoy por hoy Juanita está recibida y especializándose. La imagino en un futuro, trabajando para una prepaga importante y atendiendo detrás de un escritorio. Ya con las guardias convertidas en recuerdos de su juventud estará haciendo lo que siempre deseó. Vestida con un guardapolvo sobre su ropa sugestiva, con el tercer botón como el primer abotonado y mostrando su escote. Con su cara pintada y a esa altura con varias aplicaciones de botox encima para ayudarla a mantenerse joven, será feliz. Dentro de esa imagen de médica exitosa ocultará su falta de conocimiento y, como lo hacía el Doctor Faso, seguirá sobreviviendo.

UN POCO DE NOSOTROS: PRACTICANTES

Sí, señoras y señores. Llegó el momento en que nos iba a tocar el turno a nosotros. Y por nosotros me refiero a mí y mis colegas aún no recibidos: Los Practicantes.
Por definición, un practicante es quien realiza prácticas. Pero esta simple aproximación no aporta demasiada información acerca del verdadero funcionamiento del practicantado y de los alcances del mismo. Los practicantes son alumnos de distintos años de la carrera de medicina que deciden asistir a guardias en forma ad honorem para realizar prácticas de pregrado. Allí se desempeñan haciendo tareas de lo más variadas y, en el mejor de los casos, son supervisados por un médico. 

Como todos se imaginarán, en una guardia se produce un interjuego constante entre los distintos agentes de salud que la componen: Médicos de distintas especialidades, enfermeros, camilleros y practicantes. Cada uno tiene sus características particulares, lo que hace que durante el encierro de 24 hs al que se ven sometidos semanalmente se generen roces y problemas de convivencia, muchas veces agravados por distintos factores: la vagancia de los que no trabajan que irritan a los que sí lo hacen, los egos de los que se creen superiores al resto, etc. 

Para que conozcan un poco más de este mundo quiero introducirlos en el conocimiento de los distintos tipos de practicantes; y para eso, voy a hacer lo que mejor nos enseñan a hacer en la facultad: empezar por clasificarlos.

SEGUN FORMA DE LLEGADA
  • Practicante caído de un rascacielos: Es aquel que llega a una guardia sin que nadie sepa muy bien por qué y pide permiso para arrancar. No conoce a nadie y nadie lo conoce a él. Nadie sabe de donde salió. Es el que tiene mayores chances de pasarla mal, a menos que la guardia esté necesitada de gente o que tenga un carisma especial.
  • Practicante traído por otro practicante: Es el que se une a la muchachada rápido. Al principio va a estar pegado al fulano que lo trajo pero poco a poco se va a ir adaptando al ritmo. Definitivamente entrar por un conocido le trae una pequeña ventaja
  • Practicante traído por un médico: Es el que cae de la mano de algún doctor (ni hablar si es familiar)  y ni bien entra piensa que su estadía en la guardia va a ser fantástica e intocable. Nada más lejos de la realidad. El primer día todavía no sabe tomar la presión pero ya se cree dueño de todo y no se deja dar órdenes. Si no baja los humos rápidamente, el resto del practicantado se encargará de darle el raje pronto. 

SEGUN RANGO
  • Practicante mayor: Es el que llegó antes que el resto a la guardia. No importa que no sepa absolutamente nada, pretenderá que la guardia sea suya solo por ser el de mayor tiempo de permanencia. 
  • Practicante esclavo: Es el último que entró. Le tocan todas las tareas que el resto de la humanidad odia y como no conoce el funcionamiento de la guardia y del hospital en general es blanco de bromas y chistes. Es, además, el encargado de los mandados.
  • El resto: Son aquellos que dejaron de ser esclavos y aspiran a ser practicantes mayores.

SEGUN PREDISPOSICION
  • Practicante consagrado: No falta nunca, duerme lo mínimo indispensable como para funcionar correctamente, come último y trata de ver hasta la uña encarnada del dedo gordo de pie que entro 2 segundos antes que terminara la guardia. 
  • Practicante normal: Falta de vez en cuando, a la decimoctava faringitis consecutiva que ve ya no quiere saber mas nada de observar gargantas y le pone sumo entusiasmo cuando encuentra algo novedoso.
  • Practicante cómodo: Ve sólo lo que le interesa, trata de dormir el mayor tiempo posible, las pausas entre paciente y paciente son extremadamente largas, le escapa al quilombo, va cuando quiere y presiona a los esclavos para que hagan su trabajo.
  • Practicante vago: No va nunca y el día que se inspira a ir se dedica a hacer sociales. 

SEGUN EL COMPAÑERISMO
  • Practicante solidario: es aquel que consensúa los horarios con los otros practicantes para comer e ir a dormir, ayuda a los que suturan, hace de vez en cuando alguna tarea propia del esclavo, reparte proporcionalmente las praxias que le gustan y es capaz de ceder un lugar al otro.
  • Practicante egoísta: Hace solo que le gusta y se niega hacer lo que no. No importa si otro practicante se muere de ganas de ver o hacer algo que nunca vió o hizo, si a él le interesa y tiene la oportunidad, se lo roba descaradamente aunque ya lo haya hecho mil veces: “Que se joda por llegar tarde”, es su lema. Come cuando quiere, duerme cuando quiere, y por supuesto, va cuando quiere.

SEGUN EL CONOCIMIENTO
  • Practicante cerebrito: Es el dolor de cabeza de cualquier médico. Como tiene la información sumamente fresca en la cabeza y recuerda hasta los detalles mas insignificantes atosiga al médico con preguntas que el mismo no recuerda y que además francamente tampoco le interesan. Constantemente lee “papers” de actualización. Generalmente no se ubican en la realidad social del lugar donde se desempeñan y pretenden solicitar estudios que ni en el mejor hospital privado harían. Estudian siempre de libros extranjeros.
  • Practicante nivel medio: Es aquel que tiene los conocimientos necesarios como para realizar un ejercicio digno de practicantado. Generalmente tiene huecos conceptuales que son llenados por la guardia, y complementa sus conocimientos con el de otros compañeros.
  • Practicante burro o inútil: No sabe ni siquiera escribir la palabra “hemorragia” en forma correcta. Se confunde todo el tiempo y además es torpe con los procedimientos manuales aunque los haya visto y hecho innumerable cantidad de veces. Nadie sabe como llegó a la facultad y todo el mundo espera que, por el bien de la humanidad, un milagro divino impida que obtenga el título.

SEGUN PERSONALIDAD
  • Practicante todopoderoso: Cree que es médico y tiene 30 años de experiencia. Discute todo y a todos, atiende y no consulta. Es un clásico ejemplo de peligro para la sociedad.
  • Practicante colgado: Aunque se le repita 500 veces la misma cosa, a la vez 501 la vuelve a preguntar. Es olvidadizo y despreocupado.
  • Practicante miedoso: Se impresiona por todo: la sangre, el sufrimiento humano, la materia fecal. Es el típico hijo de la vecino que no sabemos que lo llevó a estudiar medicina.
Por supuesto que también hay combinaciones de estos tipos de practicantes y que no son al azar precisamente. En general se puede dar la combinación de practicante traído por un médico-cómodo-egoísta y todopoderoso. 

Me despido con dos anécdotas para que vean la calidad de los futuros galenos que próximamente engalanarán las filas de la medicina:
 

Practicante mayor: -Vamos a repasar fractura de base de cráneo. ¿Alguien se acuerda los signos que pueden observarse?
El resto del practicantado: (Silencio absoluto)
Practicante mayor: -¿No se acuerdan de los ojos de mapache? (Hay un signo de este tipo de fracturas que lleva este nombre)
Sultano: -¿Qué es un mapache?

O esta otra: 

Practicante mayor: -Menganito, ¿Donde está el paciente que entró por dolor de pecho?
Menganito: -Ah, le saqué sangre para hacerle enzimas cardíacas. Le dije que la llevara  al laboratorio.
Practicante mayor: -Menganito, ¿Mandaste caminando al laboratorio al tipo que se puede estar infartando? ¿Mirá si le pasa algo por el camino?
Mengano: -Uhh, Me dejas preocupado, che
Practicante mayor: -ANDA A BUSCARLO, QUERES!!

CONOCIENDO ESPECIALIDADES (cuarta parte): TRAUMATOLOGÍA


Los traumatólogos son los carpinteros de la Medicina. Ya desde que empiezan a estudiar se ven fascinados por los huesos y no les interesa nada más que eso. Para ellos no existen ni el corazón ni los pulmones, no saben recetar más que corticoides, analgésicos y Cefalexina y algunos literalmente sufren durante los años que les lleva concretar la carrera.  

El verdadero futuro traumatólogo lo sabe desde el principio. Es más, estudia medicina porque es consciente que es un requisito necesario para convertirse en eso que quiere ser, pero si lo pudiera evitar lo haría sin dudarlo. Refuerzan su convicción cuando cursan la materia de la especialidad durante la parte final de la carrera y sienten admiración ante los médicos ya consagrados. 

Como personas son fríos y prácticos, no se andan con vueltas. El que es un poco más detallista se subespecializará en mano o pie y los otros se dedicarán a implantar prótesis de cadera. No se involucran con la historia personal de ningún paciente y solo se fijan en el problema traumatológico que tiene; para ellos solo hay piernas rotas y huesos salidos de lugar. Sienten extrema felicidad cuando suben al quirófano y literalmente deshuasan al paciente y lo vuelven a armar de cero. Cuando son residentes lo único que quieren es operar (como cualquier cirujano). Su felicidad es directamente proporcional a la cantidad de clavos y placas que puedan atornillar a los huesos rotos del paciente y cuando terminan con su tarea, quien había ingresado al quirófano con una fractura, sale con una serie de hierros que lo atraviesan en distintas direcciones dignos de impresionar a cualquier cristiano. Para ellos, sin embargo, es el trabajo diario y lo tienen asumido como normal; de hecho es lo que sin darse cuenta soñaron hacer desde pequeños. Mientras jugaban con los legos, inconscientemente se les iba esbozando la idea del futuro carnicero humano. 

Uno los reconoce en una guardia porque andan siempre con su ambo lleno de yeso, no importa si no hicieron nada en todo día. Parece que les gustara estar sucios lo que muestra el resabio de carpinteros o herreros frustrados que tienen.  

A la hora de atender lo hacen a una velocidad suprema. Son capaces de despachar a por lo menos 6 o 7 pacientes en 15 minutos y se impacientan cuando este da vueltas para contarle lo que le pasó:  

Traumatólogo: -¿Por qué vino?
Paciente: -Doctor, resulta que yo soy hipertensa y…
Traumatólogo: -No, no, eso no importa… ¿Qué le pasó ahora?
Paciente: (Tocándose la cadera) - …Es que me estaba bañando y…
Traumatólogo: (Sin dejar terminar el relato a la paciente) -Está bien, y se golpeó la cadera. Hágase esta placa y vuelva (y le entrega la orden)


Los que ya tienen muy pocas ganas de atender minimizan los síntomas del paciente atribuyéndolos a alguna causa inevitable y obvia. 

Paciente: - Ay Doctor, no doy más de los huesos, me duele todo el cuerpo
Traumatólogo: - Y qué queres vieja, ¿que con los 80 años que tenes no te duela nada? 

Son los profesionales a los cuales menos se les puede consultar por algo que no es de su especialidad. Por ejemplo, si uno le pregunta a un cardiólogo algo de neumonología probablemente se sepa defender. Pero los traumatólogos no, ellos olvidaron todo lo que aprendieron años anteriores de medicina general (creo que algunos hasta hicieron el esfuerzo consciente).

En una oportunidad, estando en mis primeras guardias debía recetarle un antiemético (medicamento para los vómitos) a un paciente y el único al que podía acudir para despejar mis dudas era un traumatólogo: 

Yo: -Doctor, disculpe, ¿Me podría decir de cuanto viene el Reliverán que no me acuerdo para recetarlo?
Traumato: -¿Qué me preguntas pibe? No tengo idea para que es eso, ¿Sabés hace cuanto que no hago una receta?

Odian hacer historias clínicas, ya que, como les dije más arriba lo único que les gusta hacer es operar. Por eso es que las confeccionan muy escuetamente y con una letra imposible de descifrar. Cuando uno la lee tiene la impresión que la hizo un verdulero. Lo único que completan son los datos filiatorios y el motivo de consulta, el resto no importa. Quedaría algo así:

 Nombre y Apellido: Mengano Rodriguez
Edad: 22 años
Motivo de consulta/internación: Fractura de Fémur 

Cabeza y Cuello: s/p
Cardiovascular: s/p
Respiratorio: s/p
Abdomen: s/p
Genitourinario: s/p

Entiéndase s/p como “sin particularidades”.  

Los que ya son médicos de planta no están dispuestos a hacer otra cosa que no sea operar. Ellos ya no están para laburos de poca monta como hacer suturas. Entonces, si no tenemos la suerte de estar en un hospital con residencia de traumatología, todo recaerá en los practicantes. Y cuidadito con interrumpir el sueño del doctor con una consulta nocturna!! Nunca bajan a revisar a un paciente de noche, salvo en casos extremos. Debemos ir a sus aposentos con la radiografía ya obtenida y ellos en tan solo 3 o 4 segundos, iluminados nada más que por la luz de la luna que se filtra por la ventana y con solo un ojo abierto hacen un escaneo rápido de la misma y dan la respuesta (generalmente siempre es la misma): “No tiene nada, mandalo con analgésico y el pie/mano en alto”, acto seguido se dan media vuelta, siguen roncando y dejan al pobre “traumatólogo suplemente” sin derecho a réplica.

A su vez, odian hacer interconsultas. Para un traumatólogo no hay punto intermedio: o el paciente es de él o no lo es, no le gusta compartir.  

En fin, a pesar de sus peculiares características tanto como personas como profesionales son un mal necesario: En algún momento, todos vamos a necesitar de uno!

lunes, 5 de marzo de 2012

DERRIBANDO MITOS MÉDICOS


El objetivo de estas líneas es, como lo dice el título de la entrada, derribar una serie de mitos médicos que si bien su origen nos es oscuro sabemos que están en el común de la gente y que son tomados como verdades absolutas cuando en realidad son todo lo contrario. Ojalá usted le pueda sacar provecho a su lectura.

MITO Nº 1: “La fiebre es una emergencia”
Es muy común que un paciente (mujer generalmente, histérica) golpee la puerta desesperadamente y cuando entre diga:

Madre del paciente: -¡Mi nene tiene mucha fiebre, casi 40! (el nene tiene 20 años, las pelotas le cuelgan por debajo de la rodilla y tiene más pelos que king kong pero mira con cara de cordero a punto de ser degollado)
Médico: - Ajá. ¿Cuando se la controló?
Madre del paciente: -No se la tomé, pero ¡¡Tóquelo!! Está muy caliente, haga algo por favor que seguro va a tener una convulsión
DERRIBANDO EL MITO Nº 1: La fiebre no es una emergencia. Cuando va a una guardia a exigir que lo atiendan por fiebre, lo mínimo que debería hacer antes es... controlar la temperatura. Ah, y señora histérica que lleva a su “nene” de 20 años: su nene puede hablar, no necesita de usted, la fiebre nunca dejó mudo a nadie. Con respecto a las convulsiones febriles, sólo se registran en la niñez y son completamente benignas. Así que, tranquilícese!

MITO Nº 2: “Toda fiebre hay que medicarla”
Paciente: -Vengo porque tengo mucha fiebre
Médico: -¿Cuanto tuvo?
Paciente: -Me la controlé recién, tengo 38,5º C
Médico: -¿Le duele la garganta, los oídos, alguna muela, tiene diarrea, tos, mocos, alguna herida reciente, molestias para orinar?
Paciente: -No, nada de eso
Médico: -Bueno, tome algún antitérmico y cuando tenga algún otro síntoma vuelva
Paciente: -¿Cómo, no me va a dar ningún antibiótico?
DERRIBANDO EL MITO Nº 2: NO!!! No lo voy a medicar señor, simplemente porque no sé de donde viene la fiebre. Y por más que le haga un análisis de sangre, un sedimento urinario y una placa cabe la posibilidad de aún no saber que le pasa. Si la fiebre es de  una gripe que va a dar sintomatología mañana entonces hoy no le voy a encontrar nada. La fiebre, señoras y señores, es un signo y nada mas, no la certeza absoluta de una infección bacteriana, que es el único motivo por el cual justificaría dar un antibiótico.
Además, ¿Para qué va a un médico a exigir un medicamento que es de venta libre (lamentablemente)? Si cree que tiene que tomar antibióticos, allá usted, pero no quiera forzar al profesional a hacer algo que no está indicado hacer.
MITO Nº 3: “Durante toda tu vida te pueden salir 7 forúnculos”
DERRIBANDO EL MITO Nº 3: En este no les voy a poner ejemplo. Sinceramente desconozco el origen de semejante estupidez, pero cuando la gente me cuestiona indignada porqué ya le salieron como 10 forúnculos si solo pueden salir 7,  yo siempre me hago la misma pregunta. ¿Por qué 7? ¿Será en referencia al número divino? ¿Será que Dios nos manda solo 7 forúnculos por vida porque más no seríamos capaces de tolerar? ¿No se les ocurre que les salen forúnculos a repetición porque tienen colonizada la piel por un bichito y que les van a reaparecer 45577 veces a menos que se traten con el antibiótico correcto?
MITO Nº 4: “Todo dolor de cabeza es un ACV (accidente cerebrovascular)”
Con esto no quiero hacer apología de la no consulta. Si una cefalea es lo suficientemente fuerte merece atención. Pero he visto pacientes concurrir a las 5 y media de la mañana consultando por una cefalea de 20 minutos de evolución después de haber pasado toda la noche jugando a los videos juegos. Y la pregunta obvia es:
Médico: -¿Tomó algún analgésico?
Paciente: Obvio que no!! ¿No dicen los médicos que no hay que automedicarse?

DERRIBANDO EL MITO Nº 4: Por supuesto que no hay que automedicarse cuando lo que se automedica es una infección o cuando se puede tapar un posible abdomen agudo, pero ¿Qué clase de estúpido no se toma un analgésico antes de salir a las 5 de la mañana a una guardia y esperar media hora a que lo atiendan para que le digan: tómese un ibuprofeno y si no se le pasa vuelva? Todo dolor de cabeza es un dolor de cabeza hasta que se demuestre lo contrario.
MITO Nº 5: “Todo dolor de pecho es un infarto”
Este es uno de los principales motivos de consulta en todas las guardias que se suma a una dosis importante de angustia por parte del paciente y de toda su parentela. La palabra infarto o el simple pensamiento de su posible existencia motiva una consulta apresurada y cuasi histérica. No importa que el paciente sufra del mismo dolor hace 25 días y que antes no le haya dado bolilla, que se le haya caído encima un armario o que ya no tenga más el dolor y venga a hacerse un “diagnóstico retrospectivo”. Siempre es un infarto, siempre se va hacia el brazo izquierdo y siempre hace falta hacer un electrocardiograma.
DERRIBANDO EL MITO Nº 5: Hay más de 100 causas de dolor torácico. Otra vez, la idea no es que no consulten, pero NO TODO DOLOR DE PECHO ES UN INFARTO.  Relájense un poco, tengan paciencia y no soliciten un electrocardiograma por cada dolor torácico que tengan, porque es el médico quien debe determinar cuando es necesario hacerlo.

MITO Nº 6: “El farmacéutico receta”
Un dolor de cabeza no se automedica, pero una supuesta neumonía que en realidad es una bronquitis (sólo que ni el paciente ni el farmacéutico lo saben) consulta por guardia después de haber probado la mitad de los antibióticos que están a la venta en el mercado. Todo gracias a la excelente predisposición comercial de nuestro buen amigo el señor farmaceútico. Ni hablar que a pesar que es un conocido, el boticario le enchufó todos los antibióticos más caros, desconociendo si el paciente es alérgico o si la función renal está en condiciones adecuadas. Con tal de no ir al médico se vende cualquier cosa!
DERRIBANDO EL MITO Nº 6: Aún en el caso en que los atienda un farmacéutico matriculado (la mayoría de las veces el que está detrás de un mostrador es un empleado que tiene igual o menor idea de farmacología que ustedes mismos), el boticario está habilitado para comprar, vender medicamentos y preparar recetas magistrales en el caso que quiera hacerlo. De ninguna manera está apto para diagnosticar y menos para recetar medicamentos que debieran venderse solo con receta. Si un farmacéutico está muy predispuesto a intentar curarlos, desconfíen... seguramente es un buen comerciante. Y por favor, no comprometan a la pobre gente honrada que trabaja en las farmacias preguntándoles: “Me duele la garganta, ¿Qué tomo?”, porque seguramente saldrán con amoxicilina en el bolsillo, unos cuantos pesos menos y con el problema sin solucionar.

MITO Nº 7: “La lavandina mata todo”
La lavandina es un buen desinfectante, eso nadie lo duda. Pero cuando en el envoltorio del envase dice: “Sólo para uso externo”, se refiere a SUPERFICIES.
DERRIBANDO EL MITO Nº 7: Para que quede claro, la lavandina no sirve para curar los hongos de los pies, tratar herpes ni desinfectar heridas. Se usa  para desinfectar superficies y potabilizar el agua. Sólo esa es su funcionalidad.

MITO Nº 8: “Si te pica la cola es que tenés parásitos”
Este no sería tan terrible si no estuviera asociado a otra práctica folklórica. ¿Qué hacen habitualmente los pacientes cuando les pica el ano? Comen ajo para matar a los parásitos. El ajo, en realidad tiene sustancias (en baja cantidad) que matan a los bichitos, pero hete aquí que habitualmente el prurito que tienen es causando por una bonitas hemorroides en proceso de cicatrización. El ajo es un muy efectivo irritante de las mismas, con lo cual, el supuesto remedio termina siendo peor que la enfermedad.
DERRIBANDO EL MITO Nº 8: Si le pica el culo... consulte a su médico
.
MITO Nº 9: “Si te quemás con lo que sea te tenés que poner pasta dentífrica encima”
La pasta dentífrica, que yo sepa, es jabón con gusto a menta o lo que fuese. ¿Por qué va a ser útil para calmar el dolor de una quemadura? Si la misma es lo suficientemente importante, ¿Saben lo que pasa cuando consultan? Pasamos un largo rato fregando la piel quemada (imagínense el dolor) para sacar la bendita pasta que para el caso, no solo no calmó nada el dolor sino que terminó por aumentar el daño.
DERRIBANDO EL MITO Nº 9: Ante una quemadura pequeña e insignificante haga lo que quiera, nada va a pasarle. Si la quemadura es mayor o le duele mucho, consulte y no se ponga nada encima.

MITO Nº 10: “Los bebés nacen por obra y gracia de algún milagro”
Una pregunta obligada por parte del médico cuando tiene delante a una mujer en edad fértil para descartar patologías y/o recetar medicamentos es: ¿Posibilidad de estar embarazada?
Y uno encuentra todo tipo de respuestas ante esa simple pregunta:
-Ehh, No se.
-Creo que no, no estoy segura
-No me acuerdo cuando me vino
-Casi siempre me cuido
DERRIBANDO EL MITO Nº 10: Los embarazos no ocurren porque sí. Señora, pequeña doncella, jovencita, es muy sencillo. Si usted mantiene relaciones sexuales, sin importar que haya sido una sola en todo el mes o la primera en su vida, o que su pareja haya eyaculado fuera (excluyéndose por supuesto el sexo oral o anal) y sin el uso de un método anticonceptivo (preservativo durante toda el acto sexual sin que se haya producido ninguna rotura y/o fisura, anticonceptivos sean orales o inyectables o DIU), USTED PUEDE ESTAR EMBARAZADA!

MITO Nº 11: “Cuanto más suero pase, mejor”
¿Por qué cuando un paciente está internado o en observación en guardia abre la ruedita del suero para que pase mayor cantidad de líquido y ni bien se termina llama a la enfermera para que le agregue otro?
DERRIBANDO EL MITO Nº 11: La velocidad de pasaje del suero está ajustada según el plan del tratamiento que pone el médico y se mide por cantidad de gotas por minuto. Si el paciente necesita mucho líquido y que este pase rápido el médico se lo indicará así, y sino no. Así que, por favor no toque el suero, nos ahorrará trabajo a nosotros y a las enfermeras y evitará complicaciones en el tratamiento.
MITO Nº 12: “El médico reconoce las drogas por las formas de las pastillas”
Es muy común que los pacientes, al no recordar el nombre del medicamento que toman, intenten describírnoslo para que nosotros adivinemos cual puede ser: “Es una pastilla chiquita, redondita y blanquita”, dicen, mientras hacen formas inentendibles con las manos que intentan describirnos la anatomía de dicha preparación.
DERRIBANDO EL MITO Nº 12: Piensen que es imposible que el médico tenga en su mente todas las presentaciones de los diferentes medicamentos, y aunque los tuviera muchos de ellos son muy similares (o directamente iguales) entre sí. Entonces, por favor, recuerde con qué está medicado o en todo caso escríbalo en un papel y téngalo siempre en su billetera.

MITO Nº 13: “Durante la menstruación no se puede bañar”
Si bien es algo que hoy se ve cada vez menos, antes era muy común que a las pequeñas que recién comenzaban a menstruar no se les permitiera bañarse. Este mito era arrastrado de generaciones pasadas y perpetuado a las futuras, alimentado por la falta de conocimiento. Y siempre se rumoreaba que a alguien le había pasado algo malo por transgredir la prohibición: “Una vez una mujer se bañó, se le cortó la regla y toda la sangre se le fue a la cabeza”. Y aunque a esa mujer nadie la había conocido, el mito se seguía perpetuando.
DERRIBANDO EL MITO Nº 13: Báñese y deje bañar tranquila a sus hijas, el agua no les va a causar un ACV.

MITO N° 14: “Aspirina, Alplax e Ibuprofeno no se cuentan como medicamentos”
Paciente: -Vengo porque estoy cansada hace unos días, tengo muchas ganas de dormir, me siento floja.
Médico: -Ajá (y procede a hacer el interrogatorio), ¿Tomás alguna medicación?
Paciente: -No, nada
Médico: -Bueno, te voy a mandar a hacer estos análisis. Te venís a sacar sangre la semana que viene y cuando los tengas me los traes.
Paciente: -Buenísimo, justo que tengo que venir al psiquiatra.
Médico: - ¿Estas viniendo al psiquiatra?
Paciente: -Si, porque me está ajustando la dosis del Alplax
Médico: - …

DERRIBANDO EL MITO N° 14: Señores pacientes, cuando el médico les pregunta qué medicamentos toman díganle todo lo que toman. Incluyan preparados, hierbas, tés, y no obvien nada. Les va a evitar hacer cosas innecesarias.

MITO N° 15: “Si no cogés, te salen pornocos”
Traducido del lenguaje burdo a otro un poco más académico vendría a significar que toda persona que tiene granos de pus en su cara adolece de vida sexual.
DERRIBANDO MITO N° 15: No hay sustento científico para semejante estupidez, pero alcanza para ser motivo de burla del pobre adolescente que a falta de tener que soportar su cara llena de pústulas es burlado por no tener sexo (y si encima es verdad que no tiene,  padece doble).
Ah, y tampoco salen pelos por darle una mano a un amigo.
Les dejo el último de yapa. “Si las presiones se juntan, te morís”. Para algunos pacientes no importa el valor de la máxima ni el de la mínima, podes tener 220/110, lo único que hay que tener en cuenta es que no se  junten. Es más, algunos dicen que hay quienes se les junta tanto la presión que la máxima casi pasa a ser mínima y viceversa. Saquen sus propias conclusiones.
Espero que esta información le haya sido útil. No crea que escribo estas líneas por una cuestión altruista. Que usted, querido lector, comprenda y maneje estos datos, hará que la vida de todos los profesionales de la salud sea más fácil.

domingo, 4 de marzo de 2012

CONOCIENDO ESPECIALIDADES (tercera parte): CIRUGÍA


Esta vez me toca definir a una especialidad un tanto particular: Cirugía. Para los incautos lectores que no están familiarizados con la medicina desde adentro es probable que piensen que es una de las ramas más difíciles de la medicina, que la responsabilidad que conlleva es abrumadora y que el hecho de resolver situaciones en un quirófano es cuasi divino. Es esperable que piensen así, lo ven a diario en los programas de televisión, en las series tanto de afuera como locales como “residentes”. La parte de mayor clímax, de más tensión es cuando están operando a alguien. El quirófano en la semioscuridad, el cirujano con sus lentes amplificadores diciendo “aspiración por favor…”, el silencio solo quebrantado por el “pip, pip” del monitor; hasta que finalmente su boca pronuncia la palabra que todos esperamos: Ya está, podemos cerrar. Y luego es cuando sale y enfrenta a la familia diciéndoles: “la cirugía fue todo un éxito”. Risas, llantos de alegría en los pasillos y una cosa grabada para siempre en la mente de los presentes: Este doctor es DIOS!
El problema es que ellos piensan exactamente lo mismo.
Y es que hay una eterna dualidad entre las especialidades clínicas y quirúrgicas. Mientras que los clínicos intentar curar con antibióticos y medicamentos en distintas presentaciones los cirujanos  los miran incrédulos como si de regalar polvitos mágicos se tratara. Si invertimos el punto de vista, para los primeros los cirujanos son unos pobres carniceros que lo único que saben resolver es aquello que puede ser despanzurrado, cortado en partes y luego vuelto a reconectar con tubos de distinta forma y tamaño. A su vez, el clínico tiene en contra que nadie le agradece lo que hace, para los pacientes ellos nunca curan a nadie, “…en todo caso la neumonía me la curo el antibiótico” según dicen.
Pensando como piensan de sí mismos, es de esperar que la cirugía sea una de las especialidades que forma mayor cantidad de déspotas. Es una cuestión de “crianza” que comienza apenas ingresan para ser especialistas y se va acrecentando con el correr de los años, alcanzando el grado máximo cuando culminan una subespecialidad (cardiocirugía, cirugía plástica, cirugía hepatobiliar, etc). Yo particularmente creo que traen consigo un rasgo en su personalidad que es prerrequisito fundamental para terminar comportándose como lo hacen y no como algunos piensan, que la residencia los transforma. Si prestamos atención, ya podemos ver como durante su paso por la facultad se hacen ayudantes de anatomía (ya voy a hacer alguna entrada acerca de estos particulares personajes) y comienzan a maltratar a los alumnos que tienen a su cargo. Eso va alimentando su ego y los empieza a hacer sentirse superiores al resto.
Mientras son R1 se les enseña a desdeñar a las otras especialidades y respetar estrictamente a los suyos y en un orden perfectamente establecido:
1) a Dios (porque eso es lo que ellos creen que son cuando operan)
2) Al jefe del servicio
3) Al bisturí
4) El resto: familia, valores, normas sociales, etc, es prescindible
Los servicios quirúrgicos funcionan realmente como si fuesen estructuras militarizadas. El R1 no habla, si es posible no come ni va al baño y existe solo en el momento en que tiene que hacer el pase de sala y cuando se necesita cagar a pedos a alguien. Y para eso está el R2 que ya lleva un año de entrenamiento recibiendo vejaciones y está apto para descargarse con el que sigue.
Y es que el cirujano es siempre cirujano: nada de tomar como propia la experiencia y hacerle menor el yugo al que llega, por el contrario si el nuevo la puede pasar peor de lo que la pasó uno mismo, mejor, significa que la tarea esta cumplida.
Después de un largo tiempo de sufrimiento les llega el momento de ingresar al quirófano que va a ser a partir de acá su lugar sagrado, la única parte del hospital que les interesa. Y ahí es donde le toman el gusto a la sangre. A partir de eso, para ellos los pacientes se convertirán en dos polos opuestos: los quirúrgicos y los no quirúrgicos. Los primeros son importantes y los segundos pueden (y deben) ser obviados. No importa que lo “no quirúrgico” sea una paciente de 98 años con mucho dolor abdominal, pálida, muy pero muy flaquita y desesperada porque los nietos la dejaron tirada en una camilla y se fueron. El paciente es no quirúrgico y punto. Prefieren ir a suturar al borracho que se abrió la cabeza porque se cayó del pedo que tenía.
¡Y lo peor del caso es que realmente se creen Dioses! Si supiesen realmente lo que es un acto quirúrgico, lectores... créanme que lo único que tiene de maravilloso es la anestesia. Que un ser humano este vivo, acostado en una camilla con el abdomen abierto a la mitad, con 15 pinzas y más de un paquete de gasas adentro y con por lo menos 4 manos manoseándolo y que a pesar de todo eso no sienta ningún dolor es francamente increíble. Pero por supuesto, eso no es mérito del cirujano.
El gran rechazo que generan es producido por ellos mismos. Los clínicos necesitan a los cirujanos ya que obviamente ellos no pueden resolver las patologías y urgencias quirúrgicas. En cambio la troupe de cortadores profesionales está convencidísima que salvo ellos, los anestesistas (que le duermen los pacientes), los terapistas (que manejan las cagadas que ellos se mandan), y los cardiólogos (que les informan los electros), el resto de las especialidades son prescindibles.
Por eso me gustaría verlos manejar situaciones diversas como cetoacidosis diabéticas, tromboembolismos pulmonares y edemas de pulmón en donde un cuchillo no serviría de absolutamente nada y que también son urgencias.
El equipo de salud debería ser eso, señores cirujanos, un equipo. Y no un concursito de popularidad a ver quién es más útil, más certero o egocéntrico. Deberían formar dentro de sus hordas profesionales más humanos y menos "divinos". Por suerte, aún a pesar de todo, todavía quedan dentro de la cirugía muy buenas personas y profesionales que no han olvidado el significado de asistencialismo.



LA DOCTORA BLANCO: PARTE 2


En esta entrada voy a contarles las primeras anécdotas de la afamada Dra Blanco. Algunas de ellas más que anécdotas ya se han convertido en culto y, según ella, en una especie de máximas surgida desde lo más profundo de su experiencia profesional y con las que pretende “nutrir” a las futuras generaciones de médicos. Otros son simples “dichos” que con el correr de los años se hicieron conocidos por todos y se sabe que son patrimonio de su persona.

Como no respetan cronología alguna, se las cuento a medida que se me viene a la mente.

Frase célebre  Nº 1:  

“Si te morís un domingo es porque sos un hijo de puta” 

La explicación que esboza frente a semejante dicho es que, como no hay entierros, si falleces ese día es porque le queres cagar la vida a tus familiares. No entra en su mente que quizás uno no elige el día en que se muere y que es un hecho pasa cuando tiene que pasar. 

Frase célebre Nº2:  

“¿Para qué le ponen antibióticos a los anaerobios, si cuando abren una panza y le entra oxígeno los bichos se mueren?” 

Acá viene una sarta de noñeces para entender el concepto de semejante bestiada. Los anaerobios (bacterias anaerobias en realidad) son, como para que se entienda, uno de los bichitos más dañinos y difíciles de matar de la fauna patológica que andan dando vueltas. Son una especie de Hitler y Mussolini juntos que destilan pus. Como bien lo indica su nombre, crecen en condiciones en donde el oxígeno es bajo o directamente inexistente (esto es en cierto tipo de heridas y fundamentalmente en el intestino). Según el criterio de la doctora, el solo hecho que un cirujano abra el abdomen para operar y deje entrar el  aire del quirófano ya es suficiente para matar a todos estos peligrosos bichitos, con lo cual los antibióticos que se agregan aparte de la cirugía son innecesarios; es como querer matar a Terminator con una gomera, básicamente.

Pero, ¿Qué puede esperarse de una doctora a la cual he visto con mis propios ojos realizar tactos rectales sin guantes? Si después se lava o no las manos ya es otra cosa, que preferiría no averiguar.

También la he visto revisar abdómenes luego de comer facturas y ahí si afirmo con certeza que ni una gota de agua pasó entre sus manos y la panza del paciente. Una simple sacudida y un rápido frote contra la chaqueta amarilla, cosa que las migas no molesten y listo, ya estamos preparados para el examen físico. 

Con todo esto que les cuento no es dificil deducir que la comida es algo fundamental para la doctora, diría yo, el eje central de su vida. Entonces con el amor que uno cuidaría un hijo, Blanco cuida su alimento; yendo más allá podría afirmar que hasta es celosa del mismo. Ella no tiene problemas en comerle la comida a otra persona pero nunca comparte la propia. Ya todos la conocemos y ni se nos cruza por la cabeza tocar algo tan preciado para ella (no lo haría aunque pudiera). Pero, ¿Qué pasa cuando llega alguien nuevo que no conoce los códigos? Sencillo, la Doctora es capaz de cualquier cosa para evitar verse en la situación de compartir comida y no pierde tiempo en diplomacia alguna, el solo escupirla es suficiente para marcar territorio y que ningun descuidado se atreva a hurgar en lo que no le es propio.

Otra curiosidad que tiene es el ringtone de su celular. Quien alguna vez estuvo en el conurbano bonaerense a la hora de la siesta habrá escuchado claramente un pequeño altoparlante adosado a un automóvil diciendo:

“Se venden papa batata saaaaandia... baratita, rica la saaaandia calada y coloradaaaa” (todo esto dicho a una velocidad sobrehumana y como si el locutor tuviese la boca cubierta con un trapo)

Exactamente eso es el ringtone de la doctora. Traten de ponerse un segundo en situación. Ustedes son una madre o un padre que tienen a su hijo con mucho dolor de panza por lo que deciden llevarlo al hospital. Lo revisa el pediatra y les dice que para él es una apendicitis, pero que lo tiene que ver la cirujana. Después de esperar por lo menos 40 minutos se presenta una doctora con solo la parte de arriba de su ambo, emanando un olor particular mezcla de las últimas 5 comidas y con migas pegadas en sus manos. Uno comienza a preguntarse si la que apareció es personal de limpieza pero duda cuando esta persona se acerca para revisar a su hijo.

Intenta palparle el abdomen pero chico no se deja porque le duele. Luego de una inspección superficial la doctora dice que no tiene nada y les indica que vuelvan si sigue doliendo (a todo esto el niño está con vómitos, 40 grados de temperatura y la panza tan dura que ni se la puede hundir). Cuando usted, padre o madre, intenta esbozar un desesperado: 

-          Pero doctora... yo lo veo mal!! ¿No puede ser que tenga algo? 

el celular de la doctora suena con un: 

"...Se venden papa batata saaaaandia... baratita, rica la saaaandia calada y coloradaaaa..."

¿Que conducta tomaría usted? La misma que, a fin de cuentas termina tomando todo el mundo: agarra el chico y se va a buscar un médico en serio, no a una almacenera.